Tiroteos en institutos: ¿qué hay en la mente de estos asesinos?
Los tiroteos en institutos son un fenómeno triste, y más si tenemos en cuenta la frecuencia con la que se producen. Tras estos actos, y solo en un 5% de los casos, existe un trastorno mental. En el resto de los perfiles se observan otros factores desencadenantes, como el abuso físico o psicológico, el desarraigo familiar, el bullying escolar, los antecedentes penales de los padres y por encima de todo, el acceso a las armas de fuego y la cultura asociada a ellas.
Tras la masacre acontecida el pasado 14 de febrero en el Marjory Stoneman Douglas High School en Parkland, Florida, el presidente Trump tuiteó lo siguiente: “existían muchas pistas de que el tirador de Florida estaba mentalmente perturbado. Los vecinos y sus compañeros de clase sabían de su comportamiento errático y peligroso. ¡Hay que informar siempre a las autoridades de estas cosas y las autoridades deben actuar!”.
En la estructura social de las escuelas americanas, los estímulos violentos relacionados con la cultura de las armas o el racismo son fenómenos muy comunes.
Si bien es cierto que Nikolas Cruz encajaba en el perfil de riesgo: alumno expulsado y marginado que exhibía de forma frecuente su fascinación por las armas, hay algo mucho más profundo en este fenómeno. Algo más arraigado y oscuro que va más allá de la salud mental, y que implica a todos los organismos sociales de la propia sociedad americana. Veámoslo con detalle.
Tiroteos en institutos, el problema de una sociedad
Nikolas Cruz, de 19 años, se ha llevado la vida de 17 compañeros de instituto, dejando a su vez a una decena de heridos. Su nombre se añade a uno más de esa larga saga de individuos que armados de frustración, rabia y desprecio, perpetran un plan a fuego y sangre; uno donde apuntan y disparan sin piedad a alumnos y profesores de sus centros educativos, llevados por su fascinación por las armas como única respuesta a sus problemas.
Ahora bien, por llamativo que nos parezca, no hay mes que no se de algún tiroteo o incidente relacionado con armas de fuego en los institutos de Estados Unidos. Es más, desde el 2012, cuando Adam Lanza, mató a 20 personas (niños de 7 años y sus maestros), se han sucedido 239 tiroteos en institutos. Todo ello se traduce en 438 heridos y 138 muertos en los últimos seis años.
Senadores, colectivos y personalidades que están en contra del uso de armas de fuego no dejan de insistir en un hecho muy concreto: las matanzas están aumentando año a año. No es algo casual, no es mala suerte ni tampoco una epidemia de trastornos mentales. Lo que está sucediendo en Estados Unidos con los tiroteos en institutos es resultado de la inacción de una sociedad. Las personas que los perpetran no solo cuentan con la oportunidad, sino que también cuentan con los medios.
No se trata solo de debatir sobre la necesidad o no de prohibir o regular el uso de armas, que por sí mismo ya es relevante. También es prioritario ahondar en qué motiva a esos jóvenes para recurrir a esos rifles o fusiles de asalto como forma de canalizar su ira o sus problemas.
El perfil de los asesinos de los tiroteos en institutos
La masacre del 20 de abril de 1999 en el instituto de secundaria de Columbine supuso un antes y un después. Fue una toma de conciencia ante una realidad que ponía en evidencia la violencia contenida en Estados Unidos. Supuso también asumir nuevas medidas en los centros escolares, realizar simulacros para aprender a reaccionar ante estas situaciones, e implicó también que los servicios secretos se tomaran más en serio este tipo masacres y sus motivaciones.
Así, en el año 2000 se elaboró en un perfil psicológico para tratar de comprender un poco más la arquitectura mental de estos jóvenes asesinos. Estos serían los principales rasgos.
- Los ataques son minuciosamente premeditados. No son actos casuales ni resultados de un instante de enajenación mental.
- El 80% de estas personas han sufrido acoso escolar. Acumulan un historial de maltrato, hostigamiento y elevado desgaste emocional generado por el propio entorno de sus compañeros.
- Un porcentaje alto forma parte de de familias desestructuradas, donde alguno de los padres tiene antecedentes delictivos.
- El 95% de los asesinatos son cometidos por personas sin problemas mentales. Es decir, enfermedades mentales, como la esquizofrenia, no están asociadas a la violencia.
- En el 100% de los casos existe una fascinación directa por las armas. Generalmente dan muestras abiertas de ello, bien a otros compañeros o por las redes sociales.
- La violencia en estos jóvenes, algunos de ellos incluso niños, no es algo casual o repentino. En realidad es como un proceso complejo, lento pero impactante que se va construyendo en sus mentes a lo largo del tiempo.
- Así, los estímulos de carácter violento que puedan rodearles, combinados con el estrés ambiental y los pensamientos distorsionados, tienden a edificar en ellos una armadura mental deshumanizada. Esa frialdad emocional hace que finalmente se vea el asesinato como una vía de escape gratificante e incluso justificable.
Entonces, ¿cuál es la solución a los tiroteos en institutos?
Un senador republicano se apresuró en aventurar que la solución a los tiroteos en institutos es bien simple. Se trataría solo de dar armas a hombres buenos para que hagan frente a esos jóvenes malvados que buscan hacer daño a sus compañeros de clase. Ahora bien, armar a (supuestamente) “hombres buenos” no conseguiría más que alimentar el mismo círculo, el de la violencia. Con ello se demostraría una vez más que el mejor modo de solucionar un conflicto es mediante el uso de las armas.
La cultura de la violencia alimenta la propia violencia. Ese germen es un problema, el otro virus es la dejadez institucional, el descuido educativo y social y un país que hace del uso de las armas la esencia de su identidad. Este, evidentemente, no es el camino. Así, algo que señala la comunidad médica y educativa es la necesidad de implementar en los centros educativos una mayor atención psicológica a sus alumnos, ahí donde poder atender, intuir y prevenir este tipo de situaciones.
Con la ayuda de psicólogos y asistentes sociales podrían atenderse mucho mejor a estos jóvenes que de un modo u otro suelen dar señales de aviso, pistas que poder atender lo antes posible para evitar más tiroteos en institutos. Esos que, recordemos, suceden cada mes.