Técnicas y rituales para el cierre de la terapia

El cierre de la terapia puede causar miedo y desasosiego en el paciente que sigue adelante solo. Algunas técnicas ayudan a prepararlo para afrontar esta etapa.
Técnicas y rituales para el cierre de la terapia
Lorena Vara González

Escrito y verificado por la psicóloga Lorena Vara González.

Última actualización: 30 septiembre, 2022

Todo duelo, despedida o cierre en nuestras vidas nos llena de incertidumbre y miedo hacia lo que vendrá. Sobre todo si en la etapa que cerramos contamos con un apoyo con el que ya no contaremos. Nos llenamos de temores que también suelen aparecer cuando se acerca el fin de un proceso terapéutico. En este caso, cuando se han conseguido los objetivos que inicialmente se plantearon en la terapia, nos enfrentamos a la despedida o cierre de la terapia. Esto puede implicar miedo a las recaídas y a no ser capaces de enfrentarnos al mundo sin la seguridad que puede aportar el respaldo psicológico.

Estos miedos son muy comunes y, por tanto, para garantizar un buen final al proceso terapéutico, deben de ser tratados en la terapia antes de darla por concluida. Para ello se suelen utilizar diferentes técnicas destinadas a diferentes objetivos, todas ellas relacionadas con el temor al que nos referimos:

  • Ayudar a que el paciente se atribuya los méritos de los cambios que se han producido en el proceso terapéutico.
  • Crear “mecanismos de seguridad” que faciliten el enfrentamiento a posibles recaídas o crisis.
  • Facilitar la transición de una vida con terapia a una vida sin ella.

Aunque esto pueda parecer sencillo, cada paciente y cada proceso terapéutico son diferentes, por lo que se tiene que analizar cada caso de manera individual. Teniendo en cuenta esto, en el siguiente artículo vamos a tratar de forma general cómo ayudar a nuestros pacientes a afrontar el cierre de la terapia con éxito.

Mujer disfrutando al aire libre tras el cierre de la terapia psicológica

Un buen cierre de la terapia se produce cuando el paciente asume como propio el mérito del cambio

Cuando un paciente entra en una consulta psicológica, normalmente lo hace con la expectativa de que sea el psicólogo el que solucione sus problemas. Esto suele suceder porque estamos acostumbrados al modelo médico, en el que un profesional nos receta una solución externa que no suele implicar ningún cambio excepcional en nuestras vidas. Al menos no más allá de tomar una pastilla a determinadas horas.

Pero, como muchas personas desconocen, un buen psicólogo no trabaja así. En una terapia psicológica lo que se busca es que el paciente que inicia la terapia, en un rol inferior y expectante al del psicólogo, acabe convirtiéndose en su mejor terapeuta: dominando y utilizando de manera efectiva las herramientas que el psicólogo le ha facilitado.

Esto no implica que, cuando una persona ha tenido un problema psicológico y lo ha tratado con éxito, se encuentre capacitada de manera autónoma para atender a otros o darles consejos. Sino que, como experto en sí mismo y en su propio problema, es capaz, una vez pasado el cierre de la terapia, de aplicarse a sí mismo todo lo que ha aprendido en esta sin la necesidad de un acompañamiento o supervisión psicológica continua.

Es muy importante que este mensaje sea transmitido de manera clara por los psicólogos a sus pacientes. Hay que hacerles saber que son los propios pacientes los partícipes y principales valedores de los cambios establecidos en su vida. Nosotros, como psicólogos, solo les hemos ayudado a alcanzar su bienestar intentando potenciar sus capacidades con herramientas muy específicas. Más allá de este punto, son los pacientes los que las han puesto en práctica y recogido los resultados: son ellos los que han caminado hasta el punto en que se encuentran.

Para tratar este tema en el cierre de la terapia suele ser positivo pedirle al paciente que reflexione sobre lo que ha aprendido. También se le puede pedir que escriba una carta a su yo del pasado: ese que acudió en busca de ayuda psicológica para afrontar un problema que ya ha resuelto o ha aprendido a manejar. Esto hará que adquiera e interiorice una perspectiva distinta sobre lo que es capaz de hacer, sirviéndole este ejercicio de toma de conciencia como gran ayuda ante posibles recaídas.

