Negligencia emocional pasiva, crecer sintiéndose invisible

Crecer como si fueras invisible, como si nada de lo que sintieras, desearas o te ocurriera tuviera importancia. Son muchas las personas que, al llegar a la edad adulta, descubren que han sufrido negligencia emocional pasiva por parte de sus padres. ¿Es tu caso?
Negligencia emocional pasiva, crecer sintiéndose invisible
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 17 julio, 2022

¿Es peor que te ignoren o que te critiquen de forma continuada? No es fácil responder a esta cuestión porque ambas realidades constituyen una clara forma de maltrato. Ejemplo de ello es la negligencia emocional pasiva, un tipo de abuso psicológico en el que un niño crece asumiendo que sus sentimientos, pensamientos y necesidades no son importantes.

Esta experiencia tiene un efecto devastador en el desarrollo psicosocial de toda criatura. Supone, ni más ni menos, que ser invisible a ojos de los propios progenitores. Hay negligencias en materia de crianza, basadas en la desatención, en sumir al niño en el vacío del afecto, en la comunicación deficiente y en la ausencia de un amor que arropa y educa.

Son pequeños que están rotos por dentro y que se sienten muy solos. El simple hecho de no tener presencia en el tejido emocional y atencional de sus progenitores los invalida. Pocas ideas interiorizadas son tan dañinas para una persona como la que enuncia que haga lo que haga no será importante para nadie.

La negligencia emocional puede ser activa o pasiva. En la primera hay diferentes tipos de agresiones, como la crítica, la devaluación o la manipulación. En la segunda, hay simple indiferencia

niño que sufre negligencia emocional pasiva
La negligencia emocional pasiva se basa en ignorar toda necesidad en materia de emociones del niño.

Características de la negligencia emocional pasiva

Entendemos la negligencia emocional pasiva como la desatención de las necesidades emocionales y psicosociales de un niño. Es crecer sintiéndose invisible, asumiendo que cualquier sentimiento y necesidad es irrelevante para los progenitores. Todo lo que sienta, haga o exprese pasa desapercibido, no se valida, ni se le da importancia.

Es importante diferenciar este tipo de negligencia pasiva de la activa. Así, la negligencia emocional activa se produce criticando al niño, anulando sus sentimientos al indicarles, por ejemplo, que son débiles por llorar. También es común infravalorar o ridiculizar a los hijos por sus miedos o preocupaciones, etiquetándolas como meras tonterías. En este último caso hay una conducta expresa y continuada por devaluar a los niños.

En la negligencia emocional pasiva apenas hay interacción y sí mucha dejadez; son adultos presentes, pero emocionalmente ausentes. Ni dan afecto, ni critican, ni apoyan, ni devalúan.

Veamos más características de esta forma de maltrato.

Los pequeños que han sido criados bajo el paraguas de una negligencia emocional pasiva acaban desarrollando una baja autoestima y un autoconcepto muy crítico hacia ellos mismos. Se sienten falibles, como si hubiera algo defectuoso en ellos al no haber recibido la atención y validación parental.

Tristezas, llantos, miedos y frustraciones desatendidas

La negligencia emocional pasiva es una forma de abandono psicológico. De nada sirve que un padre o una madre esté presente si no consuela el llanto del bebé. De poco sirve tener padres si no confiamos en ellos para explicarles, por ejemplo, que sufrimos bullying en la escuela.

Si hay algo que aprenden pronto estos chicos y chicas es que sus sentimientos son irrelevantes para sus progenitores. Al igual que sus problemas. Ni siquiera se dan cuenta de las emociones que suelen captar más la atención de los demás, no prestan atención a sus momentos de frustración o en descubrir qué les apasiona. Todo ello deja poso en el sustrato mental, alterando el desarrollo de la identidad, la autoestima y el amor propio.

Los padres que aplican la negligencia emocional pasiva se sienten incómodos cada vez que el niño estalla en llantos, tristezas o rabietas. Ante estas reacciones, prefieren ignorarlos, dejarlos solos para que se les pase.

Un hogar definido por una comunicación deficiente

Una de las características de este tipo de negligencia emocional pasiva es el tipo de comunicación que se constituye en la dinámica familiar. Toda conversación es superficial, apresurada y vacía de contenidos y sentimientos. Nunca hay un interés auténtico por conocer a los hijos, por saber qué piensan, qué opinan sobre ciertos temas o qué sueños tienen en mente.

La cotidianidad la marcan las rutinas. También las propias necesidades de los progenitores, que, a fin de cuentas, es lo que de verdad importa y lo que se suele priorizar.

Los problemas se los soluciona uno mismo (sí se puede)

El abandono emocional parental tiene unos efectos claramente dañinos en el ámbito psicosocial del niño. Algo que aprenden ya en la primera infancia es que nadie les ayudará a resolver sus dificultades. Ya sean grandes o pequeñas. Carecer de soportes emocionales en la niñez y la adolescencia aboca a la persona a una soledad profunda.

Asumen que toda dificultad y problema deberán solventárselos ellos mismos. Es más, también es común que desarrollen cierta desconfianza social. Dan por sentado que a nadie les importa lo que les suceda y, por tanto, lo mejor es lidiar uno mismo con las dificultades de la vida.

Hombre triste que sufre negligencia emocional pasiva
Son muchos las personas que llegan a la edad adulta tomando conciencia que fueron víctimas de la negligencia emocional pasiva.

¿Qué efectos tiene este tipo de negligencia a largo plazo?

La Universidad de Illinois y la Universidad de Ohio realizaron un interesante trabajo de investigación sobre la negligencia física y la emocional, tanto la activa como la pasiva. Así, algo que suele verse a largo plazo es un riesgo evidente de desarrollar más de un trastorno psicológico.

Depresión, trastorno de estrés postraumático, tendencia a las adicciones o conductas de riesgo... El impacto de estas dinámicas experimentadas en la infancia y la adolescencia es severo y persistente. Altera en la forma en que la persona se ve a sí misma. Es común ocultar sentimientos y reprimir emociones al asumir que todo lo que uno siente no es importante.

No podemos olvidar que pocas realidades son más lesivas para el ser humano que crecer bajo condiciones de abandono emocional y de desapego por parte de los progenitores. Es entonces cuando se dañan esos soportes psicológicos que nos permiten crear una imagen positiva y válida de nosotros.

Por ello, es muy común que al llegar a la edad adulta se tome plena conciencia de que hay algo que no va bien en nosotros. Ser víctimas de una crianza distorsionada en la que nadie nos dio presencia y validó nuestras necesidades y emociones, deja secuelas.

Son lesiones internas que hay que atender mediante profesionales especializados. No dudemos en solicitar ayuda para reparar el tejido y la luminosidad de nuestro “yo”.


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