Horacio Quiroga, biografía de un escritor fabuloso y trágico

La vida de Horacio Quiroga fue extraordinariamente trágica. Muchos lo han llamado “el hombre más desafortunado del mundo”. Al tiempo que cosechó innumerables éxitos por su enorme talento, vivió una gran tragedia personal que estuvo presente hasta el fin de sus días.
Horacio Quiroga, biografía de un escritor fabuloso y trágico
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 24 julio, 2019

Horacio Quiroga es uno de los cuentistas más importantes de todos los tiempos. Para muchos es el Edgar Allan Poe de las letras hispanas. No solo comparte con el escritor estadounidense un talento excepcional para la narrativa, sino que también forma parte de esa suerte de “escritores malditos” que, de un modo u otro, eran alcanzados por la tragedia.

Este escritor uruguayo es también un ejemplo de cómo la desdicha es capaz de convertirse en un potencial creativo de gran vitalidad. Más allá de su talento literario, Horacio Quiroga también fue un hombre excepcional. Enamoradizo, curioso, inquieto y original. Tenía múltiples intereses y aficiones, y siempre se caracterizó por ser un excelente amigo.

No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino”.

-Horacio Quiroga-

Pese a todo, el sino trágico que marcó su existencia es también poco común. Los accidentes fatales, el suicidio y la muerte en todas sus formas lo acompañaron siempre. De hecho, él mismo se quitó la vida, tras enterarse de que padecía una enfermedad incurable.

Libros antiguos

Horacio Quiroga y un comienzo trágico

Horacio Quiroga nació en Salto, Uruguay, el 31 de diciembre de 1878. Su padre era Prudencio Quiroga, viceconsul de Argentina en Salto, y su madre, Pastora Forteza.

Horacio fue el segundo de cuatro hermanos. Cuando tenía tan solo dos meses de edad, un amigo de su padre lo llevó en brazos al encuentro de este, cuando volvía de una jornada de caza.

El padre de Horacio llevaba una escopeta en las manos y al salir al encuentro de su amigo y su hijo, se disparó accidentalmente delante de ellos. Tras esa tragedia, su madre decidió ir a vivir en Córdoba (Argentina), durante un tiempo. A su regreso, en 1891, se casó con Mario Barcos. Este hombre fue un excelente padrastro para sus hijos.

Sin embargo, el padrastro de Horacio Quiroga sufrió una apoplejía, perdió el habla y buena parte de su movimiento. Esto lo llevó a un estado de depresión profunda. El hombre decidió suicidarse , usando para ello una escopeta que accionó con el pie. Justo un par de segundos antes de hacerlo, Horacio había entrado en la habitación y no pudo impedirlo.

Múltiples intereses y nuevas tragedias

Horacio Quiroga estaba interesado en múltiples áreas del saber y era un excelente deportista. Le encantaba la bicicleta e incluso fundó una liga de ciclismo en su localidad. También adoraba todo lo relacionado con la física y la mecánica, pero poco después de los 20 años comenzó a interesarse por la filosofía y la literatura.

En 1898, se enamoró de María Esther Jurkovski, pero los padres de esta frustraron el noviazgo. Entonces, con la herencia que le había dejado su padrastro, viajó a París. Volvió cuatro meses después, en un estado cercano a la indigencia. Poco después organizó un círculo literario muy vital, que fue definitivo en su formación como escritor.

Dos de sus hermanos murieron por fiebre tifoidea. Tras esta nueva tragedia, partió con María, la única hermana que le quedaba, para radicarse en Buenos Aires. Allí comenzó a trabajar como maestro de literatura y después fue trasladado a la población de Misiones, en la selva.

El amor por la selva lo marcaría para siempre. En esa etapa sus cuentos comienzan a ser conocidos y exaltados por todo el mundo literario.

Selva

Una vida desafortunada

En Misiones se enamoró de una de sus alumnas, Ana María Cires, que era apenas una adolescente. Aunque los padres de esta trataron de oponerse a la relación, finalmente Horacio Quiroga la convirtió en su esposa. Con ella tuvo dos hijos. Se encargó personalmente de su educación. Su esposa se suicidó en 1915 y Quiroga volvió a vivir en Buenos Aires con sus hijos. Su éxito literario no se detenía.

Más adelante se enamoró de una joven de 17 años, llamada Ana María Palacio. Este fue un nuevo amor imposible, por oposición de la familia. Horacio Quiroga llegó a cavar un túnel para entrar en su casa y robársela para él, pero no logró su cometido.

Tiempo después se enamoró de María Elena Bravo, con quien se casó y tuvo una hija. Sin embargo, estaba obsesionado por los celos.

Finalmente su segunda esposa lo abandonó, junto con su hija. Poco después, Quiroga comenzó a tener problemas de salud. Le detectaron un cáncer de próstata incurable. Cuando se lo informaron, pidió permiso para salir a dar una vuelta por Buenos Aires. Volvió a la clínica a las 11 de la noche.

Horacio Quiroga sabía que en el sótano de dicha clínica estaba confinado Vicente Batistessa, un paciente sin esperanza que tenía un caso similar al del “hombre elefante”.

El escritor pidió que lo sacaran de allí y lo llevaran a su habitación. Cuando estuvieron juntos, Quiroga le pidió ayuda para quitarse la vida. Batistessa accedió y así el mayor cuentista latinoamericano tomó cianuro y murió entre espantosos dolores. Corría el año de 1937.


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  • Orgambide, P. (1997). Horacio Quiroga: una biografía.

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