Cerebro triuno: tres cerebros, una persona

La teoría del cerebro triuno aventura una manera escalada y superpuesta para la evolución del cerebro.
Cerebro triuno: tres cerebros, una persona
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 12 septiembre, 2022

El cerebro triuno o triúnico es un concepto desarrollado por el neurocientífico Paul MacLean para hacer referencia a las tres partes o cerebros especializados en los seres humanos. Estas partes se desarrollan en diferentes momentos del ciclo evolutivo, por eso se dice que se crean de abajo hacia arriba. Es decir, la parte más antigua y primitiva del cerebro se desarrolla en el útero, mientras que el cerebro emocional se organiza en los primeros 6 años de vida y la corteza prefrontal se desarrolla al final.

La física avanzada y la tecnología convirtieron la neurociencia en uno de los campos de investigación más populares y han permitido comprender mejor cómo funciona nuestro cerebro triuno. A continuación se describen las diferencias y características de cada una de las partes.

El cerebro triuno hace referencia a las tres partes o cerebros especializados del ser humano.

El cerebro reptiliano

Esta parte es conocido como el antiguo cerebro animal. Se encuentra en el tronco cerebral, justo encima del lugar en el que la médula espinal accede al cráneo. Es la parte más primitiva del ser humano y comienza a desarrollarse en el útero, por lo que influye en todo lo que pueden hacer los recién nacidos (respirar, comer, dormir, despertar, llorar, orinar, etcétera).

Mano acariciando a un bebé

El tronco cerebral, junto con el hipotálamo, controla los niveles de energía del organismo y los procesos automáticos, algo conocido como homeostasis, un término que hace referencia al mantenimiento del equilibrio interno. Las funciones que controla el cerebro reptiliano son fundamentales, a pesar de que su importancia se olvida o queda un tanto relegada si nos ponemos a pensar en las funciones más avanzadas de nuestra mente, como el pensamiento abstracto.

Muchos problemas psicológicos están relacionados con dificultades en estas funciones básicas que mantiene el cerebro reptiliano. Por ejemplo, en cualquier tratamiento de trauma se debe tener en cuenta o, si no, todo el organismo se verá abocado al desequilibrio.

El cerebro emocional

El cerebro emocional o área límbica se encuentra situada justo encima del cerebro reptiliano, en el centro del Sistema Nervioso Central (SNC) y comienza a desarrollarse desde que nace el bebé. En función de la experiencia, la composición genética y el temperamento innato del infante se conforma este cerebro emocional o sistema límbico.

Algunos autores llaman cerebro emocional al conjunto formado por el cerebro reptiliano y el sistema límbico. Es el centro de las emociones, el monitor del peligro, el juez del bienestar o el árbitro de la supervivencia.

Las emociones intensas activan el sistema límbico, concretamente el área de la amígdala. La amígdala es quien se encarga de avisarnos de los peligros (centro del miedo) y poner en marcha distintas respuestas:

  • Desencadena la cascada de hormonas del estrés.
  • Desencadena impulsos nerviosos.
  • Elevación ritmo cardíaco.
  • Aumento de consumo de oxígeno.
  • Prepara al cuerpo para luchar o escapar.

Gray demostró en sus estudios con animales que, cuanto menor es el nivel de serotonina, mayor era la hiperactividad a los estímulos estresantes y a la inversa. Por ejemplo, en los monos macho se observó cómo la posición de jerarquía de dominio influía en los niveles de serotonina.

Algunas personas que se han enfrentado a alguna situación traumática registran la amenaza, pero su mente consciente continúa como si nada hubiera pasado. A pesar de que la mente puede aprender a ignorar los mensajes del cerebro emocional, las señales de alarma del cuerpo no se detienen, y el cerebro emocional sigue funcionando.

Las dos partes del cerebro triuno (reptiliano y emocional), evolutivamente más antiguas, se encargan de registrar las vivencias, manejar nuestra fisiología y la identificación de estados internos y emociones. Algunos ejemplos son el confort, seguridad, amenaza, hambre, fatiga, deseo, ganas, activación, placer o dolor.

