La extraña empatía de la vergüenza ajena
La neurociencia cognitiva ha ahondado poco sobre la vergüenza ajena en comparación con otras emociones sociales que engrasan el sistema moral de los seres humanos, tales como la envidia, la compasión o los celos.
El doctor Frieder Michel Paulus, profesor de la universidad alemana de Marburgo, forma parte de un equipo de investigación que ha estudiado en humanos esta emoción desde el punto de vista conductual y neuronal.
Publicó junto con Sören Krach el trabajo Tus defectos me duelen, el primer libro de una trilogía que deja ver desde el principio el carisma de este particular científico. Las emociones cobran una dimensión nueva en el contexto social.
“No es lo mismo perder al ajedrez en tu casa, que delante de todo el mundo”, como explica Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Pero, ¿por qué llegamos a sentir vergüenza ante una situación embarazosa de la que ni siquiera somos protagonistas?
Cuando no sabes si sientes vergüenza ajena o compasión
En un evento de campaña en Iowa, el candidato presidencial Ted Cruz se inclinó para darle un beso en la mejilla a su pequeña hija. Lo que sucedió después fue tremendamente embarazoso.
La niña de 7 años golpea repetidamente su rostro y luego protesta mientras intenta escapar de él. Sea lo que sea que pienses de Ted Cruz, es difícil no encogerse y sentir algo de compasión, especialmente cuando mira tímidamente a la cámara. Hay una buena razón para esto: estamos conectados para sentir su dolor.
“El cerebro es un experto en simular los estados internos y la experiencia afectiva de otros seres humanos”, dice el Dr. Sören Krach, profesor de psiquiatría y psicoterapia además de jefe del Laboratorio de Neurociencia Social de la Universidad de Lübeck en Alemania. Es esta habilidad la que permite la empatía y, en el caso de Cruz, un estado emocional conocido como vergüenza ajena.
El trazado neuronal de la vergüenza ajena y empatía
La empatía, intermediaria de emociones sociales como la compasión y la agresividad, también desempeña su papel en este caso. Cuando tienes vergüenza ajena sientes empatía por alguien que pone en peligro su integridad al violar las normas sociales se trata de una vergüenza empática.
Un experimento neuronal de Paulus mostró que al percibir cómo otros destrozan sin pudor las normas sociales, el cerebro pone en marcha las mismas regiones que en momentos empáticos: la corteza insular y el córtex del cíngulo anterior. Las dos estructuras están relacionadas con las emociones viscerales y la sensación de alerta, respectivamente.
“Son regiones en la interfaz de la cognición y la emoción”, indica Susanna Carmona, investigadora del Laboratorio de Imagen Médica en el Hospital Gregorio Marañón. Los escáneres cerebrales han mostrado la fuerte actividad de estas dos estructuras corticales cuando alguien siente compasión por el dolor ajeno, tanto físico como psíquico.
El cerebro compasivo
Siguiendo el mismo trazado neuronal de la empatía, el investigador Philip L. Jackson, de la Universidad de Washington (EEUU) ha indagado cómo los seres humanos perciben el dolor de los demás. Sus trabajos con neuroimágenes revelan un intercambio interpersonal afectivo en estas situaciones que activa las mismas rutas: córtex del cíngulo anterior y la corteza insular.
Esta capacidad de ponerse en el lugar del otro le da a la mente humana una dimensión de cerebro compasivo, tal y como lo llama un equipo de investigación de la Universidad Politécnica de Helsinki (Finlandia).
Uno de sus estudios, coordinado por Riitta Hari, también indagó en los sistemas espejo de los humanos. Se ha comprobado que son mucho más detallados de lo que se había pensado.
Más complejo de lo que parece
Nuestra respuesta afectiva hacia los demás depende de la propia habilidad de empatizar con los pensamientos y las intenciones ajenas. Además, reaccionamos de manera diferente en función de si percibimos o no el bochorno en el protagonista.
Según los resultados de las investigaciones de Paulus, el observador siente mucha más vergüenza ajena si el sujeto es consciente de su comportamiento ridículo, en comparación con las situaciones accidentales. Por lo tanto, los investigadores “entienden la vergüenza ajena como un término general que cubre dos fenómenos distintos“, escribe Krach.
Existe “la vergüenza empática, cuando compartes la vergüenza de otro” y luego está “la vergüenza ajena que experimentas cuando no hay signos de vergüenza presentes en el que es observado“. Para distinguirlas, a veces hablan de vergüenza con otro y vergüenza por otro, agrega Paulus.
El papel de la empatía en la vergüenza indirecta puede volverse más claro a medida que avanza la investigación en el área. Lo que es seguro ahora, dice Krach, es “el papel del testigo”. Sin la presencia de otras personas no se sentiría vergüenza ni vergüenza ajena. La vergüenza ajena es una “emoción pública genuina”.
Conclusión
El equipo de investigación alemán ha publicado también resultados sobre vergüenza ajena en un grupo de 32 personas con TEA. Estos individuos presentaban serias dificultades para ponerse en el lugar del otro, sobre todo en escenarios sociales complejos en los que alguien violaba las normas sociales de manera deliberada.
“Nuestros resultados nos pueden ayudar a abordar un espectro más amplio de la experiencia afectiva y dar la importancia que merece en el desarrollo humano y los trastornos clínicos”, concluye el doctor Paulus, que continúa con su cruzada de trasladar ideas de la psicología social a los escáneres cerebrales de la neurociencia. Sin duda, estos estudios nos proporcionarán una nueva visión del individuo y su íntima relación con todo lo social.