Mujer en una vía de tren confiando en la suerte y la ley de la atracción

Los “mecanismos de seguridad” esenciales ante las posibles recaídas

Los “mecanismos de seguridad” son aquellos recursos que el paciente debe de tener a su alcance para poder hacer frente a las posibles recaídas. Estos mecanismos incluyen, desde la explicación de su problema al principio de la terapia, a la normalización de las “caídas” como una fase más del problema.

Al inicio de todo proceso terapéutico debe de explorarse los antecedentes y consecuentes de todo problema por el que se acude a terapia. Este análisis debe de incluir a las situaciones o personas que facilitan o provocan la aparición del problema, pero también a las emociones que hacen que aflore.

Estos datos son muy importantes para llevar a cabo un tratamiento personalizado y exitoso, pero también son muy importantes en el cierre de la terapia: son pistas muy importantes relacionadas las posibles recaídas. Piensa que una recaída siempre se da en un contexto significativo y las claves de ese contexto son tan importantes como las claves personales a la hora de poder tratar y predecir las conductas. Así, si identificamos situaciones en las que puede surgir el problema, estaremos más preparados para hacerle frente.

Pero no solo resulta útil el conocimiento en profundidad del problema para predecir las recaídas, sino que también nos proporciona las pistas necesarias para hacerle frente. Por ello, al analizar de forma global y personalizada el problema, sabemos cuándo puede surgir y el recurso a emplear en cada situación, pudiéndole enseñar a nuestros pacientes esos “mecanismos de seguridad” que les ayudarán a superar cada bache del camino.

Además, hay que explicitar ante el paciente que es él mismo el que tiene el control de su problema por lo que si se diera alguna recaída, sería él mismo el que puede redefinirla como una simple caída. La diferencia entre ambos términos la marca el control que nos atribuyamos sobre el problema que nos llevó a consulta y los pensamientos que surjan ante la revitalización del problema.

Mujer con globos rojos

Para explicarnos mejor mediante un ejemplo sencillo: no por saltarnos un día la dieta significa que hayamos perdido el esfuerzo que invertimos en ella y todos los progresos. Por tanto, podemos decidir si continuar con ella o volver a viejos hábitos. En un tratamiento psicológico ante una recaída podemos hacer lo mismo. Podemos decidir rendirnos o pensar en los progresos y dejar que sea solo un pequeño tropiezo en el camino.

Tratar la transición a una vida sin terapia cuando esta ha sido larga

Otro de los procesos que dificultan el cierre de un proceso terapéutico implica la desazón, los miedos y la dificultad que sienten los pacientes que se han enfrentado a un proceso terapéutico de larga duración. En este caso, no es que teman enfrentarse a una posible recaída del problema, sino que temen una vida sin supervisión psicológica: sin alguien que ajuste o valide sus estrategias.

Puede que esto suceda porque se han desarrollado unos sentimientos de cariño, amistad o incluso dependencia por parte del paciente a su psicólogo. Por ello conviene que, si el proceso terapéutico va a resultar extenso, se vayan marcando distancias con el paciente: no somos sus amigos y no estaremos a su lado siempre.

Este proceso puede complicarse cuando nuestro paciente no dispone de una buena red de apoyo social y hayamos sido nosotros, como psicólogos, los que hemos ocupado ese lugar significativo en su mundo relacional. En este caso, uno de los objetivos terapéuticos -antes de afrontar el cierre de la terapia- será que enriquezca en la medida de lo posible su red social o que genere una red nueva para poder desahogarse o compartir sus problemas.

Al final, lo que pretendemos al enfrentarnos al cierre de la terapia es que este sea consensuado con nuestros pacientes y que sea resultado de un proceso terapéutico satisfactorio. Para que esto se cumpla, siempre debe de buscarse que tanto paciente como psicólogo estén de acuerdo con lo conseguido en las sesiones y que además el paciente tenga claro que puede enfrentarse a una vida fuera de la terapia con éxito.

