Nadie se cura a sí mismo hiriendo a otros
Ninguna persona herida se cura proyectando su dolor hacia los demás y mucho menos hacia las personas que quiere. Sin embargo, es posible que nos hayamos visto en esa situación a pesar de no quererla o, en un principio, no darnos cuenta de ella.
Es muy triste sentirse mal consigo mismo, pero lo es aún más llegar a ser consciente de que, como si de un mecanismo de defensa se tratase, nos estamos autoprotegiendo utilizando un instrumento perverso: tensar las relaciones con los demás. Proyectar contra ellas la frustración y le dolor que llevamos dentro porque intuimos que, nos pasemos lo que nos pasemos, nos van a perdonar.
Piensa, ¿no te arrepientes de haber alejado a alguien de tu vida por culpa de un bloqueo emocional del que no veías salida? O, ¿no es verdad que alguna vez te han hecho tanto daño que después te has cerrado por completo a personas que quizá merecían una oportunidad?
“Abre tu corazón y no tengas miedo de que te lo rompan. Los corazones rotos se curan. Los corazones protegidos acaban convertidos en piedra”
-Anónimo-
El corazón es uno de los órganos más valiosos y, entendiéndolo como la representación de nuestro centro emocional, el compañero anímico al que más tenemos que cuidar. Por eso no es sano que el corazón se cierre ya que, si lo hace, además de entrar el frío solo podremos ofrecer frío: si estamos sufriendo es beneficioso entender que tenemos un proceso terapéutico hacia el interior que, de no darse, lastima a los que están a nuestro alrededor.
El proceso de cura se produce en uno mismo
Cuando explotamos hacia el exterior de una u otra manera no lo hacemos provocados por lo que hay fuera, sino por aquello que brota de una lesión que está dentro. Imagina que nos caemos, nos hacemos una herida y la dejamos sin tapar ni limpiar, ¿qué ocurre?
En primer lugar puede infectarse, lo que costará mucho más trabajo solucionar. En segundo lugar, también podría ocurrir que alguien pasara a nuestro lado y nos rozara sin querer. En ese caso nos dolería y reaccionaríamos negativamente hacia quien nos ha tocado; sin embargo, el problema no es la persona que nos roza, sino que no hemos curado nuestra herida en el momento adecuado.
“Cada vez que alguien hiere a otra persona lo hace a partir de su propia herida. Mientras más profunda, más dañina”.
-Miguel Ángel Núñez-
El corazón necesita la aceptación de la situación que le incomoda y la mayor parte del proceso de cura radica en entender qué salidas le permiten superar lo que le hace sufrir: pararse a reflexionar acerca de esa situación que queremos dejar atrás es un acto individual que requiere mucho esfuerzo y sacrificio por nuestra parte. De no poner voluntad en ello, podrá parecer que la situación ha pasado pero en realidad seguirá estando ahí y no nos dejará caminar.
Nadie quiere vernos así, ¿por qué pagarlo con los demás?
Por otro lado, como venimos comentando, más allá de uno mismo está esa otra parte con la que a veces pagamos el sufrimiento personal. Teóricamente sería estupendo para todos que cada uno llevará presente esta idea: si quienes están conmigo lo hacen porque me quieren y son felices viéndome bien, no es justo que pague mi malhumor con ellos ni que trate de enmendar lo que me incomoda a su costa.
Aprovechando el cumpleaños del querido escritor de El principito recogemos una premisa que él dejó plasmada en su obra: aunque la reacción más primaria de cualquier animal, incluido el ser humano, sea la de fundar un cuartel de defensa tras haber sido lastimado por otro, no todas las personas quieren hacernos daño ni tienen la culpa de lo que nos pasa.
“Es una locura odiar a todas las rosas sólo porque una te pinchó. Renunciar a todos tus sueños sólo porque uno de ellos no se cumplió”
–El principito-
Evitando establecer relaciones nuevas o bloqueando con muros el acceso más íntimo a los que estaban más cerca, por ejemplo, no vamos a conseguir curarnos ni tampoco evitar del todo que lo que nos ha molestado se repita. Tampoco es útil oponerse a que nos ayuden si lo hacen de corazón ni ocultarnos el problema para creer que ha dejado de existir: pregúntate, ¿puede que te esté ocurriendo esto?
¡Mímate! Nos lo merecemos
Si tu respuesta a la pregunta interior es indecisa o afirmativa, tienes que prepararte para mimarte mucho: únicamente cuidándote, dándote otra oportunidad, escuchándote, valorándote y queriéndote, conseguirás llevar una vida feliz y en armonía con los demás.
Nos merecemos aprender a decir “no” cuando es necesario. Hay que enseñar al corazón a equivocarse, a tocar fondo y a salir a flote porque en eso consiste el equilibro emocional: en regular lo bueno y lo malo de las experiencias que nos llegan. Prueba a cambiar la regla del título: si cuidamos a los demás, nos cuidaremos a nosotros mismos; pero en ningún momento debemos dejar de cuidarnos.
Herir porque alguien nos hirió es un mal comportamiento que no soluciona nada. Recuerda que un corazón que no sabe qué hacer con su dolor y que en lugar de curar ataca, solo termina haciéndose más daño.