7 señales de que aprendiste a inhibir tus emociones en la infancia
Crecer, madurar, convertirnos en personas adultas… ¿Puede existir un proceso más complicado y lleno de desafíos? Lo cierto es que no, porque uno de nuestros mayores retos es alcanzar la madurez con una adecuada seguridad personal e inteligencia emocional. Es así como desarrollamos nuestro potencial y somos capaces de establecer relaciones satisfactorias.
Sin embargo, una realidad tan frecuente como triste es ver a muchos adultos “emocionalmente entumecidos”. Este término hace referencia a esas marcas, lesiones o alteraciones psicoemocionales ocasionadas durante la crianza y la educación. Tener unos cuidadores poco hábiles en esta materia altera muchas parcelas de nuestro desarrollo.
Un área que se ve muy afectada cuando los cuidadores atacan o infravaloran las necesidades del niño es el reconocimiento de sus emociones. Tanto es así que es frecuente ver a hombres y mujeres que inhiben lo que sienten de forma inconsciente en su día a día. Todo sentimiento o sensación interna se procesa con incomodidad o incluso con vergüenza. Por tanto, es decisivo averiguar si también nosotros experimentamos este tipo de entumecimiento emocional…
La negligencia emocional es invisible de cara a la sociedad, pero es la que más secuela deja en nosotros.
Síntomas de que te enseñaron a inhibir tus emociones
Un niño puede estar bien alimentado, acudir al colegio bien vestido y hasta ser aplicado en sus estudios. Sin embargo, hay un tipo de maltrato invisible que pasa del todo desapercibido en la sociedad y es la negligencia invisible. En este tipo de interacción los padres descuidan o incluso vulneran las necesidades emocionales de sus hijos.
Una investigación realizada en la Unidad de genética psiquiátrica y del neurodesarrollo del hospital general de Massachusetts destaca un aspecto importante. La negligencia emocional infantil eleva el riesgo de sufrir depresión durante la adolescencia. Lo llamativo es que, mientras somos niños, no somos conscientes de este problema.
Porque nacer en un entorno en el que se descuidan o critican las necesidades emocionales favorece que esa dinámica se normalice, que uno la normalice. No tenemos con qué compararlo e integramos de manera temprana ese esquema en el que pensar que aquello que sentimos no es importante.
Solo cuando llegamos a la edad adulta nos damos cuenta de que hay algo que falla en nosotros… Lo que sucede es que nuestros progenitores nos enseñaron a inhibir nuestras emociones y estos son los signos que lo demuestran:
Si hay un área en la que tienes dificultades debido a tu patrón de inhibición emocional, es en el ámbito de las relaciones de pareja.
1. La sensación de vacío es una constante en tu vida
Si tuvieras que expresar cómo te sientes, no encontrarías las palabras adecuadas. Sin embargo, hay una imagen que surge en tu mente y es la del vacío. La experimentas a nivel somático: en tu estómago, en tu garganta, en tus manos… Se trata de una sensación que te embarga y que te llena de malestar, que te frustra al no poder (ni saber) tomar contacto con tus emociones para comprender lo que sientes.
2. Te sientes defectuoso
A medida que te has convertido en una persona adulta, te has dado cuenta de que hay algo que parece erróneo en ti, algo que te impide ser feliz, sentirte bien contigo mismo. No te agrada tu carácter, tu forma de ser, te comparas con los demás y percibes que te falta espontaneidad, confianza y seguridad personal.
3. Te incomodan muchas situaciones sociales
Es cierto que te gusta tener amigos, salir, socializar de vez en cuando y disfrutar de la conexión con los demás. Sin embargo, esos contextos de distensión, de expresión de la alegría y de la efusividad no van contigo. Esto hace que tu entorno te etiquete como vergonzoso, pero en realidad más que vergüenza es incomodidad. Te sientes como un pez fuera del agua.
4. Tu pareja te dice que eres frío o demasiado complicado
A menudo, tus parejas se sienten frustradas contigo porque dicen necesitar más de ti. Te demandan cercanía, intimidad emocional, que expreses tus sentimientos, que conectes más con los suyos. Sin embargo, no sabes cómo hacerlo, porque ese es un idioma que no conoces y te sientes perdido, hasta enfadado.
Por ello, siempre esperas a que sea la otra persona la que lo haga por ti. La que muestre afecto, adivine lo que necesitas y no necesite en exceso una validación emocional que tú no sabes ofrecer.
5. Optas por el silencio en lugar de expresar lo que sientes o necesitas
Si aprendiste a inhibir tus emociones en la infancia, te costará un mundo y un universo entero expresar tus enfados y decepciones. Aquello que te duela, que te suscite tristeza o angustia, lo guardarás en lo más profundo de tu ser. Como quien tira una piedra a un pozo y no quiere verla nunca más.
Reprimes lo que necesitas porque asumes que aquello que sientes no es importante. Y lo haces porque, al fin y al cabo, es lo que te enseñaron de pequeño.
Las personas que sufrieron aprendieron a reprimir sus emociones y desarrollan un sentido de autocrítico muy elevado sobre su propia persona. Se sienten defectuosas.
6. No te valoras y antepones a los demás
Hay una regla de tres del sufrimiento y es la siguiente: quien piensa que sus emociones carecen de relevancia, tampoco se respeta como persona. Es un principio universal que debemos tener muy presente, sobre todo, a la hora de educar a nuestros hijos. Validar, dar presencia y relevancia a cada necesidad del niño, le hará comprender que aquello que experimenta sí tiene importancia y sí merece que los demás lo tengan en cuenta.
Sin embargo, quien ha sido criado en la indiferencia convive con el vacío de la baja autoestima. Esto hace que, muchas veces, anticipen más lo que otros quieren que aquello que ellos mismos necesitan.
7. Comunicación emocional deficiente
Cuando te has habituado a inhibir tus emociones, tu comunicación se vuelve inmadura. Eres incapaz de mantener una discusión, de llegar a acuerdos; sueles enfadarte enseguida y abandonar el diálogo porque no sabes hacerte entender. Haces malabarismos con las palabras para procura ser asertivo con los demás, pero a día de hoy aún no lo has logrado.
Asimismo, las conversaciones más íntimas te incomodan porque no sabes qué decir o cómo expresarte. Te gustaría dominar más el idioma de las emociones, pero eres consciente de que tienes serias limitaciones en este aspecto…
¿Cómo superar mi inhibición emocional?
El esquema de inhibición emocional es una distorsión que tiene su origen en la infancia y que podemos reformular, sanar, corregir. Nunca es tarde para habilitarnos en el correcto ejercicio de la inteligencia emocional. Tomar contacto con aquello que sentimos, identificarlo y ponerle nombre es un gran paso. Seguidamente, llega el ejercicio más decisivo: saber qué hacer con la emoción sentida.
Por otro lado, también será imprescindible aprender técnicas de comunicación emocional y de fortalecimiento de la autoestima. Tal y como hemos señalado, crecer en un entorno en el que nuestras emociones se pasaban por alto o se castigaban hace que nosotros mismos nos invalidemos. Es prioritario reparar la visión que tenemos de nosotros mismos para poder construir relaciones más saludables y sentirnos dignos de trabajar en nuestros sueños.
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