El cerebro racional

La parte más joven de nuestro cerebro triuno es el cerebro racional, también conocido como neocórtex. Aquí se encuentra la corteza prefrontal, que es la encargada de la planificación, anticipación, percepción del tiempo y del contexto, inhibición de acciones inadecuadas, comprensión empática, etcétera.

Cerebro con lóbulos frontales

En muchas ocasiones, el cerebro racional no puede liberar al cerebro emocional simplemente a través del conocimiento y la comprensión de lo que le ha sucedido, por ejemplo, en un trauma. Para muchas personas les resulta más fácil contar lo que les han hecho que darse cuenta, sentir y poner palabras a la realidad de su experiencia interna.

Los lóbulos frontales forman parte del cerebro racional y equilibran el límite entre los impulsos y el comportamiento aceptable en una determinada situación. El buen funcionamiento de los lóbulos frontales es crucial para las siguientes funciones:

  • Mantener relaciones armónicas con los seres humanos.
  • Evitar que hagamos cosas que nos pondrán en un compromiso o que pueden dañar a los demás, es decir, la inhibición conductual.
  • Regular nuestros impulsos: hambre, sexo, enfado…

En realidad, el cerebro racional ocupa solo un 30% del espacio craneal, y se ocupa básicamente del mundo exterior. Sus principales funciones son la comprensión de funcionamientos, cumplir objetivos, gestionar tiempo, secuenciar acciones… En comparación con el cerebro emocional, la organización celular y bioquímica del neocórtex del cerebro racional es más compleja.

“Antes de la aparición del cerebro, no había ni color ni sonido en el universo, ni había sabores ni aromas y probablemente pocas sensaciones y nada de sentimientos ni emociones. Antes de los cerebros, el universo tampoco conocía el dolor ni la ansiedad”.

-Roger Sperry-

Aplicaciones de esta teoría

Esta teoría fue dominante durante los años posteriores a su lanzamiento, si bien luego fue refutada. No obstante, deja algunas enseñanzas aplicables y de utilidad:

  • Abrió las puertas a nuevas teorías sobre la evolución del cerebro.
  • Cada aspecto de la mente se puede desarrollar, ya que tiene un correlato neurológico que lo hace real y modificable.
  • Las emociones sí importan, pues juegan un papel fundamental en la supervivencia del individuo, su desarrollo y su relación con los demás.
  • El cerebro aprende de manera integral. Según esta teoría, todas las partes del cerebro triuno trabajan en conjunto, desarrollándose con cada nuevo aprendizaje.


Críticas a la teoría del cerebro triuno

Según MacLean presenta esta teoría, parece que el cerebro se ha construido piso a piso a lo largo de la evolución, con funciones independientes y ligadas directamente a las estructuras neurológicas de cada capa. No obstante, esta concepción ha recibido numerosas críticas.

La naturaleza tiene más de una manera de construir el cerebro. Las aves, por ejemplo, albergan la misma inteligencia que algunos mamíferos, como los primates, en encéfalos mucho más pequeños. Muestran procesos cognitivos complejos, como la autoconsciencia o el sentido de la justicia, con un neocórtex supuestamente menos desarrollado que el humano.

Además, la corteza cerebral no fue la última en aparecer en la historia de la evolución. Los primeros indicios de materia gris en la capa superficial del cerebro se han hallado en mamíferos primitivos, lo que se conoce como paleocórtex.

El conjunto de las críticas viene a demostrar que las estructuras cerebrales no emergieron de manera ascendente, sino que todas las áreas funcionales existían desde un principio y se desarrollaron de forma selectiva en función de las necesidades de cada especie.


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  •  Jerison,H.J. (1990) Fossil brains and the evolution of neocortex. In: The Neocortex. Ontogeny and  Phylogeny. Ed. by B.L.Finlay, G.Innocenti and H.Scheich. Plenum Press, New York and London. Pp. 5-19.

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