Ningún nudo puede estar enredado para siempre
El abatimiento mental y físico que nos produce un problema o una acumulación de ellos nos puede también introducir en una nebulosa que nos hace pensar que ese momento nunca pasará y que nunca saldremos de ahí. Sin embargo, no hay mal que dure cien años: el nudo acaba finalmente por deshacerse.
Lo cierto es que todo acaba pasándose y, salvo problemas que van más allá de nuestro alcance, la gran mayoría de cuestiones que nos preocupan y nos provocan ansiedad y malestar terminan por encontrar su solución: recuerda que si los problemas se multiplican, las soluciones también pueden hacerlo.
Un nudo que se agarra a la garganta
Sentimos opresión en el pecho de tal forma que parece que alguien nos estuviera empujando continuamente y el estómago se nos encoge. Junto a ello, los músculos del esófago se contraen, la garganta se bloquea y nuestra boca se seca. Lo que ocurre es que los problemas nos llevan a episodios de ansiedad caracterizados por síntomas paralizantes.
“Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella, el viajero se deja absorber demasiado por los problemas de la escalada, se arriesga a olvidar cual es la estrella que lo guía.”
-Antoine de Saint-Exupery-
En situaciones de alto estrés emocional el cuerpo reacciona poniéndose en estado de alerta: una sensación de incomodidad angustiosa que necesita resolverse. Nos encontramos dentro de la nebulosa de la que hablábamos arriba y no vemos la forma de salir al exterior.
La verdad es que no todos nos tomamos igual las dificultades que se nos ponen delante, pero todos tenemos piedras en el camino y preocupaciones que quisiéramos evitar. Hay personas que consiguen sobrellevar los obstáculos eficazmente y otras a las que el nudo de problemas les parece más grande que ellas: si eres de este último tipo, te invito a seguir leyendo.
Deshacer el nudo tiene un proceso
Cada nudo tiene un inmensidad diferente y lo que desde fuera puede parecernos fácil, desde dentro puede ser un abismo: no todos llevamos los mismos zapatos puestos ni a todos nos sientan igual cuando echamos a andar. En cualquier caso, tener un problema nos va a suponer siempre un proceso que nos ayude a superarlo.
Afrontar el nudo que nos impide seguir adelante exige cuatro fases importantes: definir exactamente qué es lo que nos sucede, tener claro que necesitaremos valor para encontrar una solución, valorar qué opciones tenemos y esforzarnos por aplicar la decisión para que podamos aprender de ella.
“Enfrentarse, siempre enfrentarse, es el modo de resolver el problema.
¡Enfrentarse a él!”
-Joseph Conrad-
Toda alteración exige calma y serenidad y si no las encontramos es imprescindible que tratemos de buscarlas: solo así veremos con claridad qué opciones tenemos y cuál es la que más puede beneficiarnos para salir de donde estamos. El grueso del proceso es, por tanto, la fase de análisis de las ventajas y desventajas de cada posible solución.
Cuando hemos deshecho el nudo
Cualquier nudo puede deshacerse y lo hará en el momento en el que consigamos que el cuerpo se relaje: derrotar el problema supone entender a quién y cómo afecta, como hemos visto, para luego conseguir aplicar la solución y aprender de lo que hemos vivido.
Todo mal momento tiene su aprendizaje y todo dolor es necesario para encontrar un equilibrio emocional: aunque los problemas nos hagan pensar que estar anímicamente mal no lleva a nada, por el contrario nos ayudará a ser conscientes de que somos más fuertes de lo que creemos.
Además, lo más importante de esta cuestión no es solo el aprendizaje, sino el mirar al nudo desde lejos y darnos cuenta de que hemos sido capaces de deshacerlo: cuando los problemas pasan y hemos encontrado soluciones para ellos, los vemos más fáciles, distintos, lejanos.
“La mayor parte de mis problemas me parecían complicados entonces
-siguió confesando el Tío-.
Pero las soluciones una vez encontradas, resultaban bastante sencillas.”
-Spencer Johnson-