Preguntas invasivas sobre tu intimidad o situación laboral: ¿dónde poner el límite?

Las preguntas invasivas hacen que te preguntes: ¿a qué ha venido eso? Este tipo de interrogantes rompen las normas básicas de conversación y pueden hacer que te sientas mal. No quieres contestar, pero tampoco herir al otro... Te contamos cómo hacerlo desde el respeto.
Preguntas invasivas sobre tu intimidad o situación laboral: ¿dónde poner el límite?
Cristina Roda Rivera

Escrito y verificado por la psicóloga Cristina Roda Rivera.

Última actualización: 24 junio, 2021

Habrá preguntas que no sepas cómo contestar, otras incluso pienses que están fuera de lugar. Son preguntas relacionadas con tu intimidad, que no se ajustan al grado de confianza que tienen con el otro. Muchas de ellas incluso pueden tener tintes de reproche o representar un agravio comparativo. Lo que tienen en común es que nos hacen sentir incómodos e incluso, con frecuencia, adoptar una actitud defensiva cuando en un principio la que habíamos adoptado era muy distinta.

Las preguntas invasivas no tienen de fondo un interés real por el otro. Son preguntas del tipo: ¿cuánto cobras al mes? ¿Vas a tener más hijos? ¿No te gustaría cambiar de piso? A veces no están en forma interrogativa y simplemente son comentarios innecesarios que nos cuestionan.

Así, hoy queremos responder a: ¿debes permitirlas? En caso de tener que dar una respuesta, ¿cómo podemos hacerlo de manera inteligente?

Mujer mirando mal a su amigo

Preguntas invasivas: cuando no sabes “a qué viene” una pregunta

Por norma preferimos el conocimiento a la ignorancia. O eso es lo que habitualmente se dice, que es normal que la gente quiera saber de los demás. En este sentido, la intimidad de otros puede despertarnos una gran curiosidad. Así, al igual que pasa con los fenómenos naturales, nos gusta saber el origen de lo que ocurre y este origen, a menudo, en las personas reside en sus motivaciones.

La sensación desagradable aparece cuando el otro intenta ir más allá de lo que entendemos que la relación permite. Que viola con sus preguntas invasivas una serie de pasos, protocolos y premisas necesarias.

Hay preguntas que es mejor no hacer a alguien que acabas de conocer o en presencia de otras personas, a las que tú puedes conocer, pero el otro no. Una regla que tienen que ver, sobre todo, con la educación.

La exposición en las redes sociales o el hecho de que casi todos tengamos un perfil público puede proyectar la sensación de que esas reglas que antes imperaban han quedado de alguna manera obsoletas. Sin embargo, las interacciones cara a cara no han evolucionado precisamente en este sentido. Parece que cada vez tenemos menos y a la vez son menos significativas.

Algunas de las preguntas invasivas más frecuentes son: ¿cuánto dinero ganas? ¿Qué edad tienes? ¿Te vas a casar pronto? ¿Y tener hijos? ¿Estás trabajando?

Cómo reaccionar ante preguntas invasivas

Las preguntas invasivas producen situaciones desagradables. Debes responder a una pregunta no esperada y que dinamita lo usual para ti en una conversación. Entiendes que el otro quizás no ha querido producirte esa sensación, por lo que intentas salir del paso intentando que entienda que por ese camino no, pero sin que se sienta ofendido.

Las preguntas invasivas no suelen hacerse para provocarnos, por mucho que no nos guste la mala educación. En primer lugar, consideremos que una persona que suele hacer preguntas invasivas suele repetirlas. La forma en la que le contestemos en un primer momento influirá en que siga o no haciendo este tipo de preguntas.

Llegados a este punto, no pasa nada por aplicar una estrategia directa y decirle al otro que no queremos contestar. Quizás en un primer momento nuestra respuesta corte el diálogo y levante una especie de barrera, pero esta no tiene por qué afectar a la relación a la largo plazo.

Buen humor y asertividad: la respuesta menos problemática

Imaginemos que estamos con una amiga y su pareja. Les estamos contando nuestros últimos viajes y nos pregunta en qué estamos trabajando “para ganar tanto dinero y viajar “.

No queremos dar una mala contestación, pero tampoco queremos compartir la información por la que nos ha preguntado.

Podemos contestar con un simple: “trabajo en algo que me gusta porque me permite hacer todos estos viajes” o “pues trabajo en algo muy bueno y lo hago muy bien para viajar tanto”. O, simplemente, podemos ser todavía más asertivas y decir “en un buen trabajo, ya te lo contará mi amiga algún día”.

Hay muchas preguntas indiscretas comunes y suelen ser las más directas y también las más indiscretas: ¿cuántos años tienes? ¿Estás casada? ¿Cuánto ganas? Definitivamente no son preguntas que nos gusten, pero siempre podemos contestar con un socorrido “pues no me acuerdo bien” o una sonrisa; mejor que con un “a ti qué te importa”.

Compañeros de trabajo hablando sobre las preguntas invasivas

Que no permitamos o toleremos las preguntas invasivas no es lo mismo que permitir que nos arruinen el día. Para ello, aunque sea paradójico, contestar siendo lo menos desagradable posible va a relajar nuestra tensión, la de todo el ambiente y va a crear unos límites desde el respeto y no desde la confrontación.

Al fin y al cabo, no somos responsables de la poca o nula educación de los demás en un momento dado, pero sí nos podemos encargar de que no nos arruinen el día. Y por último y para prevenir, evitar a esos invasores para que la próxima vez que quieran saber de ti “tengan que comprarse un libro”.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.