¿Cómo funciona el cerebro de una persona racista?

El cerebro de un racista parte de algo más que de esos prejuicios basados en la ignorancia. Tal y como nos revelan diversos estudios neurocientíficos, esta conducta se nutre de una emoción muy básica: el miedo.
¿Cómo funciona el cerebro de una persona racista?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 20 enero, 2019

El cerebro de una persona racista se rige por prejuicios infundados y la sensación de amenaza ante lo no conocido, lo que es diferente. Ahora bien, más allá de lo que podamos pensar, son muchas las personas que se dejan llevar por un sesgo racial inconsciente. Así, basta que en ocasiones se dé una situación determinada para que quien menos lo esperamos, reaccione de manera discriminatoria.

Hay algo llamativo que nos señalan expertos en psicología racial como son los doctores Leslie Zebrowitz y Yi Zhang, de la Universidad de Brandeis (Massachusetts). Según ha podido verse, una buena parte de la población presenta precisamente, varios de estos sesgos o esquemas inconscientes pero automáticos. Los mismos que les pueden abocar a pensar o actuar de manera racista en un momento dado.

Asumir esto inquieta cuanto menos. Asimismo, asombra a su vez otro aspecto no menos interesante: en la actualidad la neurociencia ya nos ofrece herramientas para comprender e incluso identificar el cerebro de un racista. Tanto es así, que tal y como nos revelan en un artículo de The Guardian, en Estados Unidos han desarrollado ya una técnica basada en un escáner cerebral que detecta la actividad en esas áreas cerebrales vinculadas a los prejucios raciales.

Por llamativo que nos parezca, existen caminos neuronales que edifican la impronta del racismo. Son mecanismos erigidos básicamente sobre una emoción muy concreta: el miedo. Veamos más datos al respecto.

“El racismo es la mayor amenaza para el hombre, lo máximo del odio por el mínimo de razón”.

-Abraham J. Heschel-

cerebro de un racista

Anatomía del cerebro de un racista

La profesora Jennifer Richeson, neurocientífica del Dartmouth College en New Hampshire, realizó un llamativo estudio que se publicó en el 2003 en la revista Nature. Según este trabajo, cabe la posibilidad de identificar el cerebro de una persona racista viendo si se activan determinadas áreas en función de los estímulos que se le presenten. O mejor dicho, según la conversación que mantengan y con quien la mantengan.

De este modo, algo que pudieron observar entrevistando a cierto número de policías estadounidenses (de raza blanca) es que una parte de ellos, debían hacer grandes esfuerzos por ser convincentes. Esa concentración por no decir nada ofensivo o despectivo, activaba ciertas áreas cerebrales. Por otro lado, aquellas personas con un claro sesgo racial también mostraban una mayor actividad en determinadas regiones.

Serían las siguientes.

La amígdala

La amígdala es esa pequeña estructura cerebral tan trascendente para nuestras emociones. Gracia a ella asentamos los recuerdos vinculados al aspecto emocional, y es a su vez, la centinela del miedo. Una de sus principales responsabilidades es interpretar qué puede ser una amenaza para nosotros, para después, despertar la sensación de rechazo, de incomodidad, de alarma…

De este modo, ha podido observarse cómo el cerebro de un racista activa al instante esta área al ver personas de otras razas u otras etnias.

chicos de raza diferente simbolizando el cerebro de un racista

 

La corteza prefrontal

Desde un punto de vista neurocientífico, las personas que carecen de sesgos racistas evidencian una clara diferencia respecto a quienes sí los tienen. Esa diferencia está en la corteza prefrontal.

  • Así, cuando la amígdala se activa al ver algo diferente (una persona de otra etnia, por ejemplo) se conecta al instante con la corteza prefrontal, la cual, ejerce una función reguladora.
  • Cuando se activa el “sistema de miedo”, las áreas prefrontales se ponen en funcionamiento para analizar la situación. Su objetivo es pensar racionalmente, analizar la situación y disuadir o calmar ese sistema automático del miedo y el rechazo.
  • El control cognitivo que desempeña la corteza prefrontal es clave para restar impulso al prejuicio. Algo que no se da en el cerebro de un racista.

El cuerpo estriado ventral

El cuerpo estriado ventral es una de las áreas relacionadas con el sesgo racial más interesantes. Se vincula con ese proceso mediante el cual, optamos por la conformidad social. Es decir, adherirnos a lo que dice el grupo, a lo que defiende nuestra familia, los amigos o una parte de la población, activa un sistema de recompensa.

No importa que sus ideas estén claramente sesgadas. Hacer, decir y pensar como la mayoría genera complacencia, y es el cuerpo estriado ventral quien nos recompensa liberando dopamina y serotonina. Este mecanismo, en realidad, es un instinto muy primitivo que permitía al grupo en el pasado, mantenerse unido y desconfiar de otros individuos ajenos a esa unidad social.

¿Puede el cerebro de una persona racista a reducir su sesgo y pensar de otro modo?

Al inicio del artículo, citábamos a los investigadores Leslie Zebrowitz y Yi Zhang, de la Universidad de Brandeis. Fue en el 2012 cuando llevaron a cabo un completo trabajo donde demostrar dos cosas. La primera es que el cerebro de un racista procesa su realidad de un modo diferente a quien no lo es.

La segunda, es que hay un modo de cambiar esto teniendo en cuenta la alta plasticidad del cerebro. Y la clave está en el reflejo de aproximación. Es decir, bastaría con exponer de manera continuada al racista con esas personas que rechaza para que su sesgo se debilitara, para que evaluara sus prejuicios y para que su reflejo de evitación, miedo o rechazo perdiera fuerza.

De ahí sin duda la importancia de esos modelos educativos basados en la cooperación que defendió en su día el psicólogo Elliott Aronson. Atajar desde bien temprano estas realidades nos ayudaría sin duda a crear sociedades más justas y respetuosas.

“El fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando”.

-Miguel de Unamuno-


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    • Richerson, Jennifer (2003)  An fMRI investigation of the impact of interracial contact on executive function  Nature Neuroscience DOI: 10.1038 / nn1156
    • Lieberman MD, Hariri A, Jarcho JM, Eisenberger NI, Bookheimer SY: An fMRI investigation of race-related amygdala activity in African-American and Caucasian-American individuals. Nat Neurosci 2005;8:720-722
    • Yu R, Mobbs D, Seymour B, Calder AJ: Insula and striatum mediate the default bias. J Neurosci 2010;30:14702-14707.
    • Klucharev V, Hytonen K, Rijpkema M, Smidts A, Fernandez G: Reinforcement learning signal predicts social conformity. Neuron 2009;15:140-151

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