La banalización social de las patologías

Es muy común oír a personas decir que experimentaron un "ataque de pánico" cuando en realidad solo se trataba de un momento de miedo; o que estaban "deprimidas", cuando estaban tristes o angustiadas. Esta tendencia a distorsionar trastornos y poner etiquetas se conoce como banalización de las patologías. 
La banalización social de las patologías
Marcelo R. Ceberio

Revisado y aprobado por el psicólogo Marcelo R. Ceberio.

Escrito por Marcelo R. Ceberio

Última actualización: 24 enero, 2020

El DSM V ( Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders ) es el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (American Psychiatric Association, APA) y el nº 5 es la versión más actualizada. Es un texto recopilado y supervisado por una serie de investigadores que categoriza descripciones y síntomas y los reune en diferentes categorías, creando así una gran clasificación de las patologías que aquejan a la mente humana.

Estos datos brindan un lenguaje técnico unificado, para que todos los profesionales –principalmente médicos, psiquiatras y psicólogos clínicos- que trabajan con trastornos mentales puedan pasarse información.

También es importante para investigadores de las ciencias de la salud en general y en salud mental, ya que favorece el establecimiento de criterios claros para una categorización y asegura un diagnóstico consistente.

Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda el uso del sistema internacional denominado CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades), utilizado en todo el mundo.

Estas organizaciones (mas allá que se esté de acuerdo o no en la rotulación diagnóstica de pacientes o que están dirigidas al paciente sintomático, dejando de lado el contexto o sistema al que pertenece) tiene sus inicios en el siglo XIX y XX.

Médicos franceses, ingleses e italianos crearon clasificaciones de síntomas y al mismo tiempo debieron crear programas de atención, hospitales, teorías médico-psicológicas, etc. para dar respuesta al problema que planteaba la alienación mental. En esta época, además, nació la figura más representativa de la psiquiatría alemana: Emil Kraepelin.

Kraepelin (1855-1926) se dedicó a investigar, sobre todo, los aspectos fisiológicos de la enfermedad mental: fiebres, traumatismos craneales, etc. Para él, un enfermo mental constituía un simple conjunto de síntomas. En otras palabras, se interesó profundamente por la humanidad, pero poco por el hombre.

Esta tendencia de Kraepelin como psiquiatra, hoy considerada como un defecto, fue la característica que lo ayudó a crear su nosología. Recogió numerosos casos clínicos que no solo discriminaban el acontecer de la enfermedad, sino también el historial previo al padecimiento y la reacción posterior a la internación hospitalaria.

Por lo tanto, esta clasificación ha constituido el inicio del desarrollo de manuales que permiten agrupar por signos y síntomas diversos trastornos mentales. 

Psiquiatra consultando patologías mentales en el DSM V

El riesgo del diagnóstico casero

Muchos de los trastornos clasificados en estos manuales se han transferido de una manera errónea a la sociedad.  Es decir, patologías de cierta envergadura se han distorsionado en su significado, características o signos distintivos y esto conduce a realizar errores interpretativos.

Veamos un ejemplo del riesgo que conllevan estos errores interpretativos:

Cuando rotulamos a alguien con un determinado trastorno, es como si le colocásemos un cartel en su frente que dice: “Yo soy…” y le adjuntamos la patología.

Es factible que la persona rotulada crea en la categoría que le hemos adjudicado, busque información -hoy, cuando todo está disponible en internet- y se identifique. Esto se verá reforzado por la vista de su círculo cercano, en el que también se le identifica con el cartel que se le ha colgado.

Así, todo contribuye a la confección de una profecía que se autocumple, haciendo realidad el supuesto clasificatorio con que se lo ha rotulado. Además, el rótulo categorial suele ser tranquilizador; es como encontrar el origen del padecimiento y decir: “¡Ahhhh, ya se lo que tengo!”.

El diagnóstico casero contribuye con la distorsión del significado, las características de los trastornos y su banalización.

5 trastornos comúnmente banalizados

Hay hasta el momento, 5 trastornos que se han banalizado por el común de la gente, tergiversando su verdadero significado. Incluso, en muchos casos, se les ha colocado la categoría simplemente por una de las características del trastorno.

Dichos trastornos son: la depresión, el estrés, el trastorno de pánico, el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y el bipolar.

La depresión ≠ tristeza o angustia

Los trastornos depresivos son patologías severas, en las que las sensaciones de angustia y ansiedad invaden a la persona. Aparecen sentimientos de incertidumbre y falta de proyecto, estrechez del futuro, desvalimiento, falta de energía y motivación en casi todas las áreas de la vida, baja autoestima, decaimiento en numerosas funciones psíquicas, sensaciones de fracaso y frustración.

Muchas veces, los pacientes depresivos están tan desganados que no son capaces de afrontar el día, les cuesta levantarse, bañarse, comer, tener relaciones sexuales e, incluso, pueden expresar que ya no tienen deseos de vivir.

Debemos recordar que la angustia y la tristeza son emociones naturales que pueden surgir en una persona reactivamente por una muerte, un problema, migración, mudanza o cualquier crisis vital y que le permiten una introspección, reflexión con miras al crecimiento.

Lo que ocurre es que cuando una persona está angustiada o triste, hay quienes se apresuran a decir que está “deprimida”. Y no siempre es así.

El estrés # cansancio o irritabilidad

El estrés es una de las patologías más graves de nuestro tiempo. Es una llave efectora que puede iniciar y sostener una patología tanto orgánica como mental. Desde un resfriado hasta un cáncer, es decir, el espectro es muy vasto.

