Los aduladores actúan así para enfrentar sus miedos

Los aduladores actúan así para enfrentar sus miedos
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 31 julio, 2019

Casi todos creemos que los aduladores son personas con una agenda secreta, que de uno u otro modo están escondiendo una intención oscura: manipular a los otros. La verdad es que esto suele ocurrir. Se utilizan los halagos desmedidos para ofrecer una admiración falsa que solo persigue conseguir algún beneficio propio.

Los aduladores casi siempre están gravitando alrededor de personas o de situaciones que encierren poder. De hecho, muchos hombres y mujeres de poder necesitan a su lado personas que constantemente les estén recalcando sus virtudes, habilidades y hasta “dones”. Forma parte del narcicismo que suele habitar a quienes buscan, consiguen y detentan el poder.

“Uno puede defenderse de los ataques; contra el elogio se está indefenso”

-Sigmund Freud-

Sin embargo, la adulación también puede tener una faceta mucho más dramática. Hay circunstancias en las que lo que la motiva no es un deseo consciente o perverso de manipular, sino una carencia abrumadora frente a la cual hay que desarrollar mecanismos de auto protección. En este caso, los aduladores no se pueden ver solamente como manipuladores, sino principalmente como personas con una fuerte afectación de su amor propio.

Los aduladores y los medios crueles o excesivamente demandantes

Hay personas que ya sea por azar o méritos se encuentran rodeadas de entornos demasiado demandantes, que les sobrepasan, algo que ocurre especialmente con las personas que tienen una alta sensibilidad. Son medios en los que prima la agresión mutua, expresada de muchas maneras: hay una crítica mordaz o implacable a los miembros del grupo o una burla constante que señala los errores de los demás, o, en otras ocasiones, violencia directa inspirada en caprichos o intolerancias de “los más fuertes”.

Hombre con muchas caras

Un caso típico de esos entornos son aquellos medios en donde se produce bullying o matoneo. Quienes tienen que padecer esos medios sociales observan cómo el sentido común es sustituido por normas absurdas o perversas, cuyo fin es satisfacer o complacer a quienes están “al mando”.

Cuando un grupo queda bajo el imperio de figuras crueles, ya no operan mecanismos civilizados o equitativos en las relaciones. Es lo que ocurre, por ejemplo, en algunas cárceles. En estos sitios suele imponerse la “ley del más fuerte” y todas las relaciones quedan impregnadas de amenazas latentes o, en todo caso, pautas de acción que están inspiradas por el miedo.

Sin llegar a los extremos de la cárcel, también hay familias, escuelas o sitios de trabajo en donde se reproducen situaciones análogas a la de la cárcel. En estos casos, los aduladores también buscan apaciguar a las figuras de poder mediante los halagos. Su objetivo es que dichas figuras ejerzan su autoridad de una forma amable, dado que los elogios son una forma de reconocer y aceptar su “superioridad”, por lo que no tendrían la necesidad de amenazar.

Los aduladores y la falta de amor propio

Todos los aduladores tienen algo en común: se rebajan. Sus sus halagos son una manera de reafirmar el poder, la autoridad o la superioridad de la persona a la que adulan. La exaltación que se le hace puede ser sincera o calculada y, en ambos casos, estar dictada por el interés o la necesidad. El propósito final es ganar el favor de esa figura poderosa y piensan que rebajarse es una forma de lograrlo.

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Cuando los aduladores manipulan a otros, lo que buscan es ablandar el ego del adulado. Al recibir los halagos, todos tendemos a reducir las defensas y deseamos creer que son ciertas todas esas cualidades que nos adjudican. En esa medida, la posibilidad de un rechazo, una agresión o una reacción negativa disminuye considerablemente.

En las condiciones de amenaza que describíamos antes, pueden producirse una de dos situaciones: los aduladores, conscientemente, lisonjean a otro para mantener a raya su ira y su posibilidad de hacer daño

También lo pueden hacer inconscientemente porque el miedo es tanto que se convierte en una suerte de admiración ilimitada y acrítica, que impide otorgarle un lugar a las propias emociones y necesidades dentro de ese esquema. Este tipo de aduladores están francamente aterrados y solo buscan que la fiera no desate su furia contra ellos.

La adulación es una planta que no florece en los terrenos donde existe un amor propio con raíces fuertes. Ninguna persona verdaderamente saludable mentalmente admite que le adjudiquen superioridades gratuitamente. No necesitan que otros les digan lo que son, o lo que tienen, porque ya lo saben por sí mismos.

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De igual modo, nadie que tenga verdadero aprecio por sí mismo, recurre a la adulación como mecanismo para ganar simpatías o evitar daños. Sea cual sea la situación, allí donde aparecen los aduladores en necesario examinar qué pasa con el respeto, tanto el propio como el ajeno.


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