«Las horas doradas» o la importancia de actuar justo después de un trauma

Justo después de una experiencia adversa y traumática se abre una ventana decisiva para el tratamiento psicológico. Si recibiéramos ayuda emocional justo después de un hecho doloroso, el impacto mental sería menor.
«Las horas doradas» o la importancia de actuar justo después de un trauma
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 20 abril, 2023

¿Has experimentado algún trauma emocional? Si hiciéramos esta pregunta a toda la población, buena parte de la misma respondería con contundencia que «sí». Puede incluso que más de uno. A fin y al cabo, nadie es inmune a esos giros inesperados del destino en los que nuestro equilibrio se viene abajo con la llegada de la adversidad en cualquiera de sus formas.

Algo que suelen expresar muchos de quienes lidian con un trauma psicológico es la soledad transitada a lo largo de estas vivencias. No es frecuente, por ejemplo, que justo después de que acontezca ese hecho doloroso, se reciba asistencia especializada. No lo es porque este tipo de circunstancias son muy diversas, delicadas y abundan los que, sencillamente, guardan silencio.

Pensemos, planteando un caso, en los niños. Dramas, como el abuso o el maltrato, configuran dinámicas que ellos no suelen compartir con los adultos para denunciarlas. Cuando sufrimos la pérdida de un ser querido o vivimos en piel propia algo complicado, no siempre solicitamos ayuda especializada de forma inmediata. Dejamos avanzar el tiempo asumiendo, quizás, que el transcurso de los días aliviará esa fractura invisible.

Sin embargo, lo que sucede es que la herida se cierra con el dolor dentro. Pero, ¿qué habría sucedido si nos hubieran asistido justo después de ese evento? Lo analizamos.

Si dejamos ir los días y los meses sin abordar el impacto de una vivencia dolorosa, se eleva la probabilidad de sufrir un trastorno del estrés postraumático.

Persona en campo de rayas que necesita apoyo durante las horas doradas
«Las horas doradas» representan la ventana de oportunidad que se abre para tratar a una persona justo después de sufrir un trauma psicológico.

¿Qué son «las horas doradas»?

Cuando una persona sufre un accidente y recibe un impacto en la cabeza, se le ingresa y recibe asistencia médica de inmediato. Se valora la posible presencia de una lesión cerebral y se actúa sin perder tiempo, no valen las especulaciones. Obviamente, no sucede lo mismo con las personas que acaban de padecer un trauma emocional. Sin embargo, esa intervención temprana lo cambiaría todo.

Las «horas doradas» configuran una ventana de oportunidad que se abre para el tratamiento psicológico, justo después de que alguien acabe de sufrir una adversidad. Atender clínicamente de manera temprana, evitaría la aparición a corto y largo plazo de numerosos trastornos psicológicos, grandes cuotas de sufrimiento y más de una vida truncada a causa de experiencias de alto dolor emocional.

Si bien es cierto que cada persona afronta de un modo estas hondonadas del destino, un porcentaje muy alto terminará desarrollando algún problema de salud mental. Es más, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V) también recoge este concepto y su relevancia. Y en un trabajo del National Post-Trauma Center de Sheba, Israel, insisten en esta idea.

El tiempo que transcurre justo después del evento traumático, ofrece una horquilla decisiva para recibir las intervenciones clínicas pertinentes y, poder así, reducir la aparición del trastorno de estrés postraumático (TEPT).

Los traumas psicológicos son como los traumas físicos: cuanto se reciba asistencia especializada, menos probabilidades habrá de que surjan problemas en el futuro. 



¿Qué mecanismos se llevan a cabo durante esa fracción de tiempo?

El doctor Joseph Zohar, director de psiquiatría en el Centro Médico Sheba antes citado, es uno de los mayores especialistas en el abordaje de las «horas doradas». En más de una conferencia ha detallado las acciones más recomendables en estos casos. Igualmente, qué acciones conviene evitar cuando estamos ante alguien que acaba de experimentar una vivencia traumática.

