4 pasos para lidiar con un parlanchín
Hablar, comunicarnos usando la voz y la palabra, nos confiere posibilidades prácticamente infinitas de comunicación. De acuerdo con el historiador Yuval Harari, la capacidad de contarnos historias, de poner en habla ideas y conceptos abstractos y complejos es un hito evolutivo que en su momento mejoró de manera considerable nuestra capacidad de adaptación. Ya, pero, ¿qué pasa con los parlanchines?
Uno de los problemas es que hay ciertas personas que abusan de su capacidad comunicativa y tienden a hablar demasiado, olvidando que los diálogos son intercambios. Así, en este artículo encontrarás algunos pasos para lidiar con este tipo personas y evitar que terminen acaparando la conversación.
Cómo lidiar con un parlanchín: diálogo frente a monólogo
Para empezar, es importante tener en cuenta que un parlanchín no es necesariamente una mala persona. Aunque en algunos casos puede tratarse de personas egocéntricas y narcisistas, muchas veces las personas parlanchinas no son conscientes de su mal hábito.
Puede tratarse de personas que están intentando esconder su inseguridad o timidez o que pasan mucho tiempo a solas y aprovechan cualquier interacción social para desahogarse. Incluso, hay quienes hablan demasiado para ignorar sus propios sentimientos y no conectar consigo mismos y sus emociones.
Por supuesto, hay quienes sienten que sus opiniones son más válidas y fundamentadas y no se les pasa por la cabeza estar aburriendo a los demás. Creen también que son más interesantes, divertidos e inteligentes, por lo que acaparan toda conversación y olvidan un detalle vital: la comunicación efectiva es siempre bidireccional.
Al principio pueden parecer personas simpáticas, extrovertidas y encantadoras, pero después de interactuar con un parlanchín durante un tiempo puedes llegar a sentirte realmente solo y agotado. A continuación, te presentaremos una serie de pasos útiles para estas situaciones.
1. Escuchar, con una finalidad práctica…
En primer lugar, escucha lo que está queriendo contarte e intenta identificar qué espera de ti con su discurso: ¿es posible que quiera aceptación, complicidad, respeto?, ¿quiere despertar mi envidia o mis celos?, ¿quiere compartir conmigo una idea que no logra sacarse de la cabeza?, ¿necesita ser escuchado sobre algún problema que está atravesando?
Es decir, haz uso de la empatía y trata de reconocer las motivaciones del otro. Si crees que vale la pena escucharle y que estarás haciendo algo bueno por él, no hay nada de malo en permitirle que exteriorice sus ideas y sentimientos. Si, por el contrario, la conversación es banal, puedes seguir con el próximo paso.
Recuerda que, dependiendo de la situación, todos podemos tener días en los que seamos más comunicativos y acaparadores de conversación.
2. Romper el monólogo
Después de entender lo que está buscando comunicarte, vale la pena intentar hacer pequeñas interrupciones o empezar a hablar cuando la persona haga una pausa. Ya sea a través de comentarios claros y directos para hacerle ver que está hablando demasiado o de respuestas acerca de lo que te está contando, es importante que le hagas sentir que se encuentran en una conversación y que no puede monopolizar el tema.
Si el tema es interesante, puedes retomar alguna idea y complementarla; puedes mostrarle que concuerdas con su punto de vista o que discrepas de alguna de sus opiniones. Si el tema no te resulta relevante, puedes ir al siguiente paso.
3. Redirigir la charla
La asertividad es una habilidad transversal que también nos puede ayudar en este tipo de interacciones. En primer lugar, puedes intentar redirigir la conversación; compartir con el otro que deseas ser escuchado y que, por favor, se abstenga de interrumpirte.
También puedes estar atento a los intentos del otro por no ceder el control de la conversación para redireccionarla al tema principal. Para ello, puedes emplear locuciones como “retomando nuestro tema” o “volviendo a lo que hablábamos”.
Puedes hacerle notar que estás aburrido o que su monólogo no es interesante. Mirar el reloj, bostezar o revisar el teléfono pueden ser algunas opciones, aunque realmente sería mucho más valioso para ti y la otra persona que pudieras manifestarle tu descontento de manera clara y afectuosa.
Finalmente, procura no fingir interés en el tema ni indagues más de la cuenta, con esto solo lo estarás alentando a que hable más.
Si este paso no te dio resultado, el último puede ser la solución definitiva.
4. Terminar la “conversación” de manera asertiva
Por último, recurriendo a nuestra asertividad, podemos terminar la conversación diciéndole al parlanchín que ya no tenemos más tiempo o que debemos retomar nuestro trabajo. Recuerda que tienes derecho a poner límites y a gestionar tu tiempo.
Claro está, evita ofender a la otra persona, pero hazle saber que su forma de comunicación no es agradable. En caso de que la persona no cambie, quizá sea necesario que restrinjas sus posibilidades de conversar contigo. Un parlanchín siempre es más soportable en pequeñas dosis y, sobre todo, en momentos en los que tú no necesites ser escuchado.
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