Psicoestimulantes, la medicina para niños molestos

Psicoestimulantes, la medicina para niños molestos
Raquel Aldana

Escrito y verificado por la psicóloga Raquel Aldana.

Última actualización: 02 marzo, 2022

Es fácil que, en un mundo en el que la prioridad es llegar a tiempo, pueda resultar perturbador que un niño comience a saltar sobre en un charco. Entonces es fácil que, cualquier conducta de niño, facilite el diagnóstico en masa de niños molestos.

Lo hemos dicho más veces: no existe niño difícil, lo difícil es ser niño en un mundo de gente cansada, ocupada, sin paciencia y con prisa. Lo normal es que un niño corretee, vuele, grite, experimente y haga de su entorno un parque temático. Lo normal es que un niño, al menos a edades tempranas, se muestre tal cual es y no tal y como los adultos quieren que sea.

Sin embargo, hay adultos que no saben disfrutar de un niño y que, por consiguiente, educan a los pequeños para que sean algo más parecido a un tiesto que a un infante. Obviamente, esta “preocupación en masa” sobre los comportamientos perturbadores e inatentos de un niño, genera diagnósticos en masa en los servicios de salud mental infanto-juvenil.

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TDAH y psicoestimulantes: niños molestos medicados con anfetaminas

El aumento de diagnóstico de TDAH a nivel mundial ha encendido las alarmas sobre todo en los sectores relacionados con la infancia y la adolescencia. La verdadera existencia del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es muy cuestionable, al menos tal y como está concebido.

Así, en la actualidad se considera que es un cajón de sastre en el que se amontonan y amontonan casos diversos que van desde problemas neurológicos hasta problemas de conducta o de falta de recursos y habilidades para manejarse en su entorno.

**Al lector especializado le gustará saber que el diagnóstico de TDAH o su equivalente en otras clasificaciones es cuatro veces mayor si se usa DMS-IV que si se usa CIE-10. Esto da una idea de lo especulativo que resulta el diagnóstico de esta “dolencia”.  

No casualmente, desde los años 90 la prescripción de psicoestimulantes se ha disparado en países como España (cuyo consumo se ha multiplicado por 20) y Estados Unidos (el cual, siendo el mayor consumidor mundial, ha multiplicado solo por cuatro su consumo).

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Debemos saber que cuando hablamos de psicoestimulantes lo hacemos sobre todo atendiendo al metilfedinato, la sustancia con estructura química similar a las anfetaminas más empleada mundialmente para el tratamiento del TDAH.

Para evaluar la buena (o mala) relación entre los psicoestimulantes y la mejora del llamado TDAH diagnosticado en niños molestos, se han realizado numerosos estudios de dudosa rigurosidad que han marcado la historia a favor de la medicalización (como el MTA).

Ocurre que la declaración posterior de su coordinador, Peter S. Jensen, no es tan difundida. Es una pena porque en ella este reconoce haber recibido honorarios bajo manga de varias multinacionales farmacéuticas que venden psicoestimulantes en EEUU.

No obstante, nuestro objetivo aquí no es entrar a valorar a fondo esta cuestión, sino favorecer distintos argumentos que nos hagan mirar con desconfianza ante un hábito preocupante: el uso y abuso de psicoestimulantes en nuestros niños.

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Debemos saber que los psicoestimulantes han sido empleados desde tiempos inmemorables para disminuir el cansancio, aumentar el rendimiento físico e intelectual y mejorar el estado de ánimo. El café, el té, el tabaco, la coca… Todos ellos son elementos naturales con un largo historial de uso (y abuso) con objeto de estimular nuestro organismo.

Pegando un salto histórico que justificaría el enlace entre medicación psicoestimulante y la aparición del TDAH, debemos saber que las anfetaminas a nivel de jurisprudencia están totalmente prohibidas en países como España. Sin embargo, hay una forma de anfematina -lisdenxanfetamina-  que está admitida para el tratamiento del TDAH de niños y adolescentes.

Esto nos lleva a plantearnos cómo es posible que los fármacos psicoestimulantes de este tipo estén admitidos y se prescriban con asombrosa regularidad. A corto plazo este tratamiento disminuye los síntomas propios del TDAH en alrededor de un 70% de los casos. Sin embargo, los efectos de los psicoestimulantes son idénticos en niños diagnosticados y en niños no diagnosticados, lo que no sugiere un efecto específico.

Tampoco este efecto es duradero, pues se observa una cronificación de ciertos problemas. Es altamente preocupante la valoración a largo plazo de los efectos de los psicoestimulantes en el cerebro infantil. Será dentro de unos años cuando conozcamos bien qué es lo que estamos haciendo con nuestros niños y qué es lo que realmente es el TDAH.

**Se recomienda la lectura del libro: Volviendo a la normalidad. La invención del TDAH y del trastorno bipolar infantil. De: Fernando García De Vinuesa, Héctor González Pardo y Marino Pérez Álvarez


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