Neurociencia social: el cerebro como icono de nuestra cultura

Neurociencia social: el cerebro como icono de nuestra cultura
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 15 agosto, 2018

La  neurociencia nos está revelando innumerables secretos del cerebro. Tanto es así, que quedarnos solo con la visión biológica del mismo sería limitar gran parte de su esencia y perder su otro gran valor: el cultural. De ahí, que áreas como la neurociencia social centren su interés en esas otras “sinapsis”, las comprendidas entre los procesos mentales y nuestras prácticas sociales.

Algo por lo que abogan un gran número de neuropsicólogos es por la necesidad de articular en un mismo escenario teórico la ciencia del estudio del cerebro con esas otras áreas de conocimiento que comprende nuestro mundo actual. De hecho, cada vez es más común escuchar términos como la “neuroeconomía”, la “neuroeducación“, el “neuromárketing” o la “neurolingüística”, etc.

“Cada nueva generación intenta cultivar lo heredado por sus predecesores, por lo tanto, cada joven está obligado a hacerlo mucho mejor que sus padres para dejar un mejor legado a sus sucesores”.

-Emile Durkheim-

Abordar desde una perspectiva multidisciplinar los retos que en principio serían de una sola especialidad  nos permitiría aumentar nuestro conocimiento de una manera exponencial . Así, áreas como la propia neurociencia social se alzan en la actualidad como un recurso necesario para comprender procesos tan relevantes como nuestra conducta social, la agresividad y la violencia, el estrés y la empatía.  

Por lo tanto, el objetivo no puede ser más ambicioso. Se busca incorporar a la teoría social, cultural, económica y también a la educativa todas las investigaciones relativas a la teoría de la mente, el cerebro, los genes, etc. De ese modo, podemos analizar mucho mejor cómo se gestan y desenvuelven todos esos procesos sociales que conforman a una sociedad determinada.

Personas cogidas de la mano simbolizando la neurociencia social

Neurociencia social: la necesidad de comprender la relación entre mente y cultura

Todos hemos oído hablar de las neuronas espejo. Fue en 1996 cuando el equipo de Giacomo Rizzolatti, un conocido neurólogo de la Universidad de Parma (Italia), descubrió un curioso grupo de neuronas que se activaban solo cuando las personas (y también los animales) observaban la conducta o las expresiones emocionales de sus semejantes.

Esto supuso un gran avance en el campo de las ciencias del comportamiento y la biología, también lo tuvo para la neurociencia social. Las neuronas espejo son representan esos cimientos orgánicos que facilitan que podamos comprender el comportamiento de los demás, los que nos permiten imitar determinadas acciones para aprender, además de ayudarnos en la interacción social. Son, por así decirlo, los ladrillos de nuestra cultura.

Este hecho es solo un ejemplo. Una muestra sobre cómo nuestros mecanismos neuronales, hormonales y celulares han edificado eso que entendemos como cultura y sociedad. Quizá por ello, quienes primero se interesaron por este campo de estudio fueron los antropólogos de principios del siglo XX.

Así, nombres como el de Robert Hertz, discípulo de Émile Durkheim, asentaron las bases de esta disciplina con ensayos como los relativos a las facultades ambidiestras de los maoríes y su desarrollo cerebral en relación a su cultura.

La necesidad de crear una ciencia interdisciplinar

A raíz de esos primeros trabajos de los antropólogos y sociólogos donde comprender el vínculo entre la psique y el desarrollo de las culturas, los psicólogos Cacioppo y Berston quisieron ir más allá y crear la  Society for Social Neuroscience. Esta decisión fue en realidad todo un desafío a los psicólogos y neurólogos de la época, porque muchos de ellos no concebían el profundizar en algo que se extendiera de más allá de los propios límites del cráneo humano.

Sin embargo, la presión por parte de numerosos científicos, sociólogos y biólogos terminó por dar forma a esta área de conocimiento, respondiendo a una necesidad tan básica como apremiante. La cultura y todo proceso social no puede entenderse si no comprendemos primero las dinámicas mentales que promueven todas esas dinámicas que conforman nuestro tejido sociológico.

También a la inversa. Nuestra cultura y todos sus productos, pautas y esquemas determinan lo que somos, la manera en la que procesamos la información e incluso lo que sentimos.

Es una influencia directa y poderosa bidireccional. Así, la neurociencia social es una rama de las neurociencia cognitiva que nos permite comprender la conducta social y, a su vez, entender esos mecanismos con los que generamos nuevos valores, damos forma a nuevos comportamientos y necesidades en un mundo que nunca deja de cambiar y de avanzar.

Manos sujetando un cerebro para representar la neurociencia social

Campos de estudio de la neurociencia social

Toda expresión cultural y social es producto de nuestro cerebro. Pensemos por ejemplo en alguna canción de los Beatles. Cualquiera de ellas conforma la esencia de un momento histórico a la vez que una muestra de nuestra cultura musical.

Ahora bien, si vamos más allá también podemos estudiar cómo y de qué manera fueron creadas, qué mecanismos neuronales dan forma a la inventiva y a la creatividad y cómo a su vez, esa música y esas letras son capaces de emocionarnos en la actualidad.

Por otro lado, un aspecto esencial que conviene entender sobre la neurociencia social es el relativo a sus campos de estudio. Nos referimos a esas áreas donde lo neurobiológico interrelaciona con lo social. Son las siguientes:

  • Teoría de la mente. Este concepto hace referencia a nuestra habilidad cognitiva para comprender y predecir los comportamientos de los demás. Asimismo, el ser humano también es capaz de predecir “estados mentales” en quienes nos rodean para usar esa información en nuestro beneficio.
  • Empatía y emociones. El estudio de las emociones es un pilar fundamental para entender nuestras cogniciones sociales y comportamientos.
  • Autoconciencia. La propia autoconciencia no podría acontecer y formarse en cada uno de nosotros si no nos relacionáramos con los demás. Nuestras interacciones y los juicios que hacemos de los las mismas edifican nuestro sentido del yo, tal y como nos explican en un estudio realizado en el Departamento de Psicología de la Universidad de California.
  • Actitudes y prejuicios. estas dimensiones tienen una relevancia esencial en nuestras vidas sociales e identidades.
  • Relaciones sociales y mundo social. En este campo estudio necesitamos sin duda la colaboración de todas esas áreas que definen a cualquier sociedad: educación, economía, política, medicina, publicidad… Son todas esas piezas de un puzzle complejo que edifican todo lo que somos y lo que hacemos.
Perfiles de dos personas mirándose de frente simbolizando la neurociencia social

Como vemos, pocas disciplinas pueden dar una luz tan reveladora a todos esos aspectos microsociológicos que trazan la forma de un país, una comunidad, un grupo social determinado y una nación entera. De ahí, que se necesite un abordaje interdisciplinar donde toda aportación no solo es positiva, sino necesaria. La neurociencia social nos puede dar grandes respuestas a las preguntas más simples que podamos habernos hecho en alguna ocasión.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.