Saber comprender al otro es saber respetar

Hay muy pocas personas que te comprendan de verdad. ¿Qué es lo que las hace diferentes? ¿Es su empatía, la conexión emocional que tienen contigo? En realidad, hay muchos más factores que vale la pena tener en cuenta. Los analizamos.
Saber comprender al otro es saber respetar
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 16 junio, 2020

Saber comprender a los demás es el umbral para que la empatía fluya. Solo cuando hacemos el esfuerzo por conectar con el otro para saber cuál es su realidad, sus necesidades y cuáles sus emociones, facilitamos el auténtico respeto que erige la convivencia. Porque quien entiende y empatiza con quien tiene enfrente, siente que también esa persona merece consideración y aprecio.

Pensemos en ello durante un momento. Imaginemos un mundo en que el ser humano interactúa entre sí como en un hormiguero. Cada uno cumple una función, cada miembro de la comunidad lleva a cabo su trabajo sin otra aspiración y sin otras motivaciones. Nadie se preocupa por el otro, no existe la comprensión y, por tanto, tampoco existe la empatía y esas emociones que facilitan la atención, el cuidado, la amistad, el altruismo…

Sin esos procesos la humanidad como tal, no existe. Bien es cierto que a las personas nos definen también aspectos adversos y algo conflictivos. Sin embargo, ningún proceso mental y emocional es tan decisivo para nuestra convivencia como saber comprender. Es más, por llamativo que nos parezca, pocas dimensiones son tan complejas a la vez que difíciles de llevar a cabo.

Porque quien comprende de manera auténtica al otro, lo hace de una manera muy concreta: libre de juicios y lleno de voluntades. Comprendamos un poco mejor en qué consiste esta competencia de vida.

Madre discutiendo con su hija representando lo complejo de saber comprender

Saber comprender a los demás, una asignatura pendiente

Hay pocas cosas que nos desesperen tanto como no ser comprendidos. Ya desde la infancia tomamos contacto con esa desoladora sensación, la de que nuestros progenitores, hermanos, amigos o maestros no entiendan lo que sentimos o lo que nos ocurre. Cuando esto sucede nos invade esa mezcla que va desde la rabia a la tristeza. Esto no cambia tampoco en edades adultas.

Sentirnos incomprendidos es uno de los malestares más profundos y dolorosos. Quizá por ello, sabiendo lo que supone, deberíamos esforzarnos mucho más por cuidar esta competencia, por facilitarla a los demás a pesar de que, en ocasiones, determinadas personas nos hallan fallado en el pasado. No obstante, hay que hacerlo bien.

Como señalaba Goethe, «las personas tendemos a escuchar solo aquello que entendemos». Es verdad, de algún modo solo conectamos con quienes nos son más comprensibles a nuestros ojos, con quienes armonizan más con nuestras ideas, valores y pensamientos.

Comprender, en cambio, requiere hacer siempre un mayor esfuerzo. De hecho, en ocasiones, implica algo realmente valiente: descubrir, aceptar y conectar con quien no piensa como yo.

Saber comprender no es lo mismo que saber entender

Para saber comprender a los demás de manera auténtica es necesario clarificar un detalle. Comprender no es lo mismo que entender. De hecho, la mayoría de las veces nos quedamos con la segunda dimensión, es decir, nos dedicamos únicamente a descifrar lo que las otras personas nos quieren hacer llegar. Tomamos conciencia del mensaje y de su significado, pero nada más.

Ahora bien, la comprensión implica algo más profundo. No es solo descifrar lo que nos dicen, es conectar con la realidad particular de quien tengo enfrente a través de la empatía. Es ir más allá de las palabras para intuir necesidades y sentirlas. De este modo, algo que debemos tener presente es que el proceso de comprensión es algo increíblemente activo a la vez que complejo.

Para que este proceso sea efectivo debemos aplicar lo que en psicología conocemos como la teoría de la mente. Este concepto se define como esa capacidad que tenemos las personas de inferir los estados mentales de los demás, como sus pensamientos, miedos, deseos, intenciones, etc. De este modo, comprendemos por qué hacen determinadas cosas e incluso predecimos comportamientos futuros.

Una vez procesamos toda esa información, la interpretamos para poder actuar en consecuencia. Todos estos mecanismos se integran en el acto mental de saber comprender. No obstante, tampoco podemos dejar de lado el aspecto emocional.

Dos personas conectadas representando la capacidad de saber conectar

Comprender sin prejuzgar, conectar desde la empatía

Daniel Goleman también nos habla a menudo en sus libros sobre la necesidad de saber comprender a los demás. Ahora bien, puntualiza un detalle: no se trata solo de inferir qué puede estar pensando o sintiendo la persona que tengo frente a mí. No basta solo con tomar conciencia de lo que puede estar pensando o si lo que experimenta es miedo o es tristeza.

La comprensión auténtica nunca será posible si no hay voluntad e interés. Así que de nada sirve la teoría de la mente p la inteligencia emocional si mientras hablo con mi pareja tengo la cabeza en otra parte. Además de esa voluntad, de ese sentimiento activo por abrirme al otro y comprender lo que me dice y le ocurre, también se necesita de otras dimensiones:

  • Escuchar de manera activa. Hay que ser receptivo a los demás sin mayor intención o finalidad que esa. No nos vale con escuchar mientras pensamos qué vamos a responder.
  • Otro factor básico es escuchar sin tener prejuzgar. Saber comprender es conectar con la realidad del otro libre de pensamientos previos, de juicios, de prejuicios, de etiquetas previas.

Para concluir, tal y como podemos ver el proceso que articula el concepto de la comprensión es más complejo de lo que podamos creer. A pesar de ello, todos somos capaces de ponerlo en práctica; la voluntad, en la mayoría de los casos, lo es todo.


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