Preguntas para el cierre de la terapia

Pida a los clientes que se califiquen a sí mismos en las siguientes preguntas para evaluar dónde se encuentran a medida que se acerca el final del tratamiento (1: nunca, 2: rara vez, 3: a veces, 4: a menudo, 5: siempre):

  • ¿Te has sentido feliz?
  • ¿Ha sido más capaz de hacer frente a los problemas que le llevaron a la terapia?
  • ¿Te has sentido bien contigo mismo?
  • ¿Tu vida en el hogar ha sido mejor?
  • ¿Has estado durmiendo mejor?
  • ¿Estás satisfecho con tus relaciones?
  • ¿Ha estado viviendo más saludablemente (dieta, ejercicio, etc.)?
  • ¿Has sido capaz de concentrarte?
  • ¿Ha podido asistir y hacer frente al trabajo/escuela?

Actividades y ejercicios para las últimas sesiones

Algunas actividades para el cierre de la terapia son:

Cartas de fin de terapia

Cuando la terapia llega a su fin, puede ser útil que el terapeuta le escriba una carta al paciente para recordarle el viaje en el que ha estado y el progreso realizado. Los puntos a tener en cuenta al escribir la carta son:

  • Agradecer al cliente por la oportunidad de trabajar juntos.
  • Describir el problema que presentó el paciente al principio.
  • Recordarle al cliente cómo abordó el problema.
  • Discutir patrones de comportamiento, sentimientos y pensamiento.
  • Describir algunos cambios realizados y las estrategias de afrontamiento adoptadas por el cliente.
  • Recordarle al paciente las mejoras que ha logrado.
  • Discutir algunos de los cambios que el cliente ha hecho en su vida.

Un cliente también puede desarrollar un sentido saludable de cierre al escribir una carta para el terapeuta. Como actividad final, es útil discutir las herramientas y habilidades que el cliente se llevará consigo después de una serie exitosa de terapia. Por lo tanto, se le debe pedir al paciente que discuta cada uno de los siguientes puntos y que luego agregue sus pensamientos con respecto a cualquier cosa olvidada:

  • Estrategias de afrontamiento.
  • Afirmaciones positivas.
  • Técnicas de visualización.
  • Herramientas para aliviar el estrés, por ejemplo, respiración y atención plena.
  • Soporte en forma de personas, números de contacto, recursos en línea, etc.
  • Habilidades aprendidas, como manejar el estrés y manejar la ira.
  • Razones para ser positivo y optimista.
  • Metas cumplidas y avances logrados.

Una puerta abierta

El cierre de la terapia no tiene por que suponer una ruptura total con el terapeuta. No es sinónimo de una irreversible vuelta atrás o reencuentro futuro ocasional. Heather Craige (2006) defiende que es importante dejar “una puerta abierta” para un posible contacto futuro en caso necesario, o incluso, algún contacto ocasional. Sin embargo, este aspecto deberá ser consensuado entre el paciente y el terapeuta.

Acabar una terapia no debe suponer dejar al paciente con la sensación de arrojarse al vacío sin paracaídas. Sino que debe saber, que a pesar de haber adquirido las herramientas para afrontar sus problemas, el terapeuta sigue estando ahí. Para el paciente, saber que cuenta con el respaldo profesional en un futuro cuando lo necesite puede suponer una gran ayuda.

Cuando aprendemos a montar en bicicleta primero nos ponen cuatro ruedas. Después nos las quitan y nos cogen desde la parte trasera. Posteriormente nos dejan pedalear solos hasta que solo nos supervisan ocasionalmente hasta que somos capaces de mantener el equilibrio. Dejar una puerta abierta sería echar un ojo de vez en cuando al paciente para ver que no se cae. Recordando que una supervisión puntual futura siempre deberá ajustarse a cada caso particular.

 


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