El síndrome de sobrecarga informativa, todo lo que debes saber
El síndrome de sobrecarga informativa es el nombre clínico para lo que en el lenguaje popular se conoce como “obesidad informativa” o “infoxicación”. Se trata de una condición en la que la cantidad o la intensidad de la información sobrepasa la capacidad de un individuo para procesarla.
Cuando ocurre lo anterior, aparecen diferentes síntomas que incluyen estrés, ineficiencia en el trabajo, lentitud en la toma de decisiones, falta de perspectiva, mayor tolerancia al error, confusión, ansiedad y un largo etcétera. Sabemos que cada persona puede responder de una manera muy diferente al síndrome de sobrecarga informativa.
Las manifestaciones del síndrome de sobrecarga informativa varían dependiendo de dos factores. El primero es la condición subjetiva de cada individuo. El segundo es el grado de estimulación informativa que recibe cada persona en concreto. Los efectos pueden ir desde un estado de estrés pasajero hasta cuadros severos.
“Simón planteó que, en un mundo rico en información, la abundancia de esta significa escasez de algo más, lo que sea que la información consume. Y esto es bastante obvio: consume la atención de sus destinatarios. Por lo tanto, una gran cantidad de información crea una pobreza de atención y la necesidad de asignar esa atención de manera eficiente entre la sobreabundancia de fuentes de información que podrían consumirla”.
-L.E. Parra-Medina, F.J. Álvarez-Cervera-
¿Qué es el síndrome de sobrecarga informativa?
Las nuevas tecnologías han hecho que estemos expuestos a más información que nunca en la historia. Aunque se habla de sobrecarga informativa desde los años 70, solo hasta la última década el fenómeno comenzó a ser preocupante. La cantidad desbordante de información afecta la salud física y emocional de algunas personas.
No existe una medida estándar para saber cuándo se sobrepasa el límite de la cantidad de información que una persona puede recibir y procesar. Esto depende de la edad del receptor de la información, de su estado psicológico, su condición económica y su grado de instrucción, entre otras variables.
En general, las personas más jóvenes y los más mayores son más propensos a desarrollar el síndrome de sobrecarga informativa. También lo son las personas con menos años de instrucción escolar, los más pobres y, curiosamente, aquellos que disponen de menos dispositivos tecnológicos en su día a día.
Así mismo, hay mayor riesgo cuando recibir información afecta al sueño o se produce en el marco de ambientes ruidosos y con gran cantidad de estímulos sensoriales.
Bombardear el cerebro
El cerebro humano tiene una capacidad limitada para procesar un volumen considerable de información al mismo tiempo. Lo que este órgano hace es descartar buena parte de esa información y priorizar aquella que considera más relevante. Esto es la esencia de la atención, es decir, el proceso por el que la mente se enfoca en algo específico.
Cuando tiene que atender a muchos datos a la vez, se presenta un fenómeno conocido como “ceguera por falta de atención”. El experimento del gorila, un clásico en su género, ilustra a la perfección ese estado. Tiene que ver con la imposibilidad de percibir una realidad evidente, en razón a que el enfoque está puesto en otra cosa al mismo tiempo.
Los déficits atencionales conducen más fácilmente al error. La neurociencia tiene la hipótesis de que los límites de la capacidad del cerebro para mantener una percepción óptima dependen directamente del metabolismo celular cerebral. Este se mantiene constante, sin importar la cantidad de demandas de procesamiento mental que se hagan.
Dicho de una manera más sencilla, no importa si una persona necesita o quiere estar atenta a mil cosas a la vez. El cerebro, en razón a sus procesos biológicos, solo atenderá a un número limitado de esos estímulos. De ahí en adelante, deja de procesar correctamente lo que recibe. Por lo tanto, bombardear el cerebro conduce al síndrome de sobrecarga informativa.
Nuevas tecnologías y sobrecarga
Los expertos han indicado que las nuevas tecnologías no son llamativas por sí mismas. Más allá de lo atrayente que pueda resultar el contenido multimedia, los algoritmos de internet hacen un rastreo minucioso de los gustos y los deseos de cada uno de los usuarios. Sobre esa base, refuerzan la consulta continua a esos contenidos.
Así, las personas consultan contenidos al azar porque saben que recibirán alguna información gratificante, en virtud del algoritmo que está presto a complacer. Esto no solo lleva a que la gente esté muy atenta a buscar contenidos, sino que también desata el deseo de seguir haciéndolo de forma continua, incluso cuando no es razonable que lo haga, como durante el trabajo.
Además de los contenidos de internet, también está la información continua que se recibe a través de los medios de comunicación tradicionales y los múltiples estímulos que hay en la vida urbana. Todo en conjunto es mucho más de lo que el cerebro puede procesar. De este modo, se produce el síndrome de sobrecarga informativa que viene a ser como vivir en una eterna resaca, que no deja pensar con claridad.
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- Parra Medina, L. E., & Álvarez Cervera, F. J. (2021). Síndrome de la sobrecarga informativa: una revisión bibliográfica. Revista de Neurología, 73(12), 421-428.