El ocio, un derecho y un deber

Es en el ocio y solamente en el ocio donde podemos permitir que emerjan las facetas humanas que no están sujetas al imperativo de la producción. Descansar es un derecho y un deber porque en ello se juega lo esencial de nuestra libertad.
El ocio, un derecho y un deber
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 19 enero, 2019

Durante mucho tiempo, el ocio fue visto como algo negativo. “Es la madre de todos los vicios” decían. Esta idea de que el tiempo libre era negativo, se expandió en razón a los intereses que primaban en la era industrial. La consigna era producir el máximo y, por eso, se popularizaron este tipo de ideologías, según las cuales lo único loable en la vida era trabajar.

Producir siempre más, para generar mayores excedentes, llevó a una actividad industrial sin control. Parte de las consecuencias de esto son una significativa destrucción del medio ambiente y una notoria reducción en la calidad de vida de los trabajadores. Ese vivir únicamente para trabajar más y más conduce a la enfermedad física y mental. Por eso, actualmente ha comenzado a reivindicarse el ocio, no solo como un derecho, sino también como un deber.

Los ratos de ocio son la mejor de todas las adquisiciones”.

-Sócrates-

Ahora, a través de la ciencia , sabemos que el descanso es tan fundamental como el trabajo. El cerebro y todo el organismo necesitan lapsos de quietud, para funcionar correctamente. Quien descansa, tan frecuentemente como trabaja es más productivo, creativo y saludable. Sin embargo, no estamos tan educados para el ocio, como lo estamos para el trabajo.

Hombre descansando en la playa

El ocio, un derecho

Como sabemos, hubo tiempos en los que el derecho al descanso se limitaba a un margen mínimo. Corresponde a aquellas épocas en las que no existía una jornada laboral legal, ni un salario mínimo legal. Los empleadores entonces, no tenían problema en contratar a los trabajadores por jornadas de 14 o más horas. Y a cambio les pagaban lo que a bien tuvieran.

Como para ese entonces ya había una gran masa de desposeídos, los trabajadores aceptaban esas condiciones totalmente injustas. A su vez, en diversas partes del mundo comenzaron a surgir los sindicatos y organizaciones gremiales. Trabajadores de todo el planeta dieron férreas luchas para alcanzar unos derechos básicos y universales. Esto permitió llegar al famoso esquema de los tres ochos: 8 horas de trabajo, 8 de descanso y 8 de vida familiar.

En muchos países del mundo, aún se mantiene ese esquema, aunque también en muchos lugares del planeta persisten condiciones de semi-esclavitud. Lo importante aquí es que recordemos que se trata de un derecho que se conquistó por arduas luchas, que incluso cobraron muchas vidas. Renunciar voluntariamente a un derecho significa contribuir a que este se convierta en letra muerta y eventualmente desaparezca.

El ocio, un deber

Dar un lugar al ocio en nuestra vida es un acto de amor propio . Forma parte del autocuidado que cada uno de nosotros debe prodigarse. Descansar es una responsabilidad que tenemos con nosotros mismos, si apreciamos nuestra salud y nuestro bienestar. Parece una verdad demasiado obvia, pero en el mundo actual se ha olvidado. Es tan fuerte la internalización de las obligaciones, que muchas personas no soportan que haya tiempo libre, en el que no tengan que rendir cuentas a nadie.

Bertrand Rusell, el famoso pensador inglés, dio muchas luces en torno al tema del ocio. En uno de sus escritos expone un ejemplo interesante. Plantea un escenario en el que un grupo de fábricas producen todos los alfileres que requiere un país, empleando 100 trabajadores, 8 horas diarias. De pronto, aparece una tecnología que genera esa misma producción, pero en la mitad del tiempo. ¿Qué debería suceder entonces y qué sucede en realidad?

Rusell dice que en ese caso hipotético, lo que ocurre es que son despedidos muchos trabajadores, bien sea porque se requiere menos mano de obra, o bien porque algunas empresas quiebran. A su juicio, lo que debería pasar es que los mismos trabajadores y las mismas fábricas trabajaran solo la mitad del tiempo. Así saldrían ganando todos, ya que seguirían vendiendo lo mismo, por el mismo precio.

Pies cruzados

Proteger los tiempos de ocio

Actualmente, la sociedad de consumo ha cambiado las prioridades para muchas personas. No necesariamente se trabaja para satisfacer adecuadamente las necesidades básicas, sino que muchos quieren tener un excedente para consumir. Comprar cosas, las necesiten o no. Reemplazar los bienes constantemente. Siempre estar comprando y siempre estar pagando.

Es por eso que de buena gana, muchos aceptan trabajar más de lo razonable. Necesitan más dinero porque el mercado es insaciable. Siempre habrá una oferta más tentadora. El que tiene ropa, quiere ropa nueva. El que tiene casa, quiere una más grande. El que tiene coche, quiere avión.

El consumo, a su vez, genera un estilo de vida cerrado. Se trabaja para consumir y se consume para trabajar. El tiempo libre es el tiempo de compras, o de consumo. Pensar en el tiempo libre, a veces carece de sentido para muchos. De hecho les inquieta. Esto no es saludable. Es importante darle gran valor a nuestros momentos de ocio, porque es en ellos en donde mejor nos ponemos en contacto con lo más genuino de nosotros mismos y de la vida.


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  • Pieper, J. (1998). El ocio y la vida intelectual. Ediciones Rialp.


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