La teoría de esquema de género y roles en la cultura
La teoría de esquema de género fue presentada por la psicóloga Sandra Bem en 1981. Se trata de una teoría cognitiva que pretende explicar cómo los individuos adoptan un género en la sociedad y cómo las características asociadas socialmente a cada sexo se mantienen y transmiten a otros miembros de una misma cultura.
Bem afirmó que los niños aprenden sobre los roles masculinos y femeninos a partir de la cultura en la que viven. Según esta teoría, los niños ajustan su comportamiento para alinearse con las normas de género de su cultura desde las etapas más tempranas de su desarrollo psicosocial.
La autora sugirió que las teorías freudianas estaban demasiado centradas en la influencia de la anatomía en el desarrollo del género y propuso una nueva concepción. Así, para Bem, el desarrollo cognitivo de un niño combinado con las influencias sociales influyen en los patrones de pensamiento (esquemas) que corresponden a los rasgos masculinos y femeninos aceptados.
La teoría de esquema de género trata de explicar cómo adoptamos un género en la sociedad.
Influencias culturales en el esquema de género
Los esquemas de género tienen un impacto no solo en cómo las personas procesan la información, sino también en las actitudes y creencias que dirigen el comportamiento considerado como “apropiado para el género”.
Por ejemplo, un niño que vive en una cultura muy tradicional podría creer que el papel de una mujer consiste en cuidar y criar a los hijos, mientras que el papel de un hombre se centra en el trabajo y la industria. De esta forma, construyen un esquema mental interno relacionado con aquello que pueden y no pueden hacer los hombres y las mujeres.
Los esquemas de género también dictan el valor y el potencial de una persona en esa cultura. Por ejemplo, una niña criada en una cultura tradicional podría creer que el único camino disponible para ella como mujer es casarse y criar hijos. Por el contrario, una niña criada en una cultura más progresista, de acuerdo a sus esquemas asumidos, podría perseguir una carrera universitaria, evitar tener hijos o bien decidir no casarse.
Muchas de estas influencias son manifiestas, mientras que otras son más sutiles. En este sentido, cabe destacar que incluso la colocación de títulos de género en el vocabulario (normalmente el masculino por delante del femenino) sitúa a las mujeres en una posición secundaria sistemáticamente.
Todas estas influencias que campan en la sociedad, por imperceptibles que parezcan, influyen en la construcción del esquema de género de cada individuo. Es más, tanto hombres como mujeres son tácitamente conscientes de las consecuencias derivadas de no adherirse a la norma cultural respecto a su género.
Por ello, cuando se encuentran en una situación de desaprobación social por no manifestar los rasgos esperables de acuerdo a su género, pueden sentirse presionados para cambiar su comportamiento o bien, se enfrentarán al rechazo de aquellos que no los aprueben.
Estereotipos de género según la teoría de esquema de género
Puesto que la teoría de esquema de género es una teoría del proceso y no del contenido, también puede ayudar a explicar otro tipo de procesos. Por ejemplo, aquellos mediante los cuales los estereotipos de género se arraigan tan fuertemente en nuestra sociedad.
Concretamente, poseer fuertes esquemas de género proporciona un filtro a través del cual procesar todos los estímulos entrantes en el ambiente. Esto permite a la persona asimilar más fácilmente la información que quedará estereotipada, lo cual solidifica aún más la existencia de estereotipos de género.
En este sentido, y en relación al desarrollo adolescente, Bem plantea la hipótesis de que, a pesar de que los niños pueden elegir entre una gran cantidad de dimensiones relativas al sexo, los esquemas de género conducirán a la adopción de conductas que se ajusten a la definición cultural sobre lo que significa ser hombre o mujer, casi sin posibilidad de elección.
Además, la psicóloga afirma que existe un “subesquema de heterosexualidad” primigenio, el cual, probablemente, propició el desarrollo de los esquemas de género que conocemos hoy.
De hecho, la mayoría de las sociedades tratan la heterosexualidad como el punto de referencia para la definición de la masculinidad y la feminidad apropiadas. O lo que es lo mismo: la norma, en muchas sociedades, es la heterosexualidad.
Así, el subesquema de heterosexualidad implica que los hombres y las mujeres son diferentes unos de otros. Pero también que los individuos de tipo “sexual” (aquellos que se identifican con su género asignado y procesan la información a través de la lente de ese esquema de género) se hallan predispuestos a emplear este esquema en las interacciones sociales, comportándose de manera diferente hacia individuos del sexo opuesto, según les resulten más o menos atractivos.
Sobre la teoría de esquema de género
Bem creía que los esquemas de género son limitantes para los hombres, las mujeres y para la sociedad en general. De hecho, consideraba que criar a los niños y niñas libres de estos estereotipos y limitaciones conduciría a una mayor libertad y menos restricciones a la hora de ejecutar el libre albedrío.
Por su parte, los críticos de la teoría de Bem afirman que la autora retrató a los individuos simplemente como espectadores pasivos en el desarrollo de esquemas de género, ignorando las complejas y variadas fuerzas que contribuyen a la construcción del género.