
¿Alguna vez te ha ocurrido que una canción que te era indiferente, a base de escucharla, ha terminado por gustarte? ¿Has sentido que cuanto más tiempo pasabas con una persona más agradable te resultaba? En el estudio de las preferencias…
La percepción selectiva es una distorsión cognitiva muy común. Afecta al proceso de percepción y nos hace ver, escuchar o enfocar nuestra atención en un estímulo en función de nuestras expectativas sin atender al resto de la información. Un ejemplo se produce cuando decidimos hacernos con un determinado bien, como un coche, y empezamos a fijarnos más en los diferentes modelos. Otro ejemplo se produciría cuando esperamos a alguien y sabemos en qué dirección aparecerá.
Se relaciona con las ideas preconcebidas, nuestros intereses y con las ganas o miedos que tenemos a qué algo suceda. Es una interpretación sesgada y parcial de la realidad. La función de la percepción selectiva es optimizar la inversión de nuestros recursos cognitivos, aglutinándolos, por ejemplo, allí donde esperamos que ocurra algo.
Además, nuestras emociones tienen mucho que ver con este proceso. Generamos un escenario paralelo con el que trabajamos y que se puede parecer más o menos a lo que en realidad ocurre. Así, en la configuración de esa, nuestra realidad, la percepción selectiva juega un papel importante.
“La percepción está parcial o totalmente determinada por la rutina en la que se fijan estímulos con necesidades”.
-Joseph Thomas Klapper-
Hay dos modelos que intentan explicar este proceso:
En ambos modelos se identifica un proceso por el cual se realiza la percepción selectiva y no sobre una sola acción.
Principalmente dos tipos de fenómenos: la naturaleza del estímulo y los aspectos internos de cada uno. La naturaleza de los estímulos se refiere a aspectos sensoriales por los que percibimos más intensamente unos estímulos que otros. Pueden ser característicos del estímulo, como el tamaño, el color, la forma, el movimiento, el emplazamiento o el efecto sorpresa.
Entre los aspectos internos del individuo, como más importantes, tenemos a las expectativas y la motivación. Tendemos a percibir más intensamente lo que esperamos ver o lo que nos interesa. Esto puede activar la atención involuntaria, esa que captura nuestra atención de manera instintiva, como puede ser el llanto de un bebé. La misma que conocen bien los publicistas para hacer que dirijamos nuestra atención a las características más notables de lo que nos quieren vender.
Este fenómeno origina distorsiones perceptivas como:
A pesar de ser un mecanismo que permite al individuo filtrar las informaciones relevantes y evitar así una sobrecarga de estímulos, la percepción selectiva nos hace perder información muy valiosa en muchas situaciones. La cantidad de estímulos que somos susceptibles de percibir es enorme. Solamente, como receptores de mensajes publicitarios, somos objetivo de cientos de mensajes que tendrán gran influencia en nuestro comportamiento.
Se da también en las relaciones sentimentales, donde a priori se puede ignorar información importante porque se tiende a percibir lo que resulta interesante o cumple con las expectativas del individuo. Incluso ocurre a la hora de formar el autoconcepto porque dificulta la objetividad.
Dearborn y Simon estudiaron el efecto de la percepción selectiva en los ejecutivos de grandes empresas y concluyeron que la comprensión de estímulos complejos es más profunda cuando estos no son novedosos.
Estudiaron también el caso de la relación dentro de las empresas entre jefes y empleados y encontraron que la imagen positiva o negativa que los jefes tengan de sus empleados condiciona la manera en la que evalúan el rendimiento de sus trabajadores. Otro ejemplo de que percibimos lo que estamos preparados para percibir. Así, de lo expuesto, podemos deducir que nuestra percepción participa de la configuración del mundo con la que trabajamos.