El estrés es el síndrome general de adaptación, son las tentativas de nuestro organismo de mantenerse equilibrado en un contexto poblado por múltiples estímulos disruptivos.

El problema ocurre cuando permanentemente estamos acuciados por uno o mas estímulos que tienden a desequilibrarnos y nuestro organismo se hiperexige para seguir soportando semejante amenaza a la estabilidad.

Soportar una crisis sistematizada en nuestra vida crea efectos sintomáticos que buscan frenar una serie de comportamientos propios del estrés como: irritabilidad, ideas catastróficas, intolerancia, angustia, ansiedad, agresividad, náuseas, palpitaciones, bruxismo, comer de forma compulsiva, pensamientos negativos, etc.

Por la cantidad de síntomas (orgánicos, cognitivos, emocionales) que implica, el estrés se ha convertido en una gran bolsa de gatos indiscriminada, en la que se colocan síntomas o conductas aisladas, sin el correspondiente análisis de si existen factores estresantes en la vida de la persona, si hay situaciones determinantes de crisis sistematizadas. Es muy sencillo colocar el rótulo de estrés a lo que desconocemos.

Mujer estresada por sobrecarga laboral

El trastorno de pánico ≠ miedos, ahogos, palpitaciones

Los trastornos de ansiedad, en general los ataques de pánico y agorafobias se multiplicaron en los últimos 10 años. Como si estos síntomas, desde una perspectiva psicosocial, intentaran frenar patológicamente el ritmo hiperdinámico al que la sociedad nos somete.

Hace 30 años, la persona desencadenaba una serie de síntomas como ahogos, mareos, náuseas, taquicardia, sudoración y hormigueos en las extremidades conjuntamente con un inmenso miedo a morir y no había categoría donde se colocara este trastorno, sumergiendo al paciente en una gran incertidumbre. En la actualidad, sucede a la inversa.

Hoy en día, una persona puede experimentar síntomas aislados e identificarlos como “ataques de pánico”. Entonces, se coloca el rótulo: “U y, sí, sentí un ataque de pánico” , cuando en realidad, no lo experimentó.

Solo puede diagnosticarse un ataque de pánico cuando se dan al menos 4 de los 13 síntomas que describe el cuadro psicopatológico.

El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) ≠ detallismo o ritualismo

El TOC es un trastorno que se caracteriza por una gran ansiedad y conductas compulsivas donde la persona no puede contenerse de realizar ciertos actos que repite sin frenar.

Para contrarrestarlos, puede desarrollar conductas ritualistas imbuidas en un pensamiento mágico, que también puede realizarlas para inhibir situaciones que cree puedan suceder si no desarrolla esos rituales. Además puede tener conductas minuciosas y de higiene extrema por miedo a enfermedades, contaminaciones, contagio, etc.

Tiene pensamientos intrusivos ante los que no puede dominar su aparición, rumias mentales que trata de frenar con rituales o conductas de higiene. En fin, todo un entrelazado de comportamientos e ideas que lo desesperan y que incrementan aún mas su ansiedad y le generan un profundo sufrimiento y angustia.

Sin embargo, hay quienes consideran que cuando aparecen conductas aisladas de limpieza o extrema prolijidad en una persona “tiene un TOC” o es un “obsesivo”. Y esto ocurre porque, a veces, se confunden las cábalas o rituales que todos los seres humanos tienen en algunos temas, con comportamientos ritualistas propios del trastorno.

El trastorno bipolar cambios de humor

El trastorno bipolar es una patología grave en la que las personas que la padecen experimentan cambios de ánimo poco comunes; es decir pasan de ser muy felices, dinámicos y activos a sentirse extremadamente tristes, sin proyecto, claramente depresivos. Es una enfermedad cíclica en la que se pasa una y otra vez por estos estados.

Pueden existir espacios de estados de ánimo normales entre un ciclo y otro. No obstante, en las formas más graves, se entra y se sale, de ciclo en ciclo. A los períodos de euforia se les llama “maníacos” y a los de tristeza “depresivos”.

  • En los primeros, hay una serie de conductas propias y características, por ejemplo, excitación y nerviosismo, pensamientos rápidos sucesivos y simultáneos, tensión permanente, irritabilidad, insomnio, gasto compulsivo de dinero.
  • Mientras que en la depresión, hay tristeza, angustia, mal humor, pérdida de interés y desgano, ganas de dormir y no salir de la cama insomnio, lentitud, cansancio, falta de concentración, pensamientos suicidas.

Por lo tanto, hay que ser cuidadosos cuando -muy a la ligera y sin ningún aval científico- se diagnostica y se tilda un cambio de humor, de cualquier persona, como un “bipolar”.

Los seres humanos no somos lineales. Estamos sometidos a un medio cambiante al cual debemos adaptarnos constantemente, por lo tanto, esto implica cambios de humor, a veces paulatinos y, en ocasiones, abruptos. Entonces, una persona no es “bipolar” solo porque ha experimentado un cambio de humor abrupto. 

Mujer con trastorno bipolar

Conclusión

Los diagnósticos solo deben ser realizados por profesionales de la salud. Quienes no tienen aval científico ni experiencia , por favor abstenerse. No es necesario apresurarse a colocar rótulos a conductas y categorizarlas como trastornos mentales.

Los rótulos no hacen bien, puesto que caen como un mazazo al individuo y terminan construyendo la personalidad como una profecía que se autocumple o faltando el respeto a patologías graves colocando el título cuando las características de la persona no forman el cuadro completo. 

No está en nuestras manos ponerle un rótulo o una etiqueta a las conductas de los demás si no somos expertos en la materia.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.