El callejón de las almas perdidas

El callejón de las almas perdidas nos lleva a seguir a un personaje sin escrúpulos y marcado por la ambición, pero que no podrá escapar de su destino.
El callejón de las almas perdidas
Leah Padalino

Escrito y verificado por la crítica de cine Leah Padalino.

Última actualización: 10 octubre, 2022

Guillermo del Toro es un cineasta que no deja de sorprendernos. Por ejemplo, en 2017, logró elevar el género fantástico a otra dimensión con su oscarizada La forma del agua. Era la primera vez que un largometraje de género se hacía con la estatuilla a mejor película, pero además lo hacía de la mano de un cineasta inmigrante hablando sobre la otredad. Todo un hito en Hollywood que parecía que iba a condicionar sus próximas películas y que podría ensombrecer todo filme posterior.

Tras el éxito de La forma del agua, Guillermo del Toro ha decidido abandonar, en cierta medida, ese universo fantástico que nos ha presentado durante años para sumergirse en un film noir que explora la monstruosidad humana. Hablamos de El callejón de las almas perdidas, la nueva película del cineasta mexicano que ha enamorado hasta al mismísimo Martin Scorsese.

Basada en la novela homónima de William Lindsay Gresham, El callejón de las almas perdidas nos traslada a un tiempo bastante complejo, concretamente a cuando la Gran Depresión estaba llegando a su fin. En este laberinto, que terminará por adquirir forma circular, conocemos a Stan, un buscavidas que llegará a una feria ambulante y aprenderá una serie de trucos con los que alcanzar el éxito.

Sin embargo, el film no se detendrá en el éxito, sino que explorará los lugares más oscuros y escalofriantes de la vida humana, nos presentará a una serie de personajes atormentados y de ambición insaciable para, finalmente, cerrar un círculo vicioso en forma de fábula, recordándole al espectador que sus actos también tienen consecuencias y que nuestro destino es resultado de nuestras elecciones.

De lo circense a los infiernos

Recomendada por Martin Scorsese -quizás por sus similitudes con Shutter Island (Scorsese, 2010)El callejón de las almas perdidas cuenta con críticas bastante dispares y es probable que no sea del agrado de todo el público, pero no hay duda de que tiene un gran valor y merece, al menos, un visionado.

Quizás el exceso de metraje puede convertirla en una película un poco pesada, pero se compensa con un final redondo y con un apasionante descenso a los infiernos en el que presenciamos un espectáculo de bajeza humana.

Del Toro se muestra muy cómodo en la primera parte del largometraje, pues nos presenta a una serie de personajes que trabajan en una feria ambulante. Estamos a principios del siglo XX y, en aquel entonces, todavía eran comunes los circos fenómenos o freaks.

El cine se ha nutrido de su esencia y, viendo la primera parte, a todos se nos viene a la cabeza la película de culto Freaks o, como la conocemos en español, La parada de los monstruos (Browning, 1932).

El cineasta se entretiene mostrando infinidad de detalles y pone ante nuestros ojos algunos de sus fetiches, como los fetos en formol. Nos conduce por un escenario en el que un buen número de buscavidas y personas marginadas por la sociedad sobreviven como pueden, ya sea a base de engaños o porque sus deformidades no les han permitido acceder a ningún otro lugar.

En medio de este mundo, aparece Stan que pronto conectará con Zeena y su marido, dos estafadores que, durante muchos años, han utilizado estrategias de comunicación con el fin de hacerse pasar por videntes. Stan ve en esta información una gran oportunidad y, con la ayuda de Molly, una joven cuyos valores contrastan bastante con los de Stan, decide alejarse del circo y probar suerte en el mundo de la adivinación.

Su sed insaciable de poder hará que Stan nunca se conforme y comience a codearse con personajes bastante importantes, con hombres y mujeres ricos que estarán dispuestos a pagar auténticas fortunas por sus servicios.

El callejón de las almas perdidas: un arma de doble filo

De una primera parte marcada por la estética carnavalesca y la oscuridad, pasamos a una segunda parte en la que Del Toro parece estar menos cómodo. En este momento, Stan y Molly están logrando cosechar grandes éxitos gracias a su estafa. El problema comenzará a plantearse cuando ese pequeño engaño empiece a desembocar en algo mucho más grande.

En la feria, contaban con un público pequeño y de clase media – baja que podía contentarse con una pequeña muestra de las habilidades de Stan; pero ante una audiencia muy adinerada, nada iba a ser tan fácil. El poder y la sensación de que todo se puede comprar con dinero harán que los acaudalados seguidores de Stan le pidan más y más muestras de su habilidad como médium.

