Caballos de Dios: la otra cara del terrorismo

El dogmatismo religioso puede ser tan peligroso, al punto de que puede terminar en actos terroristas, como los narrados en este texto.
Caballos de Dios: la otra cara del terrorismo
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 24 enero, 2024

En nuestras retinas y sobre todo, en nuestros corazones, reside la tristeza y la angustia sufrida estos últimos días debido al atentado terrorista en Barcelona. Somos muchos los que no podemos comprender cómo hay personas que pueden llegar a cometer tales atrocidades contra otras.

Enseguida surge el odio, la sed de venganza y el rencor. Juzgamos a los terroristas, deseamos que se pudran en el infierno y pensamos que son más que psicópatas, unos auténticos asesinos llenos de malevolencia hacia Occidente.

La realidad es muy distinta. Nadie nace deseando aniquilar a otro pueblo, nadie siente odio así como así. El hombre es bueno por naturaleza o al menos tiene la posibilidad de serlo. Cuando nace, es solo un niño cuyo cometido es jugar y ser feliz, pero a lo largo de los años y como resultado del mundo que hemos creado, aprende, de manera defectuosa, ciertas formas de pensar y comportarse. Es entonces cuando se convierte en un monstruo, aunque en realidad no es más que una víctima más.

Si no entendemos de dónde parte el terrorismo, difícilmente podremos terminar con él. No son los terroristas los que se merecen nuestra compresión, sino es el problema el que requiere, para su solución, de nuestra inteligencia.

Imagen de hombre fragmentada

Los caballos de Dios

En los tiempos que corren se me viene a la cabeza una novela que resulta imprescindible en estos momentos. Su título es Los caballos de Dios, del autor marroquí Mahi Binebine. Esta es la manera de denominar a esos chicos que se inmolan allí donde el imán les diga que deben hacerlo y hace referencia a la forma en que como fieles, llegarán al paraíso y se rodearan de bellas huríes, al galope, como lo hacen los caballos.

La novela de Binebine es de un realismo escalofriante. Cuenta la cruda realidad de unos chavales que viven en un barrio marginal de Marruecos, que han nacido en el seno de familias desestructuradas, que son conscientes de que nunca tendrán el futuro al que en el fondo aspiran, sino que lo único que les espera, al igual que le ocurrió a su abuelo y a su padre, es la miseria y la desgracia.

Ellos sueñan con llegar a ser estrellas del fútbol y practican diariamente en el barrio para conseguirlo. Muchos podrían conseguirlo porque tienen habilidades. Para el fútbol y para más cosas. Pero nunca alcanzarán ese sueño, saben que esto no les pasará a ellos. porque para conseguirlo lo primero que se necesita es una oportunidad.

¿Qué piensa el lector que ocurre con la autoestima de estos chicos sin esperanza alguna? Evidentemente, queda destruida, ausente de motivos para tenerse en pie. Son conscientes de que a lo máximo que pueden aspirar es a vender naranjas cada día en la calle y a rezar para que el beneficio les alcance para comer.

Es en ese momento cuando llega la esperanza, la luz, esa persona que les promete, por fin, un sentido a su vida. El imán, de forma agradable y cálida, pone a su alcance o al menos les hace ver que está a su alcance la oportunidad de salir de la pobreza. No solo les promete esperanzas soñadas mediante bellas palabras que aumentarían la autoestima de cualquiera, sino que les garantiza el mismísimo paraíso, con todo lo que ello encierra. Les persuade de que pueden ser útiles y hacer algo grande, que los fines justifican con mucho los medios.

Y es aquí donde surge la tremenda paradoja: para darle un sentido a mi existencia, debo acabar con ella y así alcanzaré la esperanza.

Hombre manipulado por terroristas

¿Cuestión de poca inteligencia? No, ni mucho menos. Seguramente, sean chicos inteligentes a los que si se les hubiese dado una educación, habrían llegado lejos. El problema es que la formación y la cultura brillan por su ausencia y hace tiempo que sus necesidades son un cero a la izquierda para quienes sustentan el poder.

Cuando el ser humano se siente tan desesperanzado es capaz de aferrarse a cualquier cosa, por mucho que lejos de esa situación desesperada pudiera condenar la misma salida por la que ahora opta. El imán es capaz de seducir a estos chicos hasta conseguir que terminen con su vida y siembren el terror.

¿Dónde está la solución?

Según lo que hemos comentado, parece evidente que la solución a estas barbaries que se cometen tanto en Oriente como en Occidente es fomentar la integración de estos niños, invertir tiempo, esfuerzo y dinero en su educación, de manera que no tengan que saborean tanta desesperanza y se conviertan en una presa fácil para los imanes.

La solución a largo plazo no pasa por reforzar la seguridad en ciertas zonas e ignorar el fondo del problema: cuanto más invirtamos en seguridad más serán. Más fácil será para los radicales persuadirles de que estamos en una guerra en la que no tienen otra escapatoria que luchar, que el único ejercicio de valentía que pueden hacer es terminar con su vida para acabar con sus “enemigos”.

Hay que actuar de raíz, sobre la causa, sobre la falta de oportunidades y de esta manera, será mucho más complicado que se produzca esa captación sectaria. Demos y facilitemos cultura, abramos una ventana de oportunidad en vez de cerrar la persiana para tapar la poca luz que entra. Así, serán ellos mismos quienes dirán no.

Si uno se siente satisfecho y feliz con su vida, no tendría sentido esperar a que venga alguien a darle seguridad y certezas, ya que no las necesita.

¿Cuántas veces no nos ha ocurrido, en una escala menor, que nos hemos sentido tan abatidos que nos hemos dejado llevar por las emociones y hemos tomado las peores decisiones que podríamos tomar? Si todos fuésemos capaces de ponernos en los zapatos de estos chicos a los que juzgamos ufanamente, estaríamos más cerca de encontrar la solución a lo que está ocurriendo

Nota de edición: recordemos que la psicología ha demostrado que las circunstancias tienen un poder enorme. Que inocentes alumnos pueden convertirse en verdaderos tiranos, como pasó en el experimento de la cárcel de Stanford o en el de las descargas de Milgram.

Por otro lado, la intención de este artículo es la plantear una reflexión frente a los mensajes de “ojo por ojo” que han circulado estos días en las redes. Entendibles por el impacto emocional del momento, pero lejanos a una posible solución que termine definitivamente con este tipo de atentados.


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