Mis padres nunca me entendieron: ¿cómo sanar esa herida?

Muchos llegamos a la edad adulta con un pensamiento recurrente: nuestros progenitores han estado muy lejos de entendernos, por comprender nuestras decisiones o respetar nuestra forma de ser. ¿Cómo aceptar esa realidad? Lo analizamos.
Mis padres nunca me entendieron: ¿cómo sanar esa herida?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 14 febrero, 2023

Vivimos en una sociedad en la que sobrevuelan muchas ideas que parecen compartidas, hoy queremos prestarle especial atención a una de ellas. «Tus padres siempre estarán ahí para ti, serán tu mayor refugio y te darán alas para volar y raíces para recordar cuál es tu hogar». Esta imagen resulta de lo más inspiradora y, en efecto, puede que para más de un afortunado dicho lienzo conceptual sea una realidad cotidiana.

Sin embargo, una parte de la población lidia con traumas silenciados por una vinculación compleja con sus progenitores. Porque, en ocasiones, no es necesario que nuestros cuidadores nos maltrataran para que nos sintamos dañados de formas inimaginables. Al fin y al cabo, en las familias pueden aparecer ciertas microagresiones que atentan y destruyen los lazos emocionales.

Una dinámica destructiva habitual es la crítica de los padres hacia las decisiones y forma de ser de los hijos. Por ejemplo, incomoda que estos no sean a imagen y semejanza del padre; molesta que no compartan los valores de la madre. También, que no se ajusten a las perspectivas que ambos tenían previstas para su futuro.

Hay escenarios familiares que se asemejan a una secta, de modo que cualquier gesto o decisión que se salga de lo pautado por los progenitores es visto como una traición. ¿Cómo afrontar estas situaciones? ¿Están los padres obligados a comprender en todo momento las conductas y personalidades de sus hijos? Lo analizamos.

«Los padres, para ser felices, tienen que dar. Dar siempre, esto es lo que hace un padre».

-Honoré de Balzac-

Hija enfadada con su madre representando que mis padres nunca me entendieron
El respeto entre padres e hijos es fundamental para la convivencia.

Mis padres nunca me entendieron: ¿por qué razón?

Hay hijos que no respetan a sus padres, y padres que nunca amaron a sus hijos como estos se merecían. Las relaciones familiares son laberintos intrincados que, con frecuencia, se convierten en auténticas fábricas de sufrimiento emocional. De hecho, es común llegar a la edad adulta arrastrando los vacíos y sinsabores de una relación que nunca ha sido del todo satisfactoria.

«Mis padres nunca me entendieron». Esta es una percepción que muchas personas arrastran casi como una fractura interna que cuesta describir en palabras. Porque ante la pregunta de si los padres están obligados a comprender a sus hijos, cabe señalar que hay una dimensión más importante que esta. Nos referimos al respeto.

Lo que un progenitor debe hacer siempre es respetar, ser ese refugio seguro desde el cual una persona pueda desarrollarse en libertad en la dirección que desee. Aunque no esté de acuerdo o sintonice al 100 % con las decisiones que un hijo tome a lo largo de su vida.

Una investigación de la Universidad Tecnológica de Texas, por ejemplo, destaca la relevancia del constructo del respeto en toda relación interpersonal. Sin embargo, en el contexto de la familia, esta dimensión actúa como ese tendón psicológico indiscutible que capacita a los padres durante la educación y crianza.

Tener 10 o 15 años y sentir que nuestros padres no quieren comprender nuestras necesidades y deseos, duele. Esas heridas nos acompañan hasta la edad adulta, lo cual suele trazar relaciones complicadas a nivel familiar.

