¿Por qué no guardamos recuerdos de nuestros primeros años de vida?
Si te piden que recuerdes tu primer día de instituto, probablemente muchas imágenes y emociones llegarán a tu mente de inmediato. Serás capaz de describir el contexto físico, las personas involucradas y los sucesos sin mucho esfuerzo. En cambio, ¿qué ocurre si te piden que recuerdes el día que comenzaste a caminar?. Para la mayoría de nosotros resulta prácticamente imposible evocar recuerdos de nuestros primeros años.
Pero, ¿qué ocurre en realidad?. ¿Somos incapaces, durante esa etapa, de codificar recuerdos?. Si los codificamos, ¿qué nos impide recuperar esas memorias a voluntad?. Este fenómeno, que suscita un gran interés, aún no ha podido ser aclarado en su totalidad. Sin embargo, existen diversas explicaciones que dan cuenta de esta clase de amnesia que ocurre sobre nuestros primeros recuerdos. En este artículo te contamos las causas que subyacen a este proceso de olvido.
¿Por qué no tenemos recuerdos de nuestros primeros años?
Neurogénesis
Una de las respuestas más claras que la ciencia aporta sobre esta falta de recuerdos tempranos es la relacionada con la neurogénesis. Esta podría definirse como el proceso de creación de nuevas células neuronales en nuestro cerebro. Y tiene lugar, sobre todo, en el hipocampo, región asociada a la memoria y el aprendizaje.
Durante nuestros primeros años se produce una multiplicación exponencial de las neuronas, de tal forma que en el primer año de vida el cerebro posee el doble de conexiones neuronales que en la etapa adulta. Este notable crecimiento de células cerebrales tiene como fin último optimizar nuestro proceso de aprendizaje. Sin embargo, al mismo tiempo, tiene un efecto negativo sobre la memoria.
Desde que nacemos hasta que cumplimos cinco años, nuestro hipocampo se encuentra en un dinamismo constante, pues realizamos una gran cantidad de aprendizajes novedosos. Esto repercute negativamente en el arraigo de los recuerdos a largo plazo, ya que la memoria tiene una capacidad limitada y necesita deshacerse de cierta cantidad de información para poder adquirir otra nueva.
Desarrollo cognitivo
Otro hecho relacionado con la fragilidad de la memoria infantil involucra al insuficiente desarrollo cognitivo. Pensemos que en nuestros primeros años de vida no tenemos aún conciencia de nosotros mismos. Todavía nos resulta difícil percibir la distinción entre lo que somos nosotros y lo que es externo.
Por otro lado, aún no contamos con un lenguaje desarrollado, lo que influye negativamente en nuestra capacidad de asimilar conceptos y elaborar pensamientos. Sin lenguaje, nuestros recuerdos se parecen más a imágenes efímeras y difusas que a recuerdos nítidos y con significado. En nuestros primeros años no contamos con el desarrollo cognitivo suficiente para codificar recuerdos claros y sólidos.
Olvido rápido
Lo que sucede, por tanto, no es que los niños sean incapaces de elaborar contenidos en su memoria. sino que sus codificaciones son vagas e imprecisas y su olvido mucho más rápido. Los pequeños de, por ejemplo, tres años pueden recordar y relatar experiencias pasadas. Sin embargo, a los cuatro años quizá sean incapaces de relatar esa misma vivencia. En un corto periodo de tiempo, los recuerdos simplemente se han desvanecido de su memoria.
Memoria implícita
Hemos de tener en cuenta, sin embargo, que la amnesia de estos primeros años no se produce de una forma absoluta. Recordamos cómo hablar, cómo caminar o cómo cepillarnos los dientes, a pesar de que no recordemos el contexto o las circunstancias que rodearon el aprendizaje. La memoria implícita (aquella que no requiere una recuperación intencional) se mantiene.
La memoria explícita (que implica la recolección consciente e intencional de información pasada), se desarrolla más adelante y no se encuentra presente en los niños. Por ello se dificulta la tarea de traer voluntariamente a la mente estos recuerdos tempranos.
Evocando los recuerdos de nuestros primeros años
En suma, debido a la actividad del hipocampo, al inmaduro desarrollo cognitivo y a la rapidez en el olvido, no es posible recordar los acontecimientos acaecidos en nuestros primeros años de vida. Afortunadamente conservamos la memoria procedimental e implícita de todos los aprendizajes que adquirimos en esta etapa.
Queda claro, por tanto, que para poder conocer más en profundidad sobre nuestros primeros años de vida tendremos que valernos de otros recursos. Álbumes de fotos, grabaciones de vídeo o narraciones de anécdotas por parte de nuestros allegados.
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- Ortega, I. S., & Ruetti, E. (2014). La memoria del niño en la etapa preescolar.
- Anuario de investigaciones
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