¿Qué es la teoría de la equidad y cómo nos condiciona?
¿Alguna vez has estado en una relación que sentías que no te aportaba nada o que aportabas mucho más que la otra parte? ¿Cómo te has sentido? ¿Cómo has actuado? De esto, precisamente, habla la teoría de la equidad propuesta por el psicólogo John S. Adams en 1963. Es totalmente lógico sentirse mal cuando una relación nos aporta menos de lo que nosotros ofrecemos.
Esto se puede extrapolar a prácticamente a cualquier tipo de relación. Cuando nos sentimos así, tendemos a actuar de una determinada manera para reducir tal disonancia, tal sensación de injusticia. ¿Cómo recuperar el sentido del equilibrio, aquello que parece que buscamos continuamente? ¿Cómo afecta su búsqueda en nuestra autoestima? Os lo contamos todo a través de esta teoría propia de la psicología social.
“La felicidad no es una cuestión de intensidad, sino de equilibrio, orden, ritmo y armonía”.
-Thomas Merton-
¿Qué es la teoría de la equidad?
La teoría de la equidad es una teoría desarrollada por el psicólogo conductista John Stacey Adams en 1963, y la podemos encuadrar dentro de la psicología social. A su vez, también puede aplicarse en el ámbito de la psicología de las organizaciones. ¿En qué consiste exactamente esta teoría?
Su objetivo es explicar qué ocurre cuando sentimos que hay una relación de desigualdad entre lo que aportamos y lo que recibimos en el seno de una relación (de cualquier tipo). Y es que las personas siempre tendemos a buscar el equilibrio en todas las facetas de nuestra vida, lo que incluye (y especialmente en) las relaciones sociales. Conozcamos más sobre ella a través de sus dos elementos clave:
Comparación social y disonancia cognitiva
La teoría de la equidad se basa en dos conceptos centrales de otro autor. Me refiero a Leo Festinger, a la comparación social y a la disonancia cognitiva. La comparación social se produce cuando nos comparamos con los demás para obtener información asociada a nosotros, algo que prácticamente todo el mundo hace. Además, no nos comparamos con cualquier persona, sino que tendemos a comparar con unas que presentan unas características concretas.
En cuanto a la disonancia cognitiva, este concepto se refiere a un estado de incomodidad que experimentamos cuando lo que hacemos y lo que pensamos (o sentimos) no coincide. Así, al sentir esa incomodidad, buscamos eliminarla, a través de diferentes mecanismos: cambiando de opinión, de actitud, de comportamiento, relativizando la situación o restándole importancia, etc.
Características de la teoría
La teoría de la equidad hace referencia a diferentes puntos o conceptos. Podemos hablar de tres:
1. Comparación entre lo aportado y lo recibido
Las personas, cuando tenemos que esforzarnos para conseguir algo o cuando nos encontramos en una situación de intercambio en una relación, tenemos en cuenta (de forma consciente o inconsciente) dos aspectos: por un lado, aquello que aportamos a la relación (qué doy); por el otro, aquello que la relación nos aporta (qué recibo).
Teniendo en cuenta estos valores, tendemos a buscar el equilibrio entre lo que aportamos y lo que recibimos; buscamos sentir que la relación es justa, es equitativa.
Es decir, analizamos lo que damos y lo que recibimos, sintiéndonos cómodos cuando identificamos un equilibrio. Las aportaciones pueden venir por diferentes vías: esfuerzo, tiempo, ilusión, dinero, sacrificio… Y de la misma forma, recibir lo mismo (o elementos diferentes). Pero siempre se da un intercambio; cualquier relación humana, sea del tipo que sea, se basa en estas relaciones de intercambio.
Si sentimos una desigualdad en esta relación de intercambio (por ejemplo “doy más de lo que recibo”), aparece la disonancia de Festinger. Como consecuencia, actuamos para reducir esta disonancia -y el malestar derivado-. Nace una fuerza motivacional, un interés de cambio gracias a esa tensión percibida. Aquí también aparece el otro concepto de Festinger: la comparación social, ya que comparamos lo que aporta el otro con lo que aportamos nosotros.
2. Fuerza, motivación o tensión
Como decíamos, analizamos la relación de intercambio y en función de lo que percibimos (si sentimos que esa relación es “injusta”), aparece en nosotros una tensión interna, una fuerza o motivación. Dicha fuerza busca disminuir o eliminar la disonancia reduciendo la desigualdad percibida. Por contra, si sentimos que esa relación es equitativa, es justa, dicha fuerza no aparece.
3. El paso a la acción
Ante esa disonancia, esa sensación de desequilibrio en la relación (puede ser una relación de amistad, de pareja, laboral…), podemos operar de diferentes maneras. ¿Qué opciones tenemos?
- Reducir los esfuerzos invertidos en la relación (o el tiempo, sacrificio, ilusión…).
- Exigir más contribuciones (o implicación) por la otra parte.
- Cambiar nuestra referencia de comparación.
- Maximizar lo que estamos recibiendo por la otra parte.
- Acudir al autoengaño.
- Abandonar la relación, romperla.
Como vemos, las opciones de las que disponemos ante esa disonancia cognitiva son múltiples. Cuando hablamos del autoengaño, por ejemplo, debemos saber que suele ser más fácil modificar la visión que tenemos de lo que nos ofrecen los demás (pensar que en realidad es “más” de lo que en realidad es) que modificar la visión de lo que nosotros mismos aportamos a la relación.
En realidad, el autoengaño es una especie de mecanismo de defensa, que nos mantiene “atados” muchas veces a relaciones que, en el fondo, no nos satisfacen ni nos compensan.
¿Cómo influye en nuestra autoestima?
La teoría de la equidad habla de lo que a todos nos ha ocurrido alguna vez: sentirnos mal en una relación y no entender muy bien por qué. De la misma forma en que nos hace sentir mal recibir menos de lo que aportamos, recibir más de lo que aportamos también nos puede generar sentimientos negativos, como por ejemplo la culpa.
El balance que hacemos en nuestras relaciones tiene efectos en nuestra autoestima y en nuestro autoconcepto, ya que permanecer en una relación donde no nos sentimos valorados puede repercutir muy negativamente en nuestra salud mental.
Por ello, conviene revisar qué tipo de relaciones mantenemos en nuestra vida, qué nos aportan y si realmente nos compensan. Y una vez hecho, tomar conciencia de lo que realmente queremos en nuestra vida, para realizar los cambios necesarios para llegar a ello.
“Nuestro autorrespeto marca nuestras elecciones. Cada vez que actuamos en armonía con nuestro auténtico ser y nuestro corazón, nos ganamos el respeto. Es así de sencillo. Cada elección importa”.
-Dan Coppersmith-
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