Teoría del sociómetro: cuánto valoramos lo que otros piensan de nosotros
¿Qué importancia le damos a la opinión que los demás tienen de nosotros? Lo habitual es que la subestimemos; de hecho, aunque nos parezca increíble, parece que contamos con un mecanismo que hace que adaptemos nuestro comportamiento a la información de esta variable. Para profundizar un poco más en él, hoy os hablaremos de la teoría del sociómetro.
Esta teoría nos habla de un mecanismo psicológico que nos ayuda a minimizar la probabilidad de rechazo. Y además estaría muy relacionada con la autorregulación de nuestro comportamiento en compañía o hacia otras personas.
Este mecanismo regulador parece responder a los cambios de valor relacional. Nos proporciona un marco sobre el que analizar fenómenos como la autoestima y la sensibilidad al rechazo. También los trastornos de personalidad y muchas de las reacciones que las personas tienen en relación con los demás.
Este indicador psicológico puede incluso proporcionar información muy valiosa sobre lo que sucede cuando las personas se autorregulan de manera disfuncional. Esta forma de autorregulación daña aún más sus relaciones con otras personas. Muy relacionado también con la autoestima, este sociómetro afecta e influye también en la regulación de nuestras emociones.
Bases evolutivas de la teoría del sociómetro
Baumester y Leary desarrollaron la teoría del sociómetro de la autoestima. Más tarde sería ampliada por Gardner, Pickett y Brewer. Lo hicieron en base a la idea de que el ser humano es prácticamente incapaz de sobrevivir y de reproducirse sin mantener un mínimo relaciones sociales. Por ello, desarrolló un sistema que le permite mantener con éxito esas relaciones. Esto requiere de un sistema que monitorice las reacciones de los demás ante nuestras conductas; en especial, las reacciones a nuestras acciones que puedan provocar el rechazo social hacia nuestra persona.
Este sistema de monitorización alerta al individuo sobre los posibles cambios en su estatus de inclusión o descenso de aceptación social. Este escáner de valoración del estado de nuestras relaciones es el que nos motiva a realizar conductas que reparen situaciones que puedan estar dañando nuestras relaciones. También nos alertan de cualquier comportamiento que pueda poner en peligro nuestros vínculos sociales. Es decir, el ser humano ha desarrollado un mecanismo psicológico que monitorea el entorno visual indirecto en busca de indicios que sean relevantes para el valor relacional de una persona en su entorno.
Las emociones: herramientas de medida
Según la teoría del sociómetro, la autoestima es un indicador de la calidad de nuestras relaciones sociales. Cuando las personas mantienen conductas que le llevan a ser rechazado por el grupo su autoestima sufrirá y descenderá. Si por el contrario, se mantienen comportamientos ligados a emociones positivas, la autoestima aumenta. Podríamos decir entonces que la autoestima tiene un importante componente emocional.
Evolutivamente, la naturaleza nos ha provisto de un sistema de alarma que suele marcar con dolor las cosas que quiere que evitemos. De la misma manera ha marcado con placer las cosas que quiere que repitamos. Cuando las necesidades de una persona no están cubiertas se producen sensaciones aversivas. Su propósito es que el organismo reaccione y ponga remedio a la situación que nos resulta desagradable o amenazante. Y esto se aplica también en el caso de las necesidades de pertenencia. Las emociones nos sirven para alertarnos sobre eventos que posean considerables implicaciones para nuestro bienestar. Todas las emociones son adaptativas.
¿Cómo funciona?
Este sistema de monitorización parece actuar lejos de la consciencia y lo hace hasta que detectamos que el valor relacional es bajo o está disminuyendo. Es en ese momento cuando provoca que el individuo considere la situación de manera consciente. Si la persona ha vivido una experiencia de rechazo recientemente, será más sensible a lo que otras personas piensen sobre ella. En tal caso, dedicará más recursos cognitivos a razonar sobre sus situaciones sociales.
Esta teoría, en realidad, lo que explica es que la autoestima es un indicador y por tanto no tendría sentido actuar sobre ella. El psiquiatra Pablo Malo ha propuesto la comparación de este fenómeno con el marcador de gasolina de un coche:
“Para una persona con baja autoestima, querer elevarla, per se, sería como querer manipular la aguja del marcador de gasolina de un coche para querer tener más gasolina. Cuando en realidad, si queremos tener más gasolina en el coche lo que hay que hacer es llenar el depósito”.
Esto nos lleva a pensar que la autoestima en realidad se refuerza con la adquisición de habilidades sociales y el desarrollo de capacidades que faciliten nuestra adaptación social. En este sentido, la autoestima parece estar muy influida por cómo estemos de adaptados al entorno y por cómo valoremos esta adaptación.