Cuando los "no te enfades" y "perdóname" nos acaban destruyendo
A veces, nos pasamos la vida cuidando nuestras palabras y cada uno de nuestros actos para que esa persona no se moleste. Sin embargo, cuando los “perdóname” y “no te enfades” son ya esas notas cotidianas en las partituras de nuestra vida, lo único que conseguiremos es una lenta autodestrucción.
De algún modo, todos nosotros somos como peonzas dando vueltas en una sala muy concurrida. En ocasiones, nos rozamos los unos con los otros, es algo normal. Sin embargo, en esta nerviosa danza de las relaciones, nos encontramos a veces a personas con una piel extremadamente fina. Tan sensibles y susceptibles que lo único que hacen en sus vidas es sumar una ofensa tras otra.
“Cualquiera puede enfadarse, es algo comprensible. Sin embargo, enfadarse con la persona adecuada, en el momento oportuno y en el grado exacto ya no es tan sencillo”
-Aristóteles-
Hablamos, cómo no, de las personas hipersensibles. Son especialistas en sufrir y en regalar sufrimiento. Suelen ser personalidades habitadas por los delicados velos de la falta de autoestima, el victimismo y la inseguridad. Caracteres susceptibles, esclavos de las opiniones ajenas y eternos traficantes de culpa.
En caso de establecer relaciones afectivas con este tipo de perfiles, debemos tener cuidado, porque nos pasaremos la vida cuidando cada detalle. Eligiendo la palabra adecuada, el gesto ecuánime, la acción más acertada para que nada despierte ofensas o preocupaciones.
Hasta que poco a poco embarguemos nuestra propia autoestima con los “perdóname, es culpa mía”. No es lo adecuado, es necesario evitar este tipo de dinámicas. Te proponemos reflexionar sobre ello.
Cuando el “no te enfades” deriva en la sensación de culpa
“No te enfades, no volverá a ocurrir”. “Tranquilo/a, de verdad, no te enfades ha sido un fallo mío”. Tras estas frases se esconde un tortuoso laberinto psicológico en el que podemos acabar totalmente perdidos. Utilizamos el “perdóname” como recurso extremo para intentar aliviar esa ofensa casi siempre injustificada. Pensamos incluso que es mejor cargar con la culpa si con ello logramos apaciguar el enfado de la persona hipersensible.
Ahora bien, dejar sobre nuestros hombros pesos de este calibre termina deshojando día a día nuestra integridad emocional. Ponemos en marcha lo que se conoce como “culpa defensiva”. Es un tipo de mecanismo que suelen utilizar muchas las víctimas del chantaje emocional para protegerse ante la impotencia.
Es sin duda un tema realmente complejo. Hemos de tener en cuenta también que la persona hipersensible es muy vulnerable. A pesar de que su baja autoestima les lleva a hacer interpretaciones desde su subjetividad y desde su victimismo, no podemos olvidar que a veces, estos arquitectos de la infelicidad pueden llegar a ser agresivos.
Al final, la relación con este tipo de personas se convierte casi en un especie de ritual. Todo irá bien mientras uno claudique, baje la cabeza y honre mediante sus actos y palabras al ser amado. De este modo conseguirá que no emerja el demonio de la susceptibilidad.
De mantenernos inmersos en este círculo, sin reaccionar, seremos como esas frágiles polillas revoloteando alrededor de un foco de luz. Lo haremos mientras, poco a poco, se queman nuestras alas.
Convivir con la persona hipersensible
No se trata de huir, de romper esa relación sin antes haber luchado por ella. La distancia sin batalla previa puede traer el posterior arrepentimiento. Así pues, siempre será mejor hacer todo lo posible antes de tomar una decisión más radical. Si se ama, se batalla. Si la lucha al final es inútil, no hay otra opción más que la distancia para salvaguardar la integridad personal y emocional.
Cabe señalar, como dato a tener en cuenta, que en los años 90 se realizaron una serie de estudios relacionados con hipersensibilidad. Se determinó que no estamos ante ningún trastorno: es un rasgo de personalidad. Para entenderlo mejor es necesario establecer una diferencia entre los dos tipos de sensibilidad existentes.
La primera se caracteriza por un tipo de sensibilidad orientada hacia los sentimientos de los demás. Uno puede conectar con las emociones ajenas y empatizar. El otro tipo, la “hipersensibilidad”, se enfoca hacia uno mismo como reacción a los demás. Siempre se vive en un mismo estado: en la autodefensa.
Estrategias para tratar con los hipersensibles
Hay un aspecto ante el cual hemos de mentalizarnos. Nunca nos adaptaremos como un guante a las manías, obsesiones o inquietudes del hipersensible. Si nos obsesionamos con el “no te enfades”, hasta el punto de controlar el más mínimo detalle para alguien que no “estalle”, lo que perderemos todo.
- Haremos entender al hipersensible que quien vive eternamente ofendido lo que consigue es infelicidad y distancia de los suyos.
- Antes de emitir un juicio o dar una opinión debe meditarla. Estamos cansados de ser sus dianas, de cargar con culpas, de ser ese muñeco de paja que espanta de su cabeza pájaros oscuros para que todo esté en calma.
- Hemos de ser capaces de reforzar su autoestima pero a su vez, conseguir que valore la nuestra. La piel del hipersensible puede ser muy fina, pero la nuestra ya carga demasiadas heridas.
Pedimos ante todo reconocimiento y respeto. Porque al final, nos agotamos de caminar por esos campos minados donde a la mínima estalla el enfado y el reproche. Nadie puede pasar todos sus días con este estado de alarma continua, de estrés interminable.
La vida es demasiado corta para vivirla con miedo