El síndrome del niño rico

El síndrome del niño rico
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 06 agosto, 2023

Los padres de hoy en día no lo tienen fácil. La principal dificultad a la que se enfrentan es a la de tener que dedicar muchas horas al trabajo y poco tiempo a sus hijos. Como consecuencia, estos últimos pueden llegar a experimentar un vacío que en ocasiones, se trata de compensar a través de caminos equivocados. De esa encrucijada puede surgir el síndrome del niño rico.

Este síndrome no solo puede afectar a aquellos que crecen en una familia adinerada, sino que es un fenómeno que afecta tanto a niños de familias ricas como de clase media. Lo de “niño rico” viene dado más bien por las características de la crianza, no por el tema económico.

No eduques a tu hijo para que sea rico, edúcalo para que sea feliz. Cuando crezca sabrá el valor de las cosas y no su precio”.

-Anónimo-

El síndrome del niño rico también se conoce con el nombre de “affluenza” o “ricopatía”. Tiene que ver con el niño que es mimado y malcriado, fruto de una educación basada en el exceso. Por lo que este síndrome no es una condición asociada a la clase social sino al tipo de educación y relación que los padres establecen con su hijo.

¿Qué es el síndrome del niño rico?

Se define como síndrome del niño rico al conjunto de desórdenes que se producen en un niño cuando tiene todo en exceso.  En realidad, “todo” no. Más bien “todo” de lo que ellos pidan. Además, a lo que los niños desean, también se suma lo que los padres les dan por cuenta propia: privilegios, acceso a aprendizajes adicionales y experiencias que, según ellos, pueden volverlos mejores.

La cuestión es que el comportamiento de los padres, sobreprotector o facilitador de excesivos bienes material, tiene como consecuencia el desarrollo de problemas y dificultades de desarrollo emocional en sus hijos. 

Niño con síndrome del niño rico aburrido

Ralph Minear, profesor de pediatría de la Universidad de Harvard, propone una serie de preguntas para evaluar si un niño está siendo educado dentro del síndrome del niño rico:

  • ¿Le compran frecuentemente regalos caros, así no haya ocasiones especiales?
  • ¿Se dejan de hacer gastos para el hogar con el propósito de complacer algún deseo del chico?
  • ¿Al niño se le permite ver más de dos horas de televisión al día?
  • ¿Lo matriculan a diferentes tipos de actividades extraescolares, sin que él lo haya pedido?
  • ¿Se le da una recompensa en dinero, o en especie, cuando realiza una buena acción?
  • ¿El niño se queja frecuentemente de que está aburrido? ¿No sabe cómo entretenerse, aunque tenga su habitación llena de juguetes?

Si cualquiera de esas preguntas se responde con un “sí”, es probable que se esté educando al pequeño para que desarrolle el síndrome del niño rico. Esto se debe, en la mayoría de los casos, a que los padres no tienen suficiente disponibilidad para sus hijos. La forma de compensar esa falta es dándoles un exceso de libertad, flexibilizando las normas y atosigándolos de objetos y de experiencias. Suponen que así les dan una “vida mejor” a la que ellos vivieron y que los están preparando para ser “mejores” que los demás.

El ciclo de crianza

La mayoría de estos padres dicen que no hacen más que trabajar para poder dar a sus hijos una vida llena de comodidades. Asumen que eso es lo que quieren los chicos: objetos caros, escasas limitaciones y muchas actividades programadas para pasar el tiempo. Creen que cuanto más “lleno” de todo esté un ser humano, más feliz es. Por contraste, cualquier deseo no satisfecho, cualquier vacío, para ellos equivale a sufrimiento e infelicidad.

Niño con traje, ordenador y dinero

Estos padres también quieren poner a sus hijos en la ruta del éxito total, cuanto antes. Quieren capacitarlos para que estén por encima del promedio. Por eso los inscriben en gran cantidad de cursos y actividades extraescolares. No permiten que los niños descubran por sí mismos cuáles son sus gustos y sus aptitudes y que los desarrollen de forma natural. De modo que los niños acceden al mundo adulto a una edad temprana.

Sin embargo, al final no encuentran a ese niño feliz y plenamente realizado, sino a un niño inconforme, infeliz, rebelde, con carácter débil y, al mismo tiempo, obstinado.

Presión y desafecto

Los niños actuales no son tan diferentes a los de antes. En el fondo de sus corazones subsisten las mismas necesidades que tenían los niños de hace 20 años. Quieren jugar, reír, interactuar con la naturaleza, con los animales. Sobre todo, quieren ser amados. La presencia de sus padres les da una confianza y una sensación de bienestar que es insustituible.

Algunos padres no entienden por qué su hijo se ve a veces tan frustrado y molesto, se enferma mucho o desarrolla ciertas fobias. Ellos tienen buenas intenciones, pero no alcanzan a ver la diferencia que hay entre apoyar a un niño para ayudarle a desarrollar todo su potencial y complacerlo y presionarlo.

El pediatra Ralph Minear expresa cinco consejos para la educación de los niños, que bien vale la pena tener en cuenta:

  • Cuando hay demasiada libertad, el resultado puede ser la desorientación moral y la falta de disciplina
  • Demasiados regalos materiales suelen ser el sustituto de la compañía y el afecto genuino de los padres
  • Si hay demasiada presión para que sobresalgan, es frecuente que los chicos respondan con estrés y dificultad para definir sus propias metas
  • Un exceso de información, a una edad inadecuada, lleva a la confusión
  • Demasiada protección les impide prepararse para enfrentar los retos de la vida

Es importante entender que el sano desarrollo de un niño depende en gran medida de un equilibrio entre los deseos cumplidos y las frustraciones. Entre las conquistas de libertad personal y los límites que impone la realidad. Una buena crianza se basa en el amor genuino, ese que es capaz de enseñarle a un niño a darle valor a cada objeto y con él, a cada experiencia.

Imágenes cortesía de Shiori Matsumoto


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