Sociedad, virtualidad y pareja: el triángulo amoroso de la actualidad

Muchas parejas han incluido en su relación un tercer elemento que puede ser realmente peligroso: los espectadores y seguidores digitales. Lo analizamos.
Sociedad, virtualidad y pareja: el triángulo amoroso de la actualidad
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 07 noviembre, 2022

Las redes sociales se han convertido en mediadoras de las relaciones amorosas. Así mismo, en ocasiones puede dar la sensación de que las parejas actuales necesitan testigos en esas redes como garantes de la relación. En parte, por eso, a veces se habla de un triángulo amoroso. ¿Cómo puede ser esto? Las redes y los otros intervienen en los vínculos casi como si fueran un tercero.

Son muchas las parejas que se conforman a partir de encuentros en el marco de la virtualidad. Así mismo, los vínculos que se establecen de manera presencial suelen introducir un componente virtual en su dinámica. Esto tiene repercusiones importantes, y sienta las bases para configurar un auténtico triángulo amoroso.

La presencia en las redes sociales hace más difícil el reto de que cada uno mantenga su espacio personal. En la red es más complicado saber dónde comienza o termina el mundo de cada individuo. Además, no es raro que algunas parejas tiendan a convocar a una suerte de auditorio que termine entrometiéndose en el vínculo. Un tercer vértice que no suele hacer precisamente más fuerte al vínculo.

El mundo disfruta de Internet como si se tratase de un juguete. Sin embargo, es el arma más poderosa creada por el hombre”.

-Rubén Serrano-

El triángulo amoroso en la virtualidad

Pareja haciéndose un selfie
Exponer el día a día de la relación de pareja tiene consecuencias sobre el vínculo.

El amor digital, o con fuerte componente digital, introduce la posibilidad de televisar, prácticamente en directo, la relación. En una esquina está la pareja y en el otro extremo está una suerte de auditorio que puede pedir, o incluso exigir, información sobre lo que ocurre en la relación. El triángulo amoroso queda completo.

Algunos no solo tienen que soportar la presión de intentar gestionar con acierto las expectativas propias o las del otro, sino que también se ven obligados, de alguna manera, a tener en cuenta las de ese público improvisado. Así, algunas preguntas -como: ¿qué dirán sobre nosotros?, ¿cómo nos verán?- pueden terminar condicionando las actuaciones de uno y otro.

Por otro lado, la necesidad de fotografiar y compartir cada momento es también un síntoma que apunta en esta misma dirección. Las personas que entran en esta dinámica pueden llegar a sentir que la felicidad no existe realmente si no hacen a los demás partícipes de la misma. Así, puede llegar un momento en que los principales puntos de referencia sean los testigos de la red, junto a sus reacciones.

Es habitual que esta sucesión de acontecimientos haga que todo evento, ya sea grande o pequeño, se registre en una foto, y no con el objetivo de conservarlo en la memoria, sino como una forma de obtener un refuerzo de los demás.

Muchos perfiles son una auténtica colección de fotos de “los dos” en diversas circunstancias. Cuando sucede lo descrito, los límites entre lo privado y lo público se difuminan, haciendo que “el juego” se vuelva todavía más dependiente, tirano, cruel y peligroso por la perversión de los refuerzos que produce en relación con la pareja.

Las implicaciones de las redes

La virtualidad, el hecho de poder saber dónde está el otro en todo momento, enmascara muchas actitudes celosas. En este tipo de dinámica, hacerle una especie de seguimiento o marcaje al otro es muy sencillo.

El problema realmente serio puede aparecer cuando la persona celosa deja de tener esta información. Por ejemplo, porque el otro decide dejar de publicar todo lo que hace en redes sociales o incluir a más personas, que no son su pareja, en sus publicaciones.

En diferentes aspectos, incluidas las relaciones de pareja, las redes sociales se han convertido en ese espacio en el que todo y nada se ve. Lo que entra en juego aquí es una narrativa ficticia de las vidas y de las relaciones. Aun así, este ámbito tiene suficiente peso como para dar lugar a un triángulo amoroso: hay un “otro” continuo que funciona como telón de fondo en el vínculo.

Los efectos del triángulo amoroso

Mujer y hombre en móviles enviándose un beso
La virtualidad de las relaciones está provocando relaciones más cortas, menos íntimas y más vacías.

El triángulo amoroso que se forma en las redes sociales, entre la virtualidad, la comunidad y la pareja es causa y consecuencia de varios rasgos de las relaciones actuales. Cada vez se habla menos de enamorarse o comprometerse y más de “relacionarse”. El vínculo de pareja ha terminado jugándose en el mercado de la imagen.

La exposición pública de los avatares de la pareja termina restándole intimidad a esta. No se miran el uno al otro, ni miran en la misma dirección, sino hacia la misma pantalla. Incluso, no son pocas las parejas que terminan sosteniendo una relación a punta de posts, emojis y chats que nunca cesan.

El efecto general del ecosistema descrito son relaciones menos duraderas, más superficiales y menos cómplices. Además, es muy frecuente que aparezca la ansiedad porque el público no siempre reacciona de la manera en la que uno o los dos quieren. Por muy poderoso que sea el refuerzo, los demás no están ahí para aplaudirnos ni normalmente tampoco se pasan por nuestros perfiles para hacerlo.


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