Cómo superar una imagen corporal distorsionada

Una imagen corporal distorsionada no es en sí un problema. Al menos no hasta que se convierte en un terreno abonado para la preocupación, la inseguridad y el miedo…
Cómo superar una imagen corporal distorsionada

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 07 noviembre, 2022

El cuerpo es el vehículo en el que transitamos por la vida; es natural que nos preocupemos por su aspecto. El problema toma forma cuando nuestra imagen corporal se encuentra distorsionada, generando un malestar que amenace con convertirse en nuestra sombra.

Así, una imagen poco adaptada de nuestro cuerpo puede convertirse en un auténtico lastre. Además de hacer que empecemos a gastar mucha energía en cambiar esta imagen, también puede pasar a ser un terreno fértil para la inseguridad, y en última instancia el miedo.

La forma en que nos vemos a nosotros mismos

Vivimos interpretando la realidad que nos rodea. Estamos constantemente creando y actualizando teorías sobre el funcionamiento del mundo, en el que nos incluimos. Una de nuestras tareas principales es la de actualizar con frecuencia ideas sobre cómo somos, nuestras capacidades, sueños, ideas, fortalezas, debilidades, etc. Y también ideas sobre nuestra imagen corporal.

La imagen que manejamos de nuestro cuerpo enraíza en experiencias muy tempranas, opiniones de personas cercanas, los estándares de belleza a los que estamos expuestos y en otra información que podamos obtener a través de nuestros sentidos. Toda esa información se consolida para formar una imagen corporal, y con ella nos enfrentamos a las distintas situaciones del día a día.

Mujer mirándose al espejo triste
La imagen corporal está formada por el componente perceptual, cognitivo, afectivo y conductual.

La distorsión en la imagen corporal

El problema viene cuando la imagen que formamos en nuestra mente se aleja demasiado de la realidad. Esto puede ocurrir por dos factores, que combinados terminan haciendo mucho daño.

En primer lugar, la interpretación que hacemos de nuestro cuerpo no es del todo precisa. Pasa con muchas cosas; nuestro cerebro integra la información sobre la realidad, pero no siempre coincide perfectamente con los hechos.

Nuestros sentidos aportan datos sobre nuestro cuerpo: lo que vemos en el espejo y la propiocepción. Sin embargo, en esa interpretación se privilegia cierta información por encima de otra, creando una imagen desproporcionada.

El segundo factor que se suma al anterior es la necesidad de valoración positiva o negativa. En general, tendemos a interpretar la información en una escala de bueno o malo, evitando los puntos neutrales.

Así, la imagen corporal que construimos tendrá una valoración positiva o negativa predominante no relativa, a pesar de que la información con la que se construye es de todo menos absoluta.

Como factor agravante, el cerebro tiende a darle más valor a experiencias negativas que a las positivas, así que una sola vivencia puede hacer que valoremos nuestro cuerpo como “malo”.

Las consecuencias de una imagen distorsionada

Estos dos factores pueden llevar a que la imagen corporal que formamos no solo no coincida con la realidad, sino que esté ampliamente distorsionada y afecte nuestra salud mental. Entre los síntomas que pueden indicar que existe una imagen corporal distorsionada podemos encontrar:

  • Sensación continua e intensa de que los demás se fijan en aquellas partes del cuerpo que menos gustan.
  • Lo que hace que se inviertan demasiados recursos, incluidos los mentales, en intentar disimular supuestos defectos.
  • Además, la persona, en su continua actividad de ajuste y comparación con los demás, tiende a atender la crítica e ignorar el cumplido.

Cómo abordar una imagen corporal distorsionada

Por todo lo que hemos visto, tratar la imagen corporal distorsionada requiere un abordaje desde varios frentes.

Cognición

La parte cognitiva de la actitud es quizá la más sencilla de abordar, y aquella por la cual deberíamos empezar. Entender que la percepción que tenemos de nuestro cuerpo no es cien por ciento real, es clave.

Se trata de asumir que la imagen que hemos formado puede estar equivocada, incluso aunque nuestro cerebro y nuestros sentidos nos digan lo contrario. Aceptar el error y la relatividad en nuestras ideas puede traer mucho alivio y quitarnos cargas de encima.

Desde la esfera cognitiva también podemos desmontar los nocivos juicios de valor en términos de bueno o malo, entendiendo que no existe un solo estándar de belleza y que lo verdaderamente correcto es aceptar el cuerpo que tenemos.

A través de la reflexión y la meditación, podemos descubrir las ideas ocultas que llevan a distorsiones en nuestra imagen corporal y deconstruirlas poco a poco. No podemos evitar que el cerebro procese la información de la forma en que lo hace, pero podemos ser conscientes de ello y construir esquemas cognitivos más saludables.

Emoción

La esfera emocional es más difícil, pues suele escapar a nuestro control consciente. No controlamos directamente la forma en que nos sentimos, pero sí podemos gestionar las emociones. Reconocer la ansiedad y el malestar que nos produce nuestro aspecto, para después tratar de construir una nueva imagen partiendo de experiencias positivas.

No podemos controlar lo que los demás piensan al vernos, pero sí podemos aceptarnos y pensar sobre nuestro cuerpo en términos positivos. La idea es crear una carga emocional positiva relacionada con el cuerpo, para lo cual es importante enfocarnos en conceptos favorables y confiables como la aceptación propia, más que en la opinión de los demás.

Ten en cuenta que tu cuerpo puede cambiar, al igual que las personas a las que conoces, pero la aceptación que tú mismo te das puede ser constante, por lo cual es una base más sólida para tus emociones.

Mujer mirándose en el espejo
Aceptar nuestro cuerpo en términos positivos nos ayuda a sentirnos mejor.

Conducta

Finalmente, la parte conductual, que para funcionar depende en gran medida de las dos anteriores. Si no se cambian los esquemas cognitivos y no se construye una base emocional sana, los esfuerzos desde la conducta pueden jugar en nuestra contra, aumentando la ansiedad. Por el contrario, si hemos puesto en orden nuestros pensamientos y sentimientos, la esfera conductual puede ser productiva y hasta divertida.

Una vez que nos hemos aceptado, podemos tomar acciones para consentir nuestro cuerpo. Hacer ejercicio, cuidar nuestra alimentación, escoger ropa que nos guste, todo eso puede aumentar la autoestima y mejorar la imagen corporal, siempre que no esté motivado por la ansiedad.

Cuando abandonamos los absurdos estándares de belleza de la sociedad y el deseo de agradar a los demás, actividades como el ejercicio se realizan por motivación propia y pueden ayudar a sentirnos cada vez mejor, además de mejorar nuestra salud en general.

La distorsión en la imagen corporal puede causar un daño considerable, llegando a un punto en el que nuestros recursos individuales dejan de ser suficientes para poner en marcha estrategias de afrontamiento adecuadas. En estos casos será necesario buscar la ayuda de un profesional.


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