3 daños que causa la obsesión por el control paterno
Muchos padres tienen problemas para crecer con sus hijos y dejar que poco a poco ellos tomen el control de sus vidas. El objetivo de una buena educación no es otro que el de trasmitir los mejores valores y costumbres mientras los niños maduran y se preparan para la autonomía. Pero no olvidemos el objetivo último y que el proceso tienen que ser paulatino.
Sin embargo, algunos padres, ante el temor de los peligros que perciben en el mundo, abusan del control paterno para proteger a sus hijos y alejarles rápidamente de cualquier fuente potencialmente peligrosa, ya sea real o imaginada. Por otro lado, este tipo de miedos y la manera de afrontarlos muchas veces tiene que ver con la propia educación que han recibido los padres.
No cabe duda de que controlar a los hijos es muy tentador. Al fin y al cabo, así es más fácil sobrevivir al día a día, no por algo existe el dicho de que “es mejor prevenir que curar”. Pero nadie dijo que la educación fuera una cosa fácil ni cómoda. De hecho, cada vez es más difícil. Los padres tenemos que competir con infinidad de agentes externos que están fuera de nuestro control. Pero, desarrollar una obsesión por el control no es la forma, como veremos a continuación.
Aunque un poco de control es bueno, obsesionarse con él no solo es dañino para los hijos. También es demoledor para los padres, que cargan sobre sus hombros un gran peso, una gran responsabilidad y, lo que puede ser peor, una gran culpa.
Educar es guiar, no marcar un único camino. Educar es acompañar y dar la mano, no tirar del otro mientras lo mantienes atado.
La obsesión por el control paterno puede hacer que tu hijo se rebele
La rebeldía es algo casi natural, forma parte del propio proceso de autonomía. Pero, hay formas y formas de rebelarse. No es lo mismo rebelarse contra el mundo que contra tus padres. No es lo mismo rebelarse contra el sistema impuesto por el Estado que contra las normas impuestas en casa.
Los niños necesitan un cierto nivel de libertad. Si intentas controlar todos los aspectos de sus vidas van a reclamar su autonomía con aún más fuerza y probablemente menos acierto. Si un padre se empeña en controlar a qué tiene que jugar el niño, qué ropa se tiene que poner, qué libro tiene que leer o cosas así conseguirá que su hijo se rebele tarde o temprano.
Evidentemente, como padre tienes que supervisar ciertas cosas y orientar a tu hijo, controlando que tome una decisión coherente y adecuada. Pero de ahí a imponerle siempre tu criterio hay todavía un trecho. Deja que tu hijo tome sus propias decisiones y, si no estás de acuerdo, pídele que justifique su decisión. Si consideras su decisión desacertada, oriéntalo, ayúdale a elegir mejor, a considerar las consecuencias de sus decisiones y deja que sufra las consecuencias, siempre que no peligre realmente su salud y su seguridad.
Su creatividad se verá desalentada
Si constantemente controlas lo que hace tu hijo y te trasformas en su sombra, probablemente será menos creativo. El hecho de no estar validado para tomar decisiones por personas tan importantes para él como sus padres, hará que cuando las tenga que tomar inevitablemente se sienta inseguro y permita que el tiempo decida por él si nadie le anima a seguir lo que ha decidido.
Si esto no te parece importante, tal vez sea porque eres de los que piensa que la creatividad es una cosa inútil o que solo sirve para hacer dibujos bonitos, escribir textos sorprendentes o decorar la casa con más o menos gracia. Pero ser creativo es mucho más que eso.
La creatividad es la capacidad de buscar soluciones diferentes a los problemas planteados, la capacidad de replantear dichos problemas, la capacidad para ver las cosas de manera diferente. Siendo creativo no solo puedes hacer grandes cosas, sino que puedes ser grande, muy grande, superar tus problemas y adversidades y llegar a ser lo que quieras ser. ¿Le vas a negar eso a tu hijo?
No le digas cómo hacer las cosas bien. Dale la oportunidad a tu hijo de encontrar su solución, de ver las diferentes formas de resolver un problema, de plantearlo, de ampliarlo. Y si resuelve el problema, qué más da cómo lo hizo. Lo importante es que lo hizo él y dio con la solución. Entiende con naturalidad que de vez en cuando ellos pueden tener razón e incluso contar con un punto de vista más ventajoso que el tuyo.
El exceso de control hará de tu hijo una persona nerviosa
El exceso de control funciona para la mente de tu hijo como una jaula de limitadas dimensiones por la que apenas se puede mover. Imagínate a ti mismo encerrado sin saber por qué en un habitación de 5 metros cuadrados de la que no puedes salir.
¿Cuánto tardarías en empezar a caminar ansioso, de lado a lado, intentando salir de allí? Esa es la ansiedad que experimenta tu hijo cuando le controlas cada minuto del día, cuando le organizas cada momento y cuando no le dejas espacio para él mismo.
No pienses que porque alimentes la percepción de tener todo controlado, tienes el control. Cuando esa puerta se abra porque tu hijo es demasiado grande para ser contenido tras ella, cuando él mismo la tire abajo verás que no has controlado nada, que lo que atraviesa el umbral es una persona nerviosa, ansiosa por hacer justo lo contrario de lo que le dijiste, pero sin capacidad decidir de forma coherente.