La hipófisis, nuestra fascinante glándula maestra

La hipófisis, nuestra fascinante glándula maestra
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 05 agosto, 2019

La hipófisis apenas tiene el tamaño de un guisante, sin embargo, la importancia que tiene en nuestro cuerpo es inmensa. Es la “glándula maestra”, nuestro centro de comunicaciones hormonales y ese tercer ojo capaz de orquestar procesos endocrinos tan relevantes como aquellos relacionados con las tiroides, las glándulas suprarrenales o nuestros órganos reproductivos.

No nos equivocamos si decimos que todo lo que envuelve a esta pequeña estructura resulta fascinante. Se halla justo en la base del cerebro, localizada en un espacio óseo que se conoce como “silla turca”. Pesa poco más de 500 miligramos y en caso de que seamos mujer y hayamos dar a luz varias veces, su peso puede llegar hasta los 700 miligramos.

La hipófisis o glándula pituitaria es una pequeña estructura de nuestro encéfalo que regula gran parte de nuestros procesos hormonales.

Su relevancia químico-hormonal es indiscutible. La hipófisis mantiene la homeostasis endocrina gracias a una interacción constante con el hipotálamo. Su función en nuestro organismo es tan determinante que incluso el mundo espiritual le ha dado siempre una gran trascendencia a esta glándula. Dentro de este contexto (no científico) se la considera el chakra frontal, ese tercer ojo que concentra un centro de poder donde se concentra nuestra energía, sabiduría y paz interna.

Glándula pineal

La hipófisis o glándula pituitaria ¿qué finalidad tiene?

Coordinación, equilibrio y armonía. Estas son las principales tres palabras que definen a la hipófisis o la glándula pituitaria. Estamos ante una pequeña estructura que trabaja en perfecta coalición con el cerebro y en concreto, con todos esos sentidos que interacciona con nuestro entorno. Pongamos un ejemplo. Estamos en el trabajo y nuestro jefe nos pide de pronto que entreguemos una tarea que aún no hemos finalizado.

Tras ese mensaje el tálamo le envía una señal de “alarma” a nuestra hipófisis. Seguidamente, esta iniciará una sofisticada concatenación de procesos para motivarnos, para conferirnos fuerza, activación y capacidad de reacción para finalizar esa tarea y cumplir con el objetivo cuanto antes. Así, lo que hará la hipófisis es segregar una serie de hormonas al torrente sanguíneo con las que facilitar esa respuesta durante un tiempo determinado.

Como podemos ver e intuir esta glándula guarda una estrecha relación con nuestro mundo emocional. De hecho, fue Descartes quien admirado por su localización en el cerebro (justo en el centro) dijo en su momento que esta pequeña glándula debía ser el asiento de nuestra alma. Queda claro que tal afirmación tiene poco de científico. Sin embargo, dada la gran relevancia que tienen las emociones en nuestra vida no podemos menospreciar su innegable trascendencia.

Las dos partes de la hipófisis

Puede que hasta el momento hayamos imaginado la hipófisis como una glándula con una estructura única, similar a un guisante. La realidad es otra: está formada por dos lóbulos muy concretos. Veámoslos con detalle para comprender sus funciones.

Adenohipófisis

Es el lóbulo anterior de la hipófisis y conforma lo que se conoce como bolsa de Rathke. Su función consiste en secretar diversas hormonas a través de un conjunto determinado de células:

  • Células somatótropas que segregan GH (estimulante del crecimiento).
  • Células lactotropas que segregan PRL (estimulante de la producción de leche en las glándulas mamarias y la progesterona en el cuerpo lúteo).
  • Células corticótropas que segregan ACTH (relacionada con las glándulas suprarrenales).
  • Células gonadótropas que segrega LH y FSH (relacionadas con nuestra reproducción).
  • Células tirotropas que secretan la TSH (relacionadas con las tiroides).
Estructura de la hipófisis
Foto original de reproduccionasistida.org

Neurohipófisis

La otra parte de la hipófisis es la neurohipófisis. Su función es igual de compleja y relevante que su otra mitad. La neurohipófisis regula una de las hormonas más importantes de las que disponemos: la oxitocina. Asimismo, también se encarga de regular otra hormona: la antidiurética (ADH) o vasopresina.

Patologías asociadas a la hipófisis

Conocemos la relación existente entre la hipófisis, nuestras emociones y ese equilibrio endocrino que esta glándula regula y favorece de forma tan efectiva. Ahora bien, esta pequeña estructura está situada en un marco óseo muy reducido. A veces, al estar rodeada de diversas estructuras vasculares y nerviosas es común que se ejerza presión sobre ella y aparezcan algunos problemas. También son comunes los tumores localizados en esta parte del cerebro.

Así, los principales trastornos asociados a la hipófisis se basan en si la produce un exceso de hormonas o si por el contrario, existe un déficit. En caso de que haya una superproducción pueden desarrollarse las siguientes enfermedades:

  • Acromegalia.
  • Gigantismo.
  • Síndrome de secreción inadecuada de la hormona antidiurética (SIADH).

Si existe una baja funcionalidad de la hipófisis suelen aparecer otros trastornos hormonales.

  • Problemas en la hormona del crecimiento.
  • Diabetes insípida.
  • Síndrome de Sheedan.
  • Hipopituitarismo.

Para concluir, la hipófisis es algo más que la glándula maestra. Muchos la consideran la reina de nuestros procesos hormonales, la encargada de dirigir esa orquesta endocrina donde cualquier pequeña alteración, como ya sabemos, trae alguna que otra consecuencia. No obstante, por lo general esta glándula pituitaria funciona de manera efectiva a lo largo de nuestra vida, regulando con ello nuestro necesitado equilibrio interior.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.