¿De qué manera nos puede cambiar lo vivido?
¿Cómo nos puede cambiar lo vivido con el coronavirus? ¿Qué impronta dejará en nosotros esta experiencia dentro de un año, de cinco o diez? Cada vez que hacemos frente a una crisis, desde el campo de la psicología nos hacemos estas preguntas. Sabemos que de una manera global este tipo de acontecimientos nos cambian a largo plazo y que, como humanidad, obtenemos un aprendizaje vital.
Algo que se baraja en este contexto es si saldremos más unidos como grupo social o por el contrario, el COVID-19 inocule en nosotros la necesidad de distanciamiento como mecanismo de protección a nuevas infecciones.
Pensar esto último resulta desalentador. Es más, resulta poco más que un acto contra natura dado que el ser humano es un ser social y necesita de esa conexión constante para hallar el bienestar.
Sabemos que estas circunstancias son completamente nuevas. No podemos hacer referencia a estudios o investigaciones previas sobre el tipo de secuelas o cambios que puede dejar en la población una pandemia. Las hemos vivido en otros momentos temporales, como lo fue por ejemplo la (mal llamada) gripe española de 1918. Sin embargo, el contexto actual es muy diferente, el sistema sanitario es más fuerte, el virus es otro y la duración, sin duda será mucho menor.
Aún así, y a pesar de estar mejor preparados, somos conscientes de que algo cambiará en nosotros. Analicemos cómo puede hacerlo.
“La búsqueda del significado es la clave para la salud mental y el florecimiento humano”.
-Viktor Frankl-
¿Qué efecto puede tener lo vivido con el coronavirus?
En el idioma chino, crisis se traduce como weiji. Esta palabra por sí sola significa básicamente dolor o peligro. Sin embargo, es interesante saber que está formada por dos caracteres, por un lado 危 wēi que se traduce como riesgo y por otro, 机 jī, término del que se desprenden ideas como invención, resorte o cambio.
Algo que nos está enseñando lo vivido con el coronavirus es que el pueblo chino es, precisamente, una comunidad altamente preparada para afrontar grandes desafíos. Aún más, a día de hoy, el número de infectados es mínimo y sus esfuerzos se vuelcan en ayudar a la comunidad internacional. En los últimos días, tanto Italia como España están recibiendo gran cantidad de productos sanitarios así como ayuda médica.
Un primer hecho que puede dejarnos esta experiencia es precisamente ese valor, el del altruismo, el del apoyo global.
Juntos por un enemigo común ¿una sociedad más unida el día de mañana?
Una de las últimas crisis que vivió el mundo fue la del 11-S. A pesar de ser un drama acontecido en suelo estadounidense, su impacto fue global.
Asimismo, lo que generó a su vez fue un sentimiento de patriotismo de algunos países y la mayor radicalización de otros. Se alzaron más antagonismos y las secuelas de aquel hecho siguen patentes en nuestra sociedad y geopolítica.
Ahora bien, lo vivido con el coronavirus es muy diferente. En este caso, hay un solo enemigo común, uno microscópico. Ahora no valen de nada las etnias, las razas, las religiones, la posición social o el género. Todos somos vulnerables. Algo que puede dejarnos esta crisis es disolver de una vez nuestras diferencias para ser una sociedad más unida, comprometida.
Aprenderemos a revalorizar lo verdaderamente importante: ¿caerá el neoliberalismo posmoderno?
Recordemos la crisis del 2008. Aquella crisis financiera global provocó que los gobiernos de prácticamente todo el mundo salieran al rescate de los bancos. ¿Consecuencias de aquella decisión? Los ricos se hicieron más ricos y los pobres tuvieron que sobrevivir en una mayor carestía.
Los derechos sociales de las personas se vieron recortados. Un sector de los más afectados fue sin duda el sanitario: menos camas de hospital, menos inversión, menos personal y privatización de muchos servicios.
Lo vivido con el coronavirus puede traer un replantamiento de todo ello. Aprenderemos que ninguna sociedad puede llamarse a sí misma avanzada o incluso civilizada si no dispone de una cobertura sanitaria fuerte.
Esa visión del neoliberalismo posmoderno en la que se liberaliza de la economía y donde solo sobrevive el más fuerte, puede cambiar. Tal vez, empecemos a revalorizar lo verdaderamente importante: las personas, nuestros ancianos, nuestros sanitarios, los trabajadores que garantizan que tengamos alimentos…
Un ejercicio de humildad: no somos tan fuertes como pensábamos
Lo vivido con el coronavirus puede dejarnos secuelas. Podemos vivir como sociedad una época de marcado estrés postraumático. Es muy posible que el miedo a la infección siga estando en nuestra mente, que desarrollemos conductas obsesivo-compulsivas. Asimismo, pasaremos meses y años sintiendo el vacío de las personas que hemos perdido.
Los días del postcoronavirus van a ser duros. No obstante, hay algo innegable que vamos a aprender como sociedad: no somos tan fuertes como pensábamos, no somos inmunes a esos imprevistos capaces de ponernos a prueba. Tal vez, en estos momentos de confinamiento sea un buen momento para la reflexión.
Saldremos de esta crisis y para que dicha experiencia sirva de algo hay que tomar conciencia de varias cosas. La vida es fugaz y un bien tremendamente preciado.
Aprendamos a vivirla de manera pausada pero intensa, amando a los nuestros, a nuestros padres, abuelos, hijos, parejas, amigos… Cuidemos un poco más de este planeta del que solo somos simples inquilinos dejando la más mínima huella para las próximas generaciones.
Revaloricemos el sistema de salud, el COVID-19 pasará pero debemos estar preparados para que algo así no nos impacte del mismo modo.