Modelo cognitivo conductual de Fine para los trastornos disociativos
Un trastorno disociativo supone una fragmentación o desconexión mental. En cualquier sujeto normal y sano debería haber una continuidad entre pensamientos, recuerdos, emociones, acciones e identidad. Pero en el trastorno disociativo esta continuidad está rota.
Normalmente los trastornos disociativos aparecen como reacción a un trauma. Suponen, un mecanismo de defensa, una protección frente al gran dolor experimentado por la persona. Esto genera que los recuerdos angustiosos se mantengan a raya y no alcancen la conciencia.
De esta manera, el paciente evita tener que volver a enfrentarse -aunque sea en forma de recuerdos, pesadillas o pensamientos- a aquella situación estresante. El problema es que, evidentemente, el sentido de su vida se queda desintegrado.
Los síntomas pueden ir desde amnesias disociativas, en las que la persona olvida totalmente una parte de su vida dolorosa como si no hubiese ocurrido, hasta el desarrollo de nuevas identidades separadas de la identidad original.
Por lo general, los trastornos disociativos son de carácter crónico, pero pueden surgir en oleadas, según el paciente se encuentre en un periodo más o menos estresante.
Al ser un trastorno mental complejo, la intervención tampoco es sencilla. La tarea del terapeuta es sacar a la superficie todo lo que está oculto. Para este objetivo, se desarrolló el modelo cognitivo conductual de Fine. Es un modelo integrador que satisface los requisitos de exploración y estabilización para el tratamiento.
Objetivos y principios del modelo cognitivo conductual de Fine
En este modelo, se favorece la seguridad, la predecibilidad y la consistencia. Por lo tanto, es una terapia bien estructurada. Hay dos formas de explicar los objetivos del tratamiento a los pacientes con un trastorno disociativo: lograr la congruencia del propósito y la motivación de las diferentes partes de la mente y experimentar la integridad de los acontecimientos y la continuidad de la historia a lo largo del tiempo, utilizando como referente el modelo de Braun.
El modelo de Braun, llamado BASK, afirma que, en un estado no disociativo experimentan acontecimientos casi de forma simultánea. Esta simultaneidad tiene lugar a lo largo de cuatro dimensiones: tener conocimiento del suceso, asociar conductas a esos sucesos, tener sensaciones y también afectos.
En las personas con trastorno disociativo, algunas o todas estas interconexiones pueden estar cortadas o bien recombinadas caprichosamente.
El objetivo último del modelo cognitivo conductual de Fine es, por lo tanto, reconectar las cuatro dimensiones del modelo BASK para cada acontecimiento vivido. Se renegocian con el paciente sus múltiples realidades y se trasladan desde una vida necesariamente descontextualizada a una que se está integrando progresivamente.
Etapas del modelo
El modelo cognitivo conductual de Fine se orienta hacia la integración fásica, en donde a la supresión inicial de la fase de afecto le sigue la disolución del mismo. Se compone de dos etapas bien diferenciadas:
- La etapa de supresión del afecto
Favorece la supresión inicial del afecto a lo largo de la mayoría de los estados de la persona, en un momento en que el afecto es abrumador e inmanejable.
Las estrategias cognitivas utilizadas ayudan al paciente a centrarse en algo distinto del afecto. En esta fase, se empiezan a identificar las personalidades o a conocerse los distintos estados del yo. Gran parte de la reestructuración cognitiva se desarrolla en esta fase.
El paciente también aprende nuevas formas de abordar los viejos problemas. El terapeuta introduce en esta etapa las intervenciones destinadas a fortalecer al yo y se realizan intervenciones hipnóticas dirigidas a la seguridad, la modulación del afecto y la reconfiguración de las distintas partes de la psique.
El paciente aprende las reglas explícitas e implícitas del tratamiento, comprueba los límites y se familiariza con las consecuencias por las violaciones de los límites.
- La etapa de disolución del afecto
Una vez que el paciente ha empezado a desaprender viejos patrones y a reaprender otros actualmente más adaptativos, el terapeuta introducirá el trabajo abreactivo. Este trabajo diluye la intensidad del afecto sin modificar el contenido de la experiencia del paciente.
Se realiza una aproximación sucesiva que incluye la técnica de la desensibilización sistemática ante afectos abrumadores, prefiriéndose abreacciones fraccionadas a las totales.
El desarrollo de la terapia, secuenciado de esta manera, hace que la mayoría de los pacientes con un trastorno disociativo completen la integración independientemente del contenido de sus experiencias.
Además de estas dos etapas, el paciente puede traer material a terapia. Puede aportar a la sesión material postraumático primario, secundario, fantasías y confabulaciones.
El primario constituye el trabajo real con los acontecimientos originales que abrumaron al paciente. El secundario implica trabajar con aquello sobre lo que se les obligó a ser testigos, visuales o auditivos.
La confabulación es muy relevante en el paciente con un trastorno disociativo, sintiéndose con frecuencia como un niño obligado a encontrar una explicación para responder de manera satisfactoria a un abusador o a sí mismo. Por último, la fantasía proporciona un escape agradecido respecto a la dura realidad.
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- Caballo, V (2007). Manual para el tratamiento cognitivo conductual de los trastornos psicológicos. SIGLO XXI. Vol. I