Melancolía, la felicidad de estar triste
Decía el escritor Victor Hugo que “la melancolía es la felicidad de estar triste”. Lo cierto es que cuando nos sentimos melancólicos nuestro estado de ánimo suele asociarse a la tristeza, aunque lo que estamos recordando sean buenos momentos del pasado.
La melancolía sin memoria no es posible. Es un sentimiento que nos recuerda que nos falta algo, que estuvo ahí, que era bueno para nosotros, pero que ya no podemos recuperar.
“Todos los cambios están más o menos teñidos con la melancolía porque lo que dejamos atrás es parte de nosotros mismos.”
-Amelia Barr-
La melancolía y el dolor
Cuando nos sentimos melancólicos rememoramos viajes, momentos, personas o experiencias y llegamos a pensar aquello de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Porque cuando alguien siente melancolía realmente está sufriendo por algo que ya no puede tener.
La melancolía es una manera de dolor permitido, es decir, recordamos algo o a alguien que ya no está con nosotros. Eso nos duele, pero también nos hace pensar que es nuestro, que nos pertenece, aunque solo sea por unos minutos y esté alojado en nuestro banco de recuerdos.
“El hombre no podría vivir si fuera completamente impermeable a la tristeza. Muchas penas solo se pueden soportar cuando se las abraza, y el placer que se experimenta en ellas naturalmente tiene un carácter algo melancólico.”
-Emile Durkheim-
Pero la melancolía es también una manera de no aceptar el presente, de no estar contentos con lo que tenemos ahora. Porque cuando nos permitimos viajar con la mente a otros lugares, a otros espacios, a otros tiempos y buscamos una compañía irreal, inconscientemente creemos que es algo que poseemos y que no podemos separarnos de él.
Cuando la melancolía no nos abandona
La melancolía se presenta en momentos puntuales, pero puede convertirse en un problema cuando se instala en nuestra vida de manera permanente. Es normal sentirse melancólico una tarde y mirar fotografías antiguas; o escuchar una canción y recordar un momento agradable; o pensar en alguien con el que compartimos nuestra vida.
Sin embargo, cuando esta conducta se repite frecuentemente, si no se trata, puede derivar en una depresión. Es, por ello, importante poner freno a la melancolía a tiempo, reconocerla y enfrentarla para evitar que derive en un problema mucho más grave.
“Debes llorar sobre tus dolores perdidos para que, de a poco, puedan dejarte, y tu puedas estar libre para vivir plenamente en el nuevo lugar sin melancolía ni nostalgia.”
-Henri Nouwen-
La insatisfacción está en el fondo
Los expertos aseguran que esta alteración saca a la luz una carencia que tenemos la personas, que no estamos contentos con nuestra vida. Si nuestra vida es plena, no sentimos la necesidad de aferrarnos al pasado para pensar que lo de antes era mejor que lo de ahora.Sentirse más o menos melancólico va a depender del grado de satisfacción que tengamos en nuestro presente. Cuando uno está feliz, no necesita evocar tiempos pasados, ni pensar que todo podía ser de otra manera. Anclarnos en el pasado es una manera de perdernos el presente.
Sabina le cantó a este sentimiento. Decía la letra de aquella canción “vivo en el número siete, calle melancolía, quiero mudarme hace años al barrio de la alegría”. El traslado no depende de nadie, más que de nosotros mismos.
¿Siempre es negativa?
No. La melancolía, siempre y cuando no se cronifique, también tiene algunos aspectos beneficiosos. La melancolía, al anclarse en los recuerdos, lo que hace es, de algún modo, potenciar la memoria. Y en ocasiones hace que se procese la información que nos llega de una manera más minuciosa, consiguiendo que seamos más objetivos en la toma de decisiones.
También parece haber una cierta relación entre melancolía y creatividad. Y mejora la comunicación con los demás, ya que una persona melancólica suele despertar empatía. En definitiva, la melancolía, en su justa medida, no es negativa.