Depresión con alta funcionalidad: señales para reconocerla
La depresión con alta funcionalidad no se aprecia a simple vista. Tiene el rostro de esa persona que cumple en el trabajo, que hace deporte, que sube fotos a sus redes sociales saludando a todos con una sonrisa. Sin embargo, tras esa aparente normalidad enmascara un tipo de depresión que puede llevar arrastrando durante años con episodios bastante graves.
Hay una imagen muy común que la mayoría tiene en mente cuando hablamos de depresión. Es fácil visualizar a alguien acostado en la cama, con las ventanas bajadas, e incapaz de afrontar los retos que les plantean las circunstancias. Son pocos los que podrían acertar a pensar que ese compañero de trabajo, esa cajera del supermercado o incluso nuestra propia madre padece un tipo de condición psicológica que los sume en un estado de sufrimiento permanente. De indefensión enmascarada.
La depresión con alta funcionalidad caracteriza a personas que a simple vista, muestran un rendimiento normal en cualquier ámbito de su vida. Trabajan, se relacionan, sonríen, comunican… Sin embargo, llevan tiempo arrastrando consigo un malestar profundo. Ese que se evidencia, por ejemplo, nada más levantarse por las mañanas.
Las primeras horas del día tienen el sabor de una ansiedad galopante. Esa donde se incrusta una presión asfixiante por “poder con todo”, con “tengo que seguir siendo perfecto, aparentar normalidad, cumplir con cada obligación”. Tarde o temprano, estas situaciones acaban cronificándose hasta derivar en una depresión mayor.
“Nuestra mayor gloria no está en no caer nunca, sino en levantarnos cada vez que caemos”.
-Confucio-
La depresión con alta funcionalidad: ¿qué es y qué síntomas presenta?
La depresión con alta funcionalidad describe lo que clínicamente se conoce como distimia. No obstante, presenta una particularidad que la diferencia del diagnóstico más clásico: en este caso no aparece la falta de energía. La razón de ello está en que dichos pacientes evidencian un alto sentimiento de perfeccionismo. Detenerse o ser falibles en algún aspecto es algo que no pueden tolerar.
Así, alguien que lidia con una distimia es capaz de levantarse cada día y cumplir con sus obligaciones. Es más, en ocasiones tenemos incluso profesionales de éxito y personas altamente competentes de las que nadie sospecharía que en su ser interno, batallan con la angustia, la desesperación y la infelicidad.
Más allá de lo que podamos pensar, la depresión con alta funcionalidad es una condición grave. En ocasiones, podemos encontrarnos con casos donde una persona ha llegado al suicidio sin que su entorno conozca la razón. Nadie se explica cómo alguien con una vida en apariencia perfecta, ha optado por esa salida tan dramática.
Asimismo, no podemos olvidar un aspecto importante. Estudios como el llevado a cabo en la Universidad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos) nos señalan que la distimia afecta a casi un 6% de la población. No detectarla o no solicitar ayuda experta hará que derive en una depresión mayor con sus serias consecuencias.
Conozcamos por tanto qué síntomas presenta la depresión con alta funcionalidad.
Dificultad para experimentar alegría, ilusión y motivación
La persona con esta condición psicológica es capaz de expresar emociones positivas. Sin embargo, expresarlas no significa sentirlas. Porque este tipo de pacientes es incapaz de sentir esa alegría de antaño, esa motivación por alcanzar objetivos, por disfrutar de sus aficiones.
Y ello genera sin duda una ambivalencia agotadora, porque si hay algo que necesitan, es aparentar normalidad, simular eficacia, bienestar y competencia.
Autocrítica implacable
Lo señalábamos con anterioridad. La depresión con alta funcionalidad caracteriza sobre todo a personas muy exigentes consigo mismas. Son perfiles perfeccionistas que no dudan en criticarse casi por cualquier aspecto. No se permiten fallar, dudar, ni aparentar falibilidad.
Asimismo, y por si no fuera poco, llega un momento en que esa autocrítica se desplaza también al exterior. Finalmente acaban procesando toda su realidad como un entorno lleno de errores, de aspectos irritantes, molestos y vacíos. Todo ello incrementa aún más el sufrimiento.
Las cosas pequeñas se magnifican
Que alguien llegue tarde, que el metro vaya muy lleno, que nuestra pareja haya olvidado algo, que los niños ensucien el salón, que no haya agua caliente… Esas pequeñas cosas del día con las que lidiar siempre de la mejor manera, son todo un obstáculo de magnitud exponencial para la persona con depresión con alta funcionalidad. Pensemos que lo tiene que superar cargando con ese lastre que arrastra.
Así, es fácil que reaccionen de forma sobredimensionada. Lo hacen con un elevado estrés, ahí donde lejos de mostrar abatimiento o inactividad, inician respuestas magnificadas donde en muchos casos llegan a solucionar esos problemas, pero el coste psicológico que les genera es inmenso. Hasta que no pueden más.
Utilización de estrategias propias de afrontamiento (ineficaces)
Lo curioso de este tipo pacientes es que arrastran durante años esa distimia manejándola a su “manera”. Son conscientes de su malestar, de su angustia e infelicidad. No obstante, lejos de solicitar ayuda profesional, optan por aplicar sus propias estrategias de afrontamiento.
Ahora bien, son recursos que actúan como vía de escape. Son modos de camuflar el problema, de desplazarlo. De ahí que opten por ver de forma compulsiva sus series de televisión favoritas, por hacer deporte de manera intensa, por comer o incluso, en los casos más extremos, por derivar en el consumo de alcohol o drogas.
Para concluir, la depresión con alto funcionamiento caracteriza a todo aquel que es incapaz de detenerse, de tomar plena conciencia de que necesita ayuda psicológica. La necesidad de vivir deprisa, autoexigirse y mostrar que somos eficaces esconde a menudo una realidad implícita tan seria como preocupante.
Aquella en la que darnos cuenta de que, si nos detenemos, aflorará la auténtica realidad: que no podemos con nuestra vida, con nosotros mismos, con esa depresión que llevamos como copiloto demasiado tiempo. Pongamos por tanto el freno y solicitemos ayuda experta. La distimia tiene tratamiento y merecemos sentirnos mejor, vivir mejor.
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