En este punto, entra en juego otro personaje fundamental y, a su vez, estalla el conflicto con Molly. Este nuevo personaje no es otro que la psiquiatra Lilith Ritter, interpretada por una inquietante Cate Blanchett. De alguna manera, tenemos la sensación de haber visto a esta extraña y elegante mujer anteriormente y es que Blanchett encarna a la perfección el arquetipo de la femme fatale.

La moralidad y los remordimientos comenzarán a aflorar en Molly, mientras en Stan parece que únicamente crece su ego. Los encuentros con la psiquiatra son verdaderamente interesantes y perturbadores, parecen oscilar entre lo real y lo ficticio. El espectador tratará de encajar las piezas de este extraño rompecabezas que, cada vez, parece más complejo.

Stan, hasta ahora, no se había enfrentado a nadie como él, nunca se había topado con una mente tan manipuladora como la suya. Las charlas en la consulta se convierten en una especie de reflejo de la verdadera personalidad de Stan, pero a su vez en una lucha por la manipulación y el poder entre dos personajes muy similares: Stan y Lilith.

Estas escenas configuran el centro más psicológico del filme y, por momentos, nos recuerdan enormemente a Shutter Island, otro neo-noir puramente psicológico.

El conocimiento se convierte en un arma de doble filo para Stan. Y es que la moraleja parece recordarnos que el poder en las manos equivocadas puede conllevar consecuencias catastróficas. Stan está eligiendo su destino, y está tan concentrado en su manipulación y su extraña relación con la psicoanalista que es incapaz de frenar la estampida que está por llegar.

Hombre serio pensando

Cronotopos

Nuestra cultura occidental tiene una percepción lineal del tiempo y, aunque tal vez no nos lo hayamos planteado, la idea que tenemos del tiempo condiciona enormemente nuestra forma de vida. Así, en culturas como la Mapuche, nos encontramos con una percepción cíclica que coincide con la observación de la naturaleza.

Este hecho nos lleva a pensar en el concepto de cronotopo, es decir, en la relación que existe entre el espacio y el tiempo. El pensador Mijail Bajtin lo definía como la relación espacio-tiempo dentro de la obra, es decir, ese lugar o marco espaciotemporal en el que se desarrolla la trama. Bajtin veía un buen número de posibilidades en estas relaciones y, desde su punto de vista, podíamos establecer diversos géneros narrativos según el cronotopo.

De alguna manera, estos cronotopos también van a influir directamente en los personajes, en cómo se transforman y afrontan los acontecimientos que están por venir. En El callejón de las almas perdidas, asistimos a una narración en la que el tiempo y el espacio son cíclicos, aunque su protagonista parece no ser consciente de ello.

Este cronotopo de naturaleza cíclica resulta fundamental porque el protagonista no podrá escapar de su destino y sus actos tendrán consecuencias. El cierre cíclico del largometraje dota al filme de una lectura mucho más profunda y, de hecho, probablemente, pasemos por alto el exceso de metraje porque, al final, tenemos la sensación de que todo cobra sentido, todas las piezas encajan y ese atormentado personaje vuelve al punto de partida, pero desde una perspectiva distinta.

Como las fábulas o los cuentos infantiles, Del Toro nos deja una moraleja al final, sorprendiéndonos con una violencia extrema que se desata en los últimos minutos. Fiel a su estética y respetando imágenes fantasmagóricas que recuerdan a esa nieve ensangrentada de La cumbre escarlata (Del Toro, 2015), el cineasta va desmenuzando a su oscuro protagonista hasta tenderle una trampa.

Resulta interesante ver como Del Toro ha optado por tomar los elementos del fantástico que más le gustan, pero utilizarlos en un contexto real. No es ninguna sorpresa saber que, en los siglos XVIII, XIX y principios del XX, los médiums se habían convertido en figuras importantes que, a base de engaños, habían conseguido estafar incluso a personajes ilustres.

Así, en los últimos minutos, pone en marcha toda su artillería y su imaginario para dar vida a una pieza marcada por el noir y por su falta de elemento fantástico. El misterio está muy lejos de los fantasmas y, como suele ocurrir en el cine del mexicano, los monstruos no tienen apariencia monstruosa, sino humana. Y sí, el título no podría ser más acertado, pues asistimos a un oscuro lugar plagado de almas atormentadas.


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  • Tones, J., & del Toro, G. (2018). Guillermo del Toro, La forma del agua: Con los ojos húmedos. Cinemanía, (269), 64-69.

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