Ser "buena persona": una trampa dialéctica
Te invitan a un cumpleaños, no conoces a nadie, pero la chica del cumpleaños te insiste en que vayas. Llegado cierto momento de la conversación, esta te dice “no pasa nada porque no conozcas a nadie, yo te presento a Jorge, un buen amigo, que es muy buena persona, ya verás como conectáis y os lleváis bien”.
Realmente, esta situación no tiene nada de extraño, ni de ficticio. A menudo, cuando vamos a conocer a otras personas, nos llegan referencias de otros sobre cómo son. Esta información nos ayuda a contextualizar el momento de conocer a esa o esas personas y a reducir la incertidumbre.
Sin embargo, es muy curioso que la falta de tiempo o nuestra innata tendencia a simplificar la realidad nos empuje a facilitar este tipo de información de una forma muy polarizada y superficial. Tanto es así, que todo el mundo comprende cuando se etiqueta a alguien de “buena persona” o de “mala persona”. Profundicemos.
¿Qué significa ser buena persona?
Tal vez esta sea una pregunta más difícil de responder de lo que pueda parecer. Ser “buena persona” engloba todo un conjunto de conductas, cogniciones, actitudes y motivaciones tan extenso que es imposible delimitarlo.
Además, no solo es difícil delimitar este concepto en sí mismo, sino que además es extremadamente complicado realizar una definición que trascienda toda cultura, sociedad y colectivo. Es decir, es probable que a lo que llamamos “ser buena persona” en una cultura determinada, poco tenga que ver con la noción de este concepto en otra diferente.
Incluso dentro de la misma cultura, el contexto determina el significado de este concepto. ¿Crees que el concepto de “buena persona” sería igual en una dictadura que en una democracia? ¿sería igual en un contexto de escasez y necesidad que en un contexto de abundancia? Probablemente no.
“Buena persona” es un constructo formado por dos palabras. Ser persona es una cuestión de orden metafísico que quizá en este contexto y en el tema que nos ocupa no merece la pena entrar.
Sin embargo, el elemento clave aquí es la bondad. Sin duda, una cualidad total y absolutamente subjetiva, susceptible de evaluación por parte de cualquiera. Esa evaluación, la de si alguien es bueno o malo, está influenciada por muchísimas variables, como la historia de vida de quien evalúa, su personalidad, su contexto social y familiar, largo etcétera.
Por ejemplo, no es raro que las personas que llevan cometiendo delitos desde la infancia puedan llegar a empatizar con los antagonistas de películas, series o novelas, justificando sus conductas delictivas y atribuyéndoles unas intenciones nobles.
Una autoexigencia mal fundamentada
Nuestros padres y profesores suelen expresar que su deseo , cuando somos pequeños, es que nos convirtamos en buenas personas. De hecho, este deseo, que se manifiesta de muchas formas a través de un estilo educativo concreto, está presente desde los primeros años de nuestra infancia.
Como si de una semilla se tratara, va creciendo y se va integrando en nuestra concepción de la ética. Pero, tal como se ha mencionado anteriormente, la noción de ser “buena persona” está muy presente en nuestra forma de vivir y al mismo tiempo está poco definida.
¿Qué hace falta para ser buena persona? La tendencia de tratar de ser buenas personas se traduce en realizar acciones que no generen daño o que supongan un beneficio directo o indirecto para alguien. El problema viene cuando esta tendencia se convierte en algo cercano a una obsesión.
Y es que si concebimos que para ser buena persona no podemos dañar a nadie y hemos de tener el control total de nuestra conducta todo el tiempo, el panorama no parece muy alentador. En la vida, a veces dañamos a gente, con o sin intención, y perdemos el control, hacemos o decimos cosas de las que nos podemos arrepentir… En definitiva, nuestra condición nos predispone a cometer errores que pueden afectar a otros y dañarles.
Entonces, ¿no hay buenas y malas personas?
No es que haya o deje de haber buenas o malas personas. Más bien, la forma que tenemos de obtener y facilitar información de una persona es disfuncional la mayoría de veces. ¿Cómo crearnos una idea fidedigna de la bondad de una persona? Tal vez sea más interesante una evaluación sobre la conducta de la persona que sobre la propia persona.
No, no existen personas buenas o malas. Existen conductas que pueden ser consideradas y reducidas a “buenas” o “malas”, pero aún así, es necesario contextualizarlas, ya que a veces una conducta determinada puede ser socialmente considerada como dañina, pero al situarla en un contexto, la imagen de esta conducta puede cambiar e incluso llegar a ser considerada como positiva.