Coronavirus: el aislamiento físico no implica la desconexión emocional
En la actualidad, si tenemos cierta sensibilidad social, no podemos dejar de emocionarnos frente a las diferentes alternativas que se plantean en estos días y que más se asemejan a las series que hemos visto en algún momento de nuestra vida.
Hace unos años veíamos The walking dead , una serie en la que la gente se encontraba aislada para evitar el contagio con los zombies que pululaban por las calles. Solo que ahora el protagonismo somos nosotros.
La realidad es que nos encontramos aislados y en lugar de los muertos vivos es el virus el que nos acucia.
Una responsabilidad de todos
Cada persona se encuentra confinada en su casa. Ahora bien, el aislamiento físico y aséptico para preservarnos responsablemente de la probabilidad de contagio, no implica aislarnos emocional ni afectivamente de los otros.
Esta protección no solo es para nosotros mismos, sino es una responsabilidad para nuestros coterráneos. Llevar a cabo el protocolo de higiene y aislamiento implica un cambio profundo de hábitos y costumbres, no porque antes fuésemos exactamente descuidados o antihigiénicos, sino porque no prestábamos atención a estos enemigos invisibles.
Y hoy, este ejercicio de reestructuración de formas de abordar la vida cotidiana puede salvarnos la vida. Sí, puede salvarnos la vida puesto que si nos arriesgamos y nos protegemos estamos cortando una ilación caótica de la cadena de contagio.
Lo que echamos de menos…
A día de hoy, nos estalla el watshapp; desde mensajes impersonales, videos, normas, reflexiones, tips psicológicos para la reclusión saludable hasta mensajes de los más cercanos y afectivos.
Nos miramos por cámara, cafeteamos virtualmente, brindamos por un cumpleaños, vemos la cara de nuestro sobrino de meses y hablamos con los mayores de 70 años que son parte de la población de riesgo.
Todo está signado por el amor…. ¡ Qué cosa! ¿no? ¿Qué nos pasa que esta sensibilidad la obturamos cuando estamos en tiempos normales? No nos decimos “t e quiero mucho” con facilidad, a pesar de que lo sentimos. No nos abrazamos cálidamente ni socialmente, como hacemos damos esos abrazos en los que damos besos voladores y unas palmaditas en la espalda.
¡Cuánto daríamos hoy por abrazar intensamente a algún amigo, a algún familiar, a alguien con quien compartimos la cotidianidad laboral y no podemos!
¡Vaya paradoja e ironía de la vida! El hecho de restringirnos el contacto por miedo al contagio real (y digo real , porque no es ninguna fantasía) nos muestra la falta y deja a la intemperie la necesidad afectiva, nos deja huérfanos de cariño.
Se revela la importancia del lenguaje de los gestos y del contacto, que es el principal vehículo y motor de la expresividad afectiva. Y hoy eso no está.
Aislados, pero conectados por los hilos del afecto
Somos seres humanos sociales e interaccionales. Entonces, este aislamiento en el que cada uno está en su domicilio, no debe implicar una desconexión emocional de los otros; no quiere decir un aislamiento social , porque aunque no poseemos ese contacto físico con los otros debemos estar conectados .
Somos seres absolutamente relacionales y la sociabilidad es sanadora.
Todo este panorama emocional afectivo genera en nuestro organismo un gran fortalecimiento inmunológico, ya que la actitud de protección que hoy sale a la palestra en cada uno de nosotros.
Eso sí, también hay excepciones: como esos negadores que nunca faltan y que no solo no acatan normas poniendo en peligro su vida, la tuya, la mía y la de todos. Son los que se creen que están de vacaciones y se van a la costa, los que salen a caminar, los que mantienen abiertos comercios no imprescindibles, los especuladores que nunca faltan.
El resto, responsables y protectores, son los que nos hacen segregar oxitocina, una neurohormona que se activa con el abrazo y las manifestaciones de generosidad y actitudes paternales. También dopamina al generar motivación y aliento y la reina de la tranquilidad y buena vibración humana, la serotonina. Además, de las endorfinas resultantes de la alegría. En fin, todos los neurotransmisores de alto valor social, inmunitario, afectivo.
Esto también se valora contra el contagio. Si estamos fuertes y equilibrados estaremos psicológica, emocional y orgánicamente fuertes para enfrentar la pandemia y generar inmunidad.
Esta relacionalidad fue demostrada en un estudio de Harvard sobre el desarrollo en adultos ( Harvard Study of Adult Development ). Se trata de un proyecto de investigación que desde 1938 examina de cerca la vida de más de 700 hombres y mujeres y en algunos casos también de sus parejas.
Esta investigación, que es el estudio longitudinal más largo de la historia de las investigaciones, muestra que la importancia de vivir y de ser felices en la vida se basa en las relaciones afectivas .
Las personas más felices y sanas mentalmente son las que estrechan vínculos con sus familias y amigos.
También es importante la calidad de las relaciones y no eso de tener un millón de amigos. De esta manera, es recomendable evitar las relaciones conflictivas, aquellas signadas por la envidia, el maltrato o la descalificación y aportar por las relaciones saludables, enriquecedoras afectivas y valorizantes.
Entonces, no es más feliz el que más amigos tiene, sino el que cuida la calidad de las relaciones que establece con ellos.
Otro elemento relacional no menor es la empatía, esa capacidad de colocarse en el lugar del otro, de comprenderlo. Nuestras neuronas espejo nos ayudan a ello, ya que dibujan, por así decirlo, en la mente las acciones que desarrolla el otro y nos ayudan a entrar en su universo cognitivo y emocional.
Este mecanismo biológico-relacional es una forma de reducir los conflictos y vivir una vida menos problemática. Estos componentes nos facilitan connotar de forma positivas las situaciones y sacarles el traumatismo para permutarlo por la nobleza y alegría que toda situación posee, siempre que deseemos ver el vaso medio lleno .
Eso sí, también hay situaciones en las que nos resulta difícil ver la parte positiva, como la muerte de un hijo, o violaciones o catástrofes desvastadoras, genocidios, entre otras.
Reflexiones en tiempos de coronavirus
Pienso, mientras escribo, y escribo mientras que permanentemente suena la vibración de mi teléfono. Cientos de mensajes alentadores, algunos catastróficos y apocalípticos, pero todos muestran la la importancia de nuestros vínculos en la vida. Reitero, eso también cura.
Enfrentemos la pandemia con compromiso social. Enfrentemos esta crisis respetando a ultranza este encerramiento salutogénico, sabiendo que si bien no nos abrazamos, hay abrazos virtuales que se sienten, que nos estimulan y nos llenan de amor.
Colaboremos en armar nuestra red de contención solidaria para que algún día recordemos que en un tiempo estuvimos de cuarentena, pero que aprendimos la importancia del abrazo, de mirarse a los ojos y de saber que podíamos contar con el otro.