Causas por las que los padres no entienden a sus hijos

«¿Por qué mis padres nunca me entendieron? ¿Qué edificó ese muro sin porosidad alguna capaz de separarnos en casi cualquier aspecto de la vida?». Es frecuente plantearnos estas cuestiones cuando la desafección y las fricciones crean distancias entre nosotros y nuestros progenitores. Por lo general, el desencadenante de estas situaciones suele ser muy amplio:

  • En ocasiones, los padres asumen que criar a un hijo implica cubrir sus necesidades básicas en el marco de una cierta disciplina; nada más. Rara vez tienen una conversación con ellos, ni se preocupan por conocer cómo son, qué piensan, qué sienten, cuáles son sus sueños.
  • El desapego ocasionado por una falta de conexión emocional también edifica esos vínculos carentes de comprensión y hasta de respeto.
  • Hay progenitores que se vuelcan en sus trabajos y en sus jornadas ajetreadas, creyendo que, de este modo, no solo darán a sus hijos lo que necesitan, sino que serán un buen modelo. Sin embargo, rara vez les ofrecen lo que más necesitan: su tiempo, su atención.
  • Otro factor lo trazan los estilos de personalidad y las carencias evidentes a la hora de criar a un hijo. La incompetencia, el autoritarismo o el narcisismo también son la base de esa falta de comprensión por parte de los cuidadores.
escena para simbolizar que mis padres nunca me entendieron
Hay padres que no aceptan que sus hijos reclamen sus espacios y tomen sus propias decisiones.

Cómo sanar las heridas por la falta de comprensión de nuestros progenitores

Con frecuencia descuidamos el papel que tienen los padres en la construcción del mundo interno de sus hijos. Una parte de nuestro bienestar psicológico se edifica en esos años de interacción con nuestras figuras de cuidado. Gracias a ellos, modulamos mejor nuestras emociones y tenemos la oportunidad de desarrollar un buen autoconcepto y una autoestima saludable.

Ahora bien, es cierto que la crianza de un niño nunca es fácil, hay pilares que nunca deben faltar en ese proceso. Además del amor, el cuidado y el respeto, está sin duda la comprensión. Sin embargo, si uno llega a la edad adulta con el sinsabor de que sus padres nunca le entendieron, ¿cómo podemos sanar esa herida? Lo analizamos.

Comprender es respetar y sin esta dimensión, ningún vínculo será satisfactorio ni saludable.

Crea tu propia red de apoyo

Si nuestros padres nunca nos entendieron, es muy probable que no estén cuando los necesitemos. No serán esa red segura en la que apoyarnos cada día. Ante esa carencia tan dolorosa, cada cual debe forjarse y crear su propia «familia»; esa que, sin ser de sangre, configura un refugio donde sentirnos amados.

Los amigos, la pareja e incluso otras figuras familiares como tíos o primos, pueden ser ese punto de soporte cotidiano que siempre estará, pase lo que pase. Algo así nos confiere seguridad y bienestar.

Acepta que tus padres tienen sus convicciones y tú las tuyas

Si nuestros padres nunca nos comprendieron ni aceptaron nuestras decisiones o forma de ser, probablemente es porque se han aferrado a un tipo de convicciones en las que nunca encajaremos. En estos casos, de nada nos valdrá esforzarnos en que nos acepten o buscar su aceptación renunciando a nuestras esencias. Hacerlo solo irá en contra de nosotros mismos.

Aunque resulte complicado, debemos asumir que ellos tienen su visión particular de la vida y nosotros tenemos la nuestra. Recordemos que amar es comprender y quien no hace el esfuerzo por llevar a cabo tal artesanía emocional no nos quiere como merecemos.

Actuar según nuestros valores fundamentales

Si tenemos claros cuáles son nuestros valores fundamentales, siempre gravitaremos hacia la dirección correcta. Por lo general, un principio que siempre debería guiarnos es el de autoconservación. Es ese impulso capaz de alejarnos de lo que hace daño, que nos recuerda que es lícito establecer límites y hasta defendernos con respeto y asertividad de lo que nos parece injusto.

El padre o la madre que se niega a entender a sus hijos les hace creer que hay algo erróneo y defectuoso en ellos. No es saludable permanecer en vínculos tan dañinos.

Ayuda profesional para sanar heridas

Cuesta salir ileso de un entorno familiar en el que no fuimos entendidos, y sí diana de críticas y reproches. Esto nos pudo convertir en seres más inseguros, en personas que, a veces, han escuchado más a sus progenitores que a sí mismos.

Si es nuestro caso, si no hemos podido salir de esta cárcel emocional y arrastramos nudos que apagan el bienestar, no dudemos en solicitar ayuda especializada. Sanemos las heridas de quien no sanó las suyas en su momento.


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