Debemos comprender que no todo vale y, en estas circunstancias, aunque los deseos sean buenos, las acciones pueden ser del todo contraproducentes. Veamos, por tanto, los mecanismos más acertados en estos contextos tan delicados.

1. Difuminar ciertos hechos para que no se constituya la memoria traumática

Un hecho traumático nunca se olvida, pero podemos minimizar su impacto para que la impronta en el cerebro no esté marcada por imágenes, pensamientos y emociones difíciles de manejar. ¿Qué significa esto? Quiere decir que los profesionales deben procurar que la persona desvíe la atención de la amenaza y no se focalice en aspectos desagradables.

Aunque nos sorprenda, el mecanismo de afrontamiento represivo es útil en este caso. Significa, básicamente, situar mentalmente a la víctima en otro plano justo después de esa vivencia complicada. Esto permite que no se centre en detalles que pueden intensificar de manera insufrible el recuerdo de ese hecho.

2. Proporcionar seguridad, protección y confort

Uno de los pilares esenciales que deben aportarse a la víctima durante las «horas doradas» es la protección. Debemos reducir su exposición al estrés, llevarla a un espacio en el cual sienta que está protegida y a salvo. Asimismo, hay un aspecto esencial que debemos considerar tras un hecho traumático. No solo la mente se fractura, esa vivencia también puede quedar impregnada en el cuerpo.

Ofrecer confort y restablecer un adecuado equilibrio fisiológico, es decisivo: comida, bebida, calor, etc. Estos factores aportan seguridad.

3. Expectativa de normalidad e información

Después de una vivencia dramática, complicada o estresante, la persona queda en un nivel de activación máxima. Su cerebro está, a su vez, en modo supervivencia, es decir, sus únicas respuestas posibles podrán ser: escapar, pelear o respuesta de congelación. Los profesionales en estos casos deben acercarse con un nivel emocional sereno y relajado, para no intensificar aún más ese desconcierto.

Lo más adecuado —a pesar de la gravedad de la situación— es brindar una imagen de cercanía y empatía, así como de normalidad. Desde esa actitud se les comparte toda la información sobre lo que ocurrirá a partir de ese momento y se le transmitirá la idea de que están a salvo, de que recibirán ayuda y por supuesto, que no están solos.

Tras un hecho adverso las siguientes tres horas son decisivas. Durante las mismas hay que atender las necesidades básicas como la protección, el confort y la comprensión.

4. La regla de las «3 P»

La ventana de «las horas doradas» pone especial atención en las siguientes tres horas después del evento adverso. En este intervalo, los expertos en traumas psicológicos establecen lo que se conoce como «la regla de las 3 P». Son las siguientes:

  • Evitar los psicofármacos. No es el momento de administrar ansiolíticos o relajantes. No hay que narcotizar o adormecer la expresión del dolor o las lágrimas.
  • No patologizar. La reacción emocional que sufre la persona es completamente normal dadas las circunstancias. Las lágrimas, las preguntas, la ira y el desconcierto son experiencias comprensibles en estos contextos.
  • No psicologizar. Durante «las horas doradas» no es de utilidad la terapia psicológica, solo el acompañamiento, la protección y guiar a la víctima a que sitúe la atención en estímulos que no intensifiquen aún más la impronta emocional.
manos cogiéndose para representar cómo ayudar durante las horas doradas
Tras una vivencia traumática la persona debe sentirse protegida y acompañada.


Reflexión final

Los primeros auxilios psicológicos aportados durante esas «las horas doradas» mediarán en la recuperación posterior de la persona. También en el modo en que maneje lo vivido. Tal y como podemos ver, estas estrategias pueden parecernos muy básicas. Sin embargo, no lo son tanto. El procedimiento tiene que ser llevado a cabo de manera meticulosa y profesional, considerando las circunstancias de cada víctima.

Hay que proporcionar ese tipo de cercanía milimétricamente precisa, con la cual no se geste la arquitectura de un trauma futuro. Ese tiempo y esa asistencia son decisivas. Y eso, es algo que toda persona debería recibir en estos casos.


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