Sensibilidad a la recompensa y sensibilidad al castigo: ¿qué tipo de persona eres?

La sensibilidad a la recompensa y la sensibilidad al castigo influyen en cómo nos sentimos, cómo percibimos las oportunidades y qué decisiones tomamos. ¡Descubre cómo te influyen a ti estos procesos!
Sensibilidad a la recompensa y sensibilidad al castigo: ¿qué tipo de persona eres?
Elena Sanz

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz.

Última actualización: 29 julio, 2022

En la vida hay personas abiertas, optimistas y arriesgadas; de esas que siempre ven las oportunidades y adoran la novedad. Por otro lado, también hay individuos evitativos, que no pueden evitar prestar atención a los riesgos y prefieren mantenerse dentro de lo conocido.

Realmente, ninguna de estas dos personalidades es mejor que la otra, pero dichas tendencias sí causan grandes diferencias en nuestro día a día. Por esto, queremos hablarte de la sensibilidad a la recompensa y la sensibilidad al castigo.

El modo en que percibimos las situaciones, cómo nos sentimos y las decisiones que tomamos están muy influenciadas por estos factores. Es por esto que hay quienes acogen con agrado los desafíos y se dejan llevar por sus impulsos, y quienes son más cautelosos y comedidos. Si quieres saber a qué se deben estos rasgos, te invitamos a seguir leyendo.

Mujer pensando
Las personas con alta sensibilidad al castigo suelen ser precavidas y cautelosas.

Sensibilidad a la recompensa y sensibilidad al castigo

Los dos términos se engloban dentro de la teoría de la sensibilidad al reforzamiento (TSR) propuesta por el psicólogo Jeffrey Alan Gray en 1970. Se trata de un modelo neuropsicológico sobre emoción, motivación y aprendizaje que da cuenta de la influencia que tienen determinadas circunstancias sobre nosotros.

Gray postula que existen tres sistemas que forma parte de este proceso:

El sistema de aproximación conductual

El sistema de aproximación conductual (SAC o BAS) es un sistema de feedback positivo. Se encarga de predecir la sensibilidad a la recompensa de cada persona, ya que actúa ante estímulos positivos, apetitivos y oportunidades que se nos presentan. Genera activación y orientación hacia la recompensa; por ello, está relacionado con el optimismo, la impulsividad y la tendencia a correr riesgos.

Quienes tienen muy desarrollado su sistema de aproximación conductual identifican en menos tiempo y de una manera más acertada las oportunidades que ofrece una situación, tienden a perseguir metas y alcanzarlas, experimentando de manera más frecuente sus efectos positivos, como la alegría o la esperanza.

El sistema de lucha-huida-parálisis

Este sistema (SLH) responde ante estímulos aversivos (desagradables o que pueden generar consecuencias negativas). Lo hace generando reacciones de evitación o escape. Se vincula con afectos negativos, como el dolor, la ansiedad y la preocupación y nos mantiene alerta ante los posibles riesgos del ambiente.

Se trata de un mecanismo de supervivencia útil y necesario. Sin embargo, también encierra un riesgo: en ocasiones se activa en situaciones que no suponen realmente un peligro, y nos lleva a desplegar conductas que no son las más adecuadas. Por ejemplo, perder valiosas oportunidades por no atrevernos a tomarlas y actuar.

El sistema de inhibición conductual

Este tercer sistema, también conocido como SIC o BIS (por sus siglas en español y en inglés), actúa como mediador entre los dos anteriores. Es el que media en la resolución del conflicto entre la tendencia a la aproximación (generada por el BAS) y la tendencia a la evitación causada por el sistema de lucha-huida-parálisis.

El hecho de que en una circunstancia determinada respondamos aproximándonos o evitando dependerá del BIS o de nuestra sensibilidad al castigo. En algunas personas, esta sensibilidad será tal que hará saltar el SLH a partir de umbrales muy bajos. Esto es porque percibirán como muy amenazantes situaciones que, para otros, pueden no serlo tanto.

Así, para evitar el castigo, para evitar experiencias y emociones desagradables, la decisión será huir o evitar, permanecer en lo seguro o quedar en un segundo plano. En definitiva, inhibir la conducta.

Por el contrario, si tienes una baja sensibilidad al castigo, no percibirás las señales como tan amenazantes, no será tan relevante para ti la posibilidad de que algo pueda salir mal. Por ello, es más probable que se active tu sistema de aproximación y decidas actuar y arriesgarte.

Hombre en un camino oscuro
Las personas con alta sensibilidad a las recompensas están muy abiertas a conocer personas y lugares nuevos.

Sensibilidad a la recompensa y sensibilidad al castigo: ¿cuál está más marcado en ti?

Ya hemos dado algunas pinceladas de lo que suponen ambas tendencias; pero, para identificar más claramente cuál está más activa en ti, estas son algunas señales en las que puedes fijarte.

Si tienes una alta sensibilidad a la recompensa (y una baja sensibilidad al castigo):

  • Percibes las oportunidades con más facilidad.
  • Sientes una menor aversión al riesgo.
  • Estás muy abierto a conocer nuevas personas y lugares.
  • Con frecuencia, te sientes optimista, ilusionado o emocionado ante los desafíos.
  • Generalmente, estás de buen ánimo y son pocas tus preocupaciones.
  • Te gusta ser el centro de atención, recibir aprobación y admiración.
  • Sueles estar enfocado en disfrutar y piensas que “ya te ocuparás de las dificultades cuando surjan”.

Por el contrario, si tienes una alta sensibilidad al castigo (y una baja sensibilidad a la recompensa):

  • Sueles percibir con facilidad los riesgos, posibles contratiempos y pérdidas potenciales.
  • Ante un desafío eres previsor y cauteloso; necesitas saber que serás capaz de cumplirlo antes de asumir el riesgo.
  • Tiendes a sentirte indeciso y preocupado ante decisiones y proyectos importantes. Los analizas varias veces y en profundidad y con frecuencia dudas de tu capacidad para completarlos con éxito.
  • Prefieres las personas, los lugares y las dinámicas que ya te son conocidas y familiares, aquellas en las que sientes que tienes el control y sabes qué puedes esperar.
  • Generalmente, optas por pasar desapercibido o quedar en un segundo plano en lugar de arriesgarte al juicio ajeno.
  • Con frecuencia te sientes inquieto, preocupado y angustiado.
  • Si no estás seguro de que algo saldrá bien, optas por no tomar acción.

Estas situaciones plantean extremos poco usuales; la mayoría de nosotros estamos en algún punto intermedio. Sin embargo, hacernos una idea de nuestra sensibilidad a la recompensa y al castigo puede ayudarnos a conocernos mejor, a entender por qué nos sentimos y actuamos de determinado modo y, si lo consideramos necesario, a realizar algunos cambios.


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  • Pascual Nicolás, D., Pascual Nicolás, T., Redondo Delgado, M., & Pérez Nieto, M. Á. (2014). Sensibilidad a la recompensa y al castigo, personalidad, impulsividad y aprendizaje: un estudio en un contexto de violencia de pareja. Clínica y Salud25(3), 167-174.

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