Filosofía del conocimiento: ¿es cierto lo que conocemos?
¿Realmente podemos saber si conocemos algo? La Filosofía del conocimiento es la disciplina que estudia todo lo referente a la capacidad de conocimiento: el alcance que puede llegar a tener, el origen de lo que conocemos, su naturaleza…
Ya Platón, en una de sus obras dedicadas a este tema, Teeteto, cuenta una discusión entre Sócrates y Teeteto. En ella se explica que la única forma de entender el conocimiento es definirlo como creencia verdadera y justificada. Durante muchos años, esta definición fue tomada como cierta (con alguna modificación), hasta la llegada del filósofo estadounidense Edmund Gettier.
Lo que conocemos según Gettier
En su obra Is Justified True Belief Knowledge?, Gettier intentó demostrar que una creencia verdadera y justificada puede no ser conocimiento. ¿Cómo puede ser esto? Si yo creo que ayer llovió porque del cielo caía agua y llegué a casa empapada tras saltar charcos, ¿de verdad que eso podría no ser conocimiento?
Aparentemente, en el ejemplo anterior, es anti-intuitivo decir que mi conocimiento de lo sucedido es erróneo. Pero Gettier, un poco más retorcido que todo esto, introdujo algunas variables para hacernos ver que una creencia, aunque esté justificada, puede ser errónea.
Imaginemos que tengo un amigo, Marcos, que se ha comprado un coche deportivo X de color rojo. Ayer vino a enseñármelo y me dio una vuelta en él. De esta experiencia puedo deducir que “un amigo mío tiene un coche deportivo X de color rojo”.
Sin embargo, Marcos, que es una persona muy cambiante, vende ese coche a nuestro amigo Emilio. La proposición anterior “un amigo mío tiene un coche deportivo X de color rojo”, aunque sea verdadera, no genera un verdadero conocimiento en mí porque el amigo al que yo me estaba refiriendo, era Marcos. Estamos infiriendo una conclusión correcta a partir de una premisa errónea.
Pero, entonces, ¿qué conocemos?
En el anterior caso, nuestra justificación falla, pero existe; y supuestamente eso es lo que se requiere para conformar conocimiento: una justificación. Entonces, para evitar toda esta dificultad, sería necesario que la justificación también sea totalmente verdadera y así poder hablar de conocimiento.
Pero, de este modo, necesitaríamos una justificación para la justificación, y una justificación para la justificación de la justificación, ad infinitum. Gettier nos ha metido en un bucle infinito.
Gettier no conoce nada
Las primeras reacciones a los reparos de Gettier consistieron en atacar estos supuestos argumentando que no eran verdaderos contraejemplos a la definición del conocimiento como una creencia verdadera y justificada.
Algunos argumentaron que es posible creer algo falso de forma justificada (como sucedía en el caso del amigo y el coche). Si la creencia que permite inferir que algo es verdadero es falsa, no habría justificación para creerla.
De este modo, al no cumplirse las tres condiciones del modelo gnoseológico clásico (creencia, veracidad, justificación), no habría conocimiento.
Reflexionemos sobre lo que conocemos (y no conocemos)
Imaginemos que alguien es llamado a presentarse ante un tribunal considerando que ha cometido una falta; en este caso juzgarlo está justificado. Pero, en ocasiones, la justificación puede estar errada y es por eso por lo que se le lleva a juicio.
No podemos meter a esta persona en la cárcel porque, aunque juzgarlo está justificado, no hay certeza de que él haya cometido un delito. De no ser así, ¿para qué pasar por el burocrático y cansado proceso de juzgarlo? Sería mucho más fácil condenarlo directamente. Esto es un claro ejemplo de que puede haber justificación, pero no certeza.
Imaginemos de nuevo. A menudo, confiamos en nuestros sentidos (de no hallar en ellos ninguna anomalía). Si tenemos buenas razones para creer algo, creerlo está justificado. Pero, ¿culparíamos a alguien por equivocarse ante una ilusión óptica o un trampantojo?, ¿diríamos que esa persona no tiene justificación para creer lo que cree?
Parece claro, a modo de conclusión, que la justificación exigida variará según la importancia del propio asunto que tratemos. Pero entonces… ¿conocemos algo? la respuesta a la pregunta está en ti.