El efecto wanderlust, cuando la pasión por viajar está en tus genes
El efecto ‘wanderlust’ define esa pasión por viajar que, según diversos estudios, tendría un origen genético y estaría presente además en cerca de un 20% de la población. Muchos lo explican casi un ansia constante por conocer mundo, unas cosquillas irrefrenables en los pies que se traduce en tener que hacer la maleta cada poco tiempo para saciar la necesidad por conocer otros escenarios, otras latitudes y culturas.
Hay quien ve esto como poco más que una moda, ese capricho que solo pueden permitirse quienes tienen una buena cuenta bancaria. Tal vez sea así. Sin embargo, es interesante saber que este fenómeno lleva estudiándose hace ya varias décadas. De hecho, basta con poner la etiqueta o el hastag wanderlust para descubrir el gran número de publicaciones que hay al respecto. Hay quien trabaja solo para viajar, quienes invierten lo mucho o lo poco que ganan en un billete de avión, de tren o autobús.
El filósofo Ian Hacking definió a estas personas como ‘viajeros patológicos’. De hecho, en su libro Viajeros locos: r eflexiones sobre la realidad de las enfermedades mentales transitorias, nos habla de la historia del efecto ‘wanderlust’ y de ese momento en nuestra historia en que dicha pasión fue vista como un trastorno psicológico.
El efecto wanderlust define a esas personas que presentan, según la ciencia, un exceso del gen restless. Esto se traduce en un aumento de dopamina cada vez que se realiza un viaje, lo cual, ofrece más felicidad a la persona, además de un sentido de autorrealización.
El efecto ‘wanderlust’, esos locos viajeros
Y tú, ¿eres un ‘wanderlust’? Esta frase se usa ya con frecuencia en muchas agencias de viaje y portales de Internet donde captar la atención y, en última instancia, lograr la compra de una noche de hotel o un billete de avión. Ahora bien, la realidad es que por mucho que a la mayoría nos agrade viajar, no todo el mundo es, por así decirlo, un auténtico wanderlust.
El filósofo Ian Hacking explica en su libro que todo empezó en 1860 con Jean-Albert Dadas. Este francés, empleado de una compañía de gas, sufrió una grave caída con 8 años que, según los médicos de la época, provocó en él un extraño fenómeno: el de un ansia constante por irse de casa, por escapar. Se describió su caso como el de un paciente que cada poco tiempo, y sin saber cómo, se despertaba en un lugar diferente.
Cogía trenes, autobuses y hasta barcos sin saber por qué. El despertarse cada poco tiempo en un lugar le obligaba a buscar trabajo en la ciudad que se encontrara y, al poco de ahorrar lo suficiente, se embarcaba hacia otro lugar. Su historia también fue reflejada en libros como el de Maud Casey, bajo el título The man who walked away.
Jean-Alber Dadas viajó por toda Europa y llegó incluso hasta Moscú. En Prusia, fue mordido por un perro y, tras pasar unos días en el hospital, viajó de nuevo hasta Francia donde finalmente, fue atendido en el hospital Saint-André, en Burdeos. Aquí, el joven neuropsiquiatra Phillipe Auguste Tissié se obsesionó con su singular paciente, para descubrir que en realidad, el caso de Dadas no era el único.
El efecto wanderlust no es un trastorno psicológico, es un gen
El efecto wanderlust no responde en realidad a ningún trastorno psicológico. El doctor Jay. B. Lithcers, de la Universidad de Yale, Estados Unidos, realizó un estudio en los años 90 que puede sumarse sin duda a otros muchos realizados desde entonces con un mismo fin: dar una explicación biológica a esa necesidad irrefrenable por viajar.
- Sabemos, en primer lugar, que el gen DRD4 se relaciona con un nivel mayor de dopamina en el cerebro. Ello provoca que la persona presente una mayor motivación en su comportamiento.
- Ahora bien, existe otra variación genética un poco más afinada que la anterior. Se trata de la asociada al gen DRD4-7R (Lichter et al, 1993) la cual, está presente en el 20% y determina una mayor inquietud y curiosidad por conocer nuevos escenarios, ciudades y países.
- Los científicos especulan con una interesante teoría. Ese afán por viajar que define el efecto wanderlust, se explicaría también por la herencia genética de nuestros antepasados. Tanto el homo sapiens como los neandertales pasaron gran parte de su vida explorando, viajando y desplazándose. Ese instinto nos permitió asentarnos en mejores escenarios para sobrevivir.
Aún ahora, nosotros mismos seguimos explorando y poniendo nuestra mirada en otros lugares. Un ejemplo de ello son sin duda los viajes espaciales y ese afán por explorar otros planetas.
Viajar como parte de nuestro crecimiento personal
El efecto wanderlutst deriva de una palabra alemana tan evocadora como significativa: wandern (“caminar sin rumbo”) y lust (“pasión”). En otras palabras, la persona con el espíritu wanderlust ansía conocer el mundo con los pies, con la mirada y el corazón para satisfacer una necesidad inscrita en el cerebro.
Aún más, para este tipo de personalidad, el acto de viajar conforma una forma de bienestar esencial. Permanecer mucho tiempo en un mismo sitio provoca que el ánimo se vuelva turbio y surja ese vacío insondable donde siempre falta algo, donde la carencia de ese subidón de adrenalina por lo desconocido e inexplorado se experimenta casi como algo doloroso.
Viajar es para muchos un placer, pero para un 20% de la población es una necesidad. Sea como sea, hay algo innegable; ser capaces de distanciarnos temporalmente de lo que nos es familiar y previsible, favorece nuestro crecimiento personal. Es permitirnos relativizar, abrirnos a otras perspectivas y otros vientos.
Nada nos hace tan ricos, nada tiende tantos puentes.
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- Hacking, Ian (2002) Reflections on the Reality of Transient Mental Illnesses. Harvard University Press
- Lichter, JB, Barr, CL, Kennedy, JL, Van Tol, HH, Kidd, KK y Livak, KJ (1993). Un segmento hipervariable en el gen del receptor de dopamina D4 humano (DRD4). Genética Molecular Humana , 2 (6), 767-773.