La inhibición conductual y su relación con los trastornos de ansiedad

La inhibición conductual está presente desde el nacimiento y puede acompañarnos de por vida, aumentando el riesgo de sufrir trastornos de ansiedad. Descubre en qué consiste.
La inhibición conductual y su relación con los trastornos de ansiedad
Elena Sanz

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz.

Última actualización: 01 agosto, 2022

Si eres un adulto ansioso, temeroso o evitativo, es probable que te hayas preguntado a qué se debe. Y es que dichas características pueden condicionar enormemente tu vida, causarte malestar y hacer que pierdas oportunidades.

Aunque no hay una única respuesta a esta pregunta, lo cierto es que en muchas ocasiones hay una vulnerabilidad biológica que juega en nuestra contra. Por lo mismo, hoy queremos hablarte de la inhibición conductual.

Este es un rasgo del temperamento que puede observarse ya en los bebés. Se relaciona con el miedo y la moderación del comportamiento; es decir, la tendencia a retraerse o no interactuar. Aunque puede verse influido por varios factores ambientales, suele permanecer estable a lo largo de la vida y contribuir a la aparición de diversos trastornos de ansiedad.

Mujer con bloqueo por ansiedad
La inhibición conductual provoca que la persona no actúe, lo que a largo plazo mantiene los problemas de ansiedad.

¿Qué es la inhibición conductual?

Como decíamos, la inhibición conductual es una variable temperamental. Pero, ¿qué significa esto? Pues bien, el temperamento es una tendencia innata a percibir, sentir y actuar de una determinada forma. Es una predisposición del carácter que determina cómo reaccionamos y nos enfrentamos al ambiente.

Este es global (abarca todos los aspectos de la vida), es estable (permanece relativamente inmutable a lo largo de los años) y es congénito (nacemos con esta tendencia y tiene un factor hereditario). Por lo mismo, estas diferencias son reconocibles desde el momento del nacimiento.

Cuando hablamos de inhibición conductual, nos referimos a la predisposición a reaccionar con miedo ante la novedad. Los niños inhibidos sienten gran ansiedad ante personas, estímulos o situaciones nuevas, y tienden a retraerse y a buscar la seguridad que sienten cerca de sus figuras de apego. Suelen ser tímidos y temerosos, se sienten inquietos con frecuencia y tienden a la evitación social.

Así como hay bebés que se muestran seguros y deseosos de explorar su entorno, otros sufren ante lo desconocido y se refugian tras las piernas de sus padres. Ahora bien, esto no se trata de una precaución normal o de una etapa especialmente sensible.

Por ejemplo, hacia los ocho meses aparece la ansiedad de separación y los bebés tienden a buscar el contacto con la madre y a rehuir a los extraños. Sin embargo, en el caso de la inhibición conductual, esta es una tendencia extrema y que permanece con el tiempo, incluso hasta la edad adulta.

La inhibición conductual y los trastornos de ansiedad

Se estima que aproximadamente un 15 % de los niños presentan estas tendencias emocionales y de actuación. Además, un 10 % de quienes mostraron inhibición conductual en la infancia, seguirán presentándola durante la adolescencia y la edad adulta.

Este rasgo puede marcar profundamente la vida y las experiencias de la persona. No solo lo llevarán a sentir ansiedad, preocupación, temor y desasosiego más a menudo, sino que impactará en sus relaciones y vivencias. Por ejemplo, puede afectar a su rendimiento escolar por el miedo a participar activamente en clase o a relacionarse; pero, sobre todo, llevará al menor a tener menos relaciones sociales y a que estas sean menos gratificantes, pudiendo incluso llegar a ser rechazado por los iguales.

Cuando llegamos a la edad adulta siendo inhibidos, podemos perder oportunidades laborales, personales y sociales. Pero, además, tenemos una mayor vulnerabilidad para desarrollar patologías mentales. Especialmente, la inhibición conductual aumenta la probabilidad de sufrir ansiedad por separación, fobia social y trastorno de ansiedad generalizada.

También parece aumentar el riesgo de desarrollar depresión, pero este efecto estará mediado por la presencia de un trastorno de ansiedad.

Prevención y abordaje

Ahora bien, este no es el único factor que determina la aparición de los trastornos de ansiedad. De hecho, no todos los niños inhibidos terminan padeciendo ansiedad, ni todas las personas con trastornos de ansiedad son inhibidas.

Hay más variables que entran en juego en la ecuación, y es sobre estas sobre las que podemos influir para contrarrestar el efecto. Entre las más importantes se encuentran las siguientes:

  • Presencia de trastornos de ansiedad en alguno de los padres. Esto no influye en la predisposición genética, sino también en lo aprendido del ambiente. Los padres ansiosos pueden transmitir la idea de que el mundo es hostil y peligroso y aumentar esa tendencia en sus hijos a temer y evitar situaciones.
  • Un estilo educativo basado en la sobreprotección. En la línea de lo anterior, muchos progenitores impiden a sus hijos experimentar, ponerse a prueba y desarrollar habilidades por el afán de hacer todo por ellos. En lugar de facilitarles la vida, les están privando de la oportunidad de crear autoestima y autoconfianza, y esto solo incrementará su temor y su sensación de vulnerabilidad ante el mundo.
  • Una crianza basada en la falta de afecto o en la crítica. Por otro lado, hay padres y madres que apenas ofrecen afecto, que critican a sus hijos, que no los aceptan. Esto genera un vínculo de apego inseguro y hace mucho más probable que aparezcan trastornos de ansiedad a futuro.
  • Experiencias negativas en etapas tempranas. Por último, vivir experiencias desagradables o traumáticas también condiciona esa tendencia a sentir temor. Sin embargo, paradójicamente, las personas inhibidas suelen tener este tipo de experiencias con más frecuencia, ya que su temor y su ansiedad no les permiten desarrollar buenas habilidades sociales y son más vulnerables al rechazo, la burla o el aislamiento.
Niño con ansiedad
Una parte de los niños que muestran inhibición conductual en la infancia la siguen manteniendo en la adultez.

Recomendaciones finales

En suma, un temperamento inhibido aumenta el riesgo y la probabilidad de sufrir diferentes trastornos de ansiedad en la infancia, la adolescencia y la adultez. Sin embargo, no es una sentencia.

Si se aplica una crianza afectiva, respetuosa y que fomente la autonomía en el niño, este riesgo se reduce. Pero, incluso si ya eres adulto, puedes tratar de revertir esta tendencia, principalmente dándote la oportunidad de experimentar.

La evitación es cómoda, pero incrementa el temor y la ansiedad, necesitas vencer tu natural tendencia a inhibirte y permitirte tener experiencias en las que practicar, aprender y obtener un feedback positivo.

Por supuesto, si presentas un trastorno de ansiedad, es muy conveniente que realices este proceso de la mano de un profesional.


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