El deterioro que hierve
Adaptarse a una situación que nos genera malestar y permanecer en ella es más común de lo que nos creemos. El deterioro lento, pasa de manera inadvertida y silenciosa para ocupar nuestra vida si no nos damos cuenta…
Párate a reflexionar por un momento y reflexiona sobre si en alguna esfera de tu vida en lugar de evolucionar o crecer, realmente te encuentras estancado, incluso acompañado de alguna sensación de malestar. ¿Para qué continuas? La historia de hoy puede que te haga despertar…
“En nombre del progreso, de la ciencia y del aprovechamiento, se efectúan continuos ataques a las libertades individuales, a la dignidad, a la integridad de la naturaleza, a la belleza y a la felicidad de vivir. Lenta, pero inexorablemente, con la constante complicidad de las víctimas, inconscientes, o quizás incapaces de defenderse”
-Olivier Clerc-
La fábula de la rana confiada
“Imagínate una cazuela llena de agua, en la que en su interior hay una rana. Mientras ésta nada, se está calentando la cazuela a fuego lento. Poco a poco el agua se va templando y la rana sigue nadando, le resulta agradable. La temperatura no deja de subir y el agua cada vez está más caliente, justo más de lo que a la rana le gustaría, pero sigue sin inquietarse, a pesar de que el calor le produce somnolencia y algo de fatiga.
Al subir más la temperatura, a la rana ya le va pareciendo desagradable, pero se encuentra sin fuerzas, así que se aguanta y trata de adaptarse. No hace nada más. La temperatura del agua sigue subiendo poco a poco, sin prisa pero sin pausa, hasta el momento en que la rana acaba hervida y muere sin haber realizado el mínimo esfuerzo por salir de la cazuela…
Seguramente que si se hubiera sumergido en una cazuela a 50 grados, ella misma de un solo salto se habría puesto a salvo…”
Impresionante, ¿verdad? Esta fábula de Olivier Clerc, escritor y filósofo francés, muestra una valiosa enseñanza que puede ser utilizada en diversos contextos. Seguro que al leerlo, ya has imaginado el tuyo…
El deterioro silencioso
Un deterioro, si es muy lento pasa inadvertido, sin que la mayoría de las veces origine una reacción, ya sea ésta de oposición, rebeldía, etc. ¿Recuerdas alguna situación o comportamiento de una persona de este tipo? Seguro que sí.
Suele pasar con la salud, en las relaciones de pareja, con el medio ambiente, en el ámbito social y laboral, es decir, con lo que ocurre en nuestras vidas y sobre todo, con el modo que tenemos de dirigirla y sus posibles consecuencias.
Quizás como no percibimos el deterioro de manera rápida y directa, no nos hacemos conscientes de las posible consecuencias, prefiriendo permanecer en esa situación; de lo contrario saltaríamos como la rana del cazo, escapando.
Por ejemplo, el deterioro de una relación suele ser un cúmulo de circunstancias en el tiempo -como silencios, incomprensiones, suposiciones, rencores- a las que no se les da importancia ni han sido comentadas con autenticidad y franqueza.
Incluso, en ocasiones nos adaptamos a algo que a simple vista parece beneficioso sin barajar otras perspectivas o alternativas: nos acomodamos sin cuestionarnos si es lo que realmente queremos, engañándonos a nosotros mismos con una situación confortable irreal, evitando y escapando de aquello que nos produce malestar.
Así, cuando éste se manifiesta, es tan desagradable que no queda más remedio que concienciarnos e intentar resolverlo. Pero, a veces, es tarde o es mucho más complicado de lo que lo hubiera sido antes. El esfuerzo que se requiere para solucionar o controlar la situación es tan grande que nos derrumbamos y acabamos hervidos en el cazo como la rana.
La adaptación silenciosa al malestar
Cuando un cambio va introduciéndose en nuestras vidas poco a poco, de manera lenta y sutil, escapa a nuestra conciencia, sin poder prepararnos para su afrontamiento, dando una respuesta.
Al igual que una situación peligrosa o incómoda puede ir originándose lentamente, nos podemos quedar sin recursos para poder hacerle frente una vez que tomemos conciencia. Esto suele ocurrir a muchas personas con el malestar, cuando se dan cuenta resulta que llevan viviendo en él más tiempo del que deberían y se han acostumbrado.
Así, las consecuencias desagradables aparecen y nos encontramos débiles ante ellas. Por lo que resulta necesario estar atento, ser consciente para poder caer en la cuenta de la presencia de un deterioro pálido pero que puede convertirse en agresivo con el paso del tiempo.
Todas las cosas de valor que hay en nuestra vida necesitan cuidados, energía y esfuerzo, al igual que nosotros mismos en relación a lo que queremos conseguir y a nuestro mundo interno.
El gran peligro de hervirnos es que a la vez que lo hacemos, también nuestros recursos y estrategias se van deteriorando. Las facultades que nos permitían darnos cuenta de ese deterioro se han alterado.
Por lo que si atendemos a lo que vivimos, reflexionamos e indagamos en otras visiones, escaparemos a ese beneficio que lo único que nos hace es hervirnos hasta dejarnos sin ningún tipo de recursos.
Bibliografía utilizada:
-Clerc, Olivier. (2007). La rana que no sabía que estaba hervida… y otras lecciones de vida. Madrid: Maeva.