Nunca es tarde si el momento es bueno

Nunca es tarde si el momento es bueno
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 27 septiembre, 2019

Parece cada vez más aceptado que el tiempo se construye momento a momento, acumulando experiencias que nos mecen y empujan por corrientes circunstanciales. El profesor de física y científico alemán Georg Lichtenberg llegó a decir que nada nos hace envejecer con más rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos.

Pensar que es tarde para algo es darle alas al “nunca” y matar oportunidades y vientos de cambio en diferentes ámbitos nuestras vidas. Piensa que no es una cuestión a valorar en función del tiempo que nos queda en el día, en la semana o en la vida. Es algo que hay que valorar en función del momento en el que nos encontremos

“Cuida los minutos y las horas se cuidarán de si mismas”

-Lord Chesterfield-

Las eternas cosas pendientes

En este punto, siempre podemos lamentarnos por el tiempo perdido, el ocio sacrificado o la afición abandonada. Todo ello puede generarnos cierta ansiedad. Una ansiedad que nos lleve a rumiar pensamientos tales como “no tenía que haberlo dejado”, “con lo que me costó”, “cuándo saco el momento”. Por otro lado, propuestas inalcanzables pueden hacer que nos sintamos decepcionados con nosotros mismos al no poder alcanzar el objetivo marcado al encontrarse este fuera de nuestras posibilidades actuales.

Mujer haciendo una lista

Por otro lado, a la hora de hacernos propósitos estos tienden a girar en torno a la incorporación de actividades nuevas. No es mala idea. Sin embargo, es igual de cierto que podemos mirar a nuestro alrededor, a lo que ya hacemos o tenemos, y darle la vuelta.

Trabajar para mejorarlo, ampliar la visión al respecto y profundizar en ello. Quizás, siguiendo este camino -en apariencia más modesto- obtengamos un aprendizaje más rico que persiguiendo objetivos que se encuentran fuera de nuestras posibilidades a corto plazo, por mucho que en principio resulten más atractivos.

“Cuando decimos que todo tiempo pasado fue mejor, estamos condenando el futuro sin conocerlo”

-Francisco de Quevedo-

Reinventando un “momento” conocido

Reinterpretar alguno de los elementos que ocupan nuestro día a día puede aportar muchas más cosas si cambiamos el prisma desde donde lo miramos.

Muchas veces el crecimiento no está tan lejos como pensamos. De hecho, simplemente cambiando la perspectiva desde la que miramos muchos de los elementos que ocupan nuestra vida diaria -relaciones, conductas, objetos, etc.-podemos hacer grandes descubrimientos.

Se pueden potenciar infinidad de capacidades y habilidades si cambiamos el enfoque. Para ejemplificarlo, me basaré en una experiencia personal. Durante el periodo de Navidades, en el que he contado con una mayor cantidad de tiempo libre, comencé una propuesta de reinvención. Me centré en una actividad que hasta ese momento hacía de manera automática: la cocina. Con este cambio de perspectiva sobre una actividad que hacía “sin conciencia” me dí cuenta de que podía aportar a mi vida muchos más elementos que una rica y variada dieta.

Mesa de cocina

La cocina es un elemento que aunque motivante para algunos, puede ser una pesadilla para otros. Habitualmente lo reducimos a algo que nos sirve para socializar, para obtener nutrientes y para activar el gusto. Pero tras esto, hay otras posibilidades que no hemos explorado, y que tuve la suerte de poner en práctica y mejorar.

Más allá de lo obvio

Detrás de cada actividad hay cualidades ocultas que pueden hacer que exprimamos el momento. En mi caso particular con la cocina, descubrí varias de ellas:

  • Creatividad: algo importante en la cocina es el cambio: atreverse a imaginar nuevos platos, cocinarlos y probarlos. Esa ventaja la encontramos en esta disciplina. Es cierto que en algunas ocasiones es mejor ceñirse a una receta en concreto -especialmente en repostería-, pero eso es una parte del proceso. Piensa que este no finaliza hasta que no encuentra en paladar que no deguste el plato. Así, por ejemplo, podemos desarrollar nuestra imaginación a la hora de crear una disposición de los elementos o simplemente decorar aquello que hayamos hecho.

“Cada semana hay un desastre en mi cocina. La alarma de incendios suena varias veces, pero eso no me impide ser aventurero”

-Paul O’Grady-

  • Disciplina: la otra cara de la moneda. La precisión y los tiempos son elementos importantes para muchas tareas, de modo que para que el resultado sea bueno ambos elementos tienen que estar controlados. Aprender a medir y trabajar con instrucciones y pasos ordenados es una disciplina que apuntalará un “buen asiento” para nuestra creatividad.
  • Paciencia: en este caso, hay dos vías. La de tener paciencia con uno mismo y la de tener paciencia con la propia disciplina. Respetar los tiempos tanto de aprendizaje propio como los procesos que emprendamos, es una parte imprescindible para tener éxito. De hecho es fácil que la prisa y las ganas de terminar sean dos de los factores que influyen de forma negativa en el resultado final. Además, piensa que la cocina, como cualquier actividad de ocio, es bueno que lleve un ritmo distinto al que llevamos para enfrentar nuestras obligaciones diarias.

“No tengo tiempo para tener prisa”

-John Wesley-

  • Memoria: podemos plantearlo como un desafío. Al intentar memorizar recetas, proporciones o ingredientes entrenamos y ponemos a prueba nuestra memoria a corto y largo plazo.
  • Planificacion: actualmente es un elemento esencial en nuestro día a día. Saber cuándo, cómo y qué hacer en cada momento nos ayudará a centrar nuestro tiempo en las actividades en las que estamos y a no estar de manera constante dándole vueltas a nuestra agenda mental. Así, tener una agenda estructurada y a la vez flexible liberará recursos mentales que podemos destinar a mejorar la propia experiencia de actividad en la que estamos inmersos.
  • Tolerancia a la frustración: fallar. Entrenar y seguir fallando. Pensar que no sabemos o no podemos es un demonio que acecha en cualquier momento y en cualquier circunstancia. En esta disciplina se falla, se vuelve a empezar y posiblemente se vuelva a fallar. Todo depende de que ajustemos nuestras expectativas, analicemos los fallos y trabajemos para ir mejorando poco a poco.
Mujer abriendo las manos

No quisiera terminar sin señalar un objetivo más: la desconexión de nuestro ritmo rutinario y en muchos casos ansioso. Estar centrados en algo que nos atrape, que haga que no pensemos en otra cosa. Tanto si elegimos el camino de reinventarnos en la cocina, como si elegimos la restauración de muebles de casa, la encuadernación manual de libros muy usados en nuestras estanterías,… es igual. Encontrar una actividad con la que podamos cambiar el ritmo es fundamental para nuestro bienestar.

Mira alrededor, busca, frena, reinventa, falla, aprende y desconecta.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.