La regla de Goldwater: no hay que especular sobre la salud mental ajena

No lo hagamos: no atribuyamos etiquetas o trastornos mentales a quienes no conocemos ni hemos evaluado. La regla de Goldwater nos insta a no hablar o especular con la salud mental de otras personas.
La regla de Goldwater: no hay que especular sobre la salud mental ajena
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 09 mayo, 2022

La regla de Goldwater es una declaración ética emitida en 1972 por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA) que estipula algo muy básico. No podemos especular con el estado mental ajeno si no se le ha evaluado personalmente. Esto afecta sobre todo a figuras públicas, a quienes es común atribuirles diversos trastornos o problemas clínicos de manera arbitraria sin saber.

Este es un fenómeno frecuente tanto en los medios públicos como en el ámbito privado. Por ejemplo, ocurrió hace unos años cuando Donald Trump llegó a la Casablanca y empezaron a realizarse especulaciones sobre los posibles trastornos que podría sufrir. Los informes sin referencias válidas pulularon durante toda su legislatura.

Sucede con Vladimir Putin o Kim Jong-Un. Muchos hablan de trastornos de espectro autista, personalidad narcisista y hasta de psicopatías. Dejamos caer términos arbitrarios sobre figuras públicas (y polémicas) y cuanto más llamativos, mejor. Asimismo, también es habitual aventurar hipótesis cuando una persona conocida se quita la vida.

Lo cierto es que pocos de nosotros conocemos la realidad de cada persona. Somos ajenos por completo a sus complejidades, sus historias y sus particularidades. Cada uno somos dueños de nuestras vidas y singularidades psicológicas y nadie, absolutamente nadie, puede ni debe juzgar desde el desconocimiento y la distancia.

mujer que sufre Cyberflashing

¿En qué consiste la regla de Goldwater?

La regla de Goldwater fue enunciada con la finalidad de prohibir a los psiquiatras y los psicólogos diagnosticar a alguien a quien no hayan evaluado personalmente. Esto que fue enunciado en los años 70, adquirió mayor trascendencia en el 2017 cuando Donald Trump llegó a la presidencia de Estados Unidos.

De pronto, empezaron a publicarse artículos sobre su salud mental. Se entrevistaban a profesionales de la psicología en múltiples medios para intentar definir qué había detrás de la conducta del presidente. El Comité de Ética de la APA recordó a toda su comunidad que no era correcto diagnosticar especulativamente a figuras públicas.

Pensemos que cada especulación lanzada al azar y sin haber realizado ningún tipo de evaluación previa a la persona deriva a menudo en el uso del prejuicio. Es más, con esos comentarios poco científicos y rigurosos, se tiende también a estigmatizar muchos trastornos mentales. Figuras como Diana de Gales en su día y Robin Williams fueron objeto constante de este tipo de elucubraciones.

¿Cuál es el origen de esta norma ética?

Investigaciones, como las efectuadas en la Universidad de Emory y la Universidad de Melbourne, destacan la historia y trascendencia de la regla de Goldwater. Tiene su origen en 1964, cuando el senador de Arizona Barry Goldwater, candidato republicano, se presentó para echar del cargo al entonces presidente de Estados Unidos, Lyndon B. Johnson.

El hecho fue que Goldwater no tuvo éxito. Bien es cierto que sus idearios en temas de impuestos no terminaron de calar, al igual que su actitud agresiva contra la URSS. Sin embargo, el dato que derribó por completo su carrera política fue un artículo en el que 1189 psiquiatras opinaron sobre su salud mental. Lo declararon no apto para el cargo de presidente.

Imaginemos lo que supuso que un grupo de psiquiatras dictaminaran que era un líder cuya forma de pensar recordaba a Hitler, Castro o Stalin. También que apelaba al sadismo y a la hostilidad inconsciente. La opinión pública dio validez a aquella opinión. Una opinión amarillista emitida sin que ninguno de aquellos profesionales hubieran evaluado al candidato Barry Goldwater.

Como podemos imaginar, se demandó a la revista por difamación. Fueron condenados a pagar una multa de 75 000 dólares y la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA) se vio obligada a enunciar la regla Goldwater para prohibir ese tipo de diagnósticos especulativos.

Barry Goldwater fue un senador que perdió su carrera hacia la presidencia a raíz de un artículo publicado en el que más de 1189 psiquiatras opinaban sin fundamento sobre su salud mental. Se publicaron afirmaciones como que era un asesino en masa de corazón y que odiaba y temía a su esposa.

Barry Coldwater

Una regla y principio ético a debate

La regla de Goldwater nos protege a todos, no solo a las figuras públicas. Nadie tiene por qué especular sobre nuestra salud mental o intentar buscar una etiqueta que explique por qué nos comportamos como lo hacemos. Si bien es cierto que vivimos un momento en el que empieza a hablarse mucho más de los problemas psicológicos, hay formas adecuadas e inadecuadas de hacerlo.

A menudo, caemos en el sesgo fácil, en el prejuicio que daña. Normalizamos realidades clínicas como la depresión o la ansiedad, pero continuamos atribuyendo estos trastornos a conductas y actitudes poco acertadas (es débil, no sabe afrontar las cosas; lo ha heredado de su madre, que también está mal…).

Seguimos reforzando sesgos negativos sobre condiciones como la esquizofrenia o el trastorno límite de personalidad. Se los etiqueta de problemáticos y hasta peligrosos, sin comprender la complejidad de dichas realidades. Todos hablamos sin saber. Todos opinamos sin conocer. Especulamos de los demás de manera arbitraria y también inhumana, sin respeto ni sensibilidad.

La regla de Goldwater no solo atañe a psicólogos y psiquiatras. Por tanto, dejemos de comentar y especular sobre la salud mental ajena sin saber. Es cuestión de respeto y también de ética.


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