«Podría ser peor» ¿realmente funciona decirnos esto?
Muchos nos hemos visto en esa situación. Acabamos de perder el trabajo, romper una relación, sufrir una decepción y, justo cuando estamos comentando alguno de esos hechos con una persona cercana, surge la recurrida frase: «no te preocupes, podría ser peor». Es un recurso o muletilla que escuchamos con frecuencia; sin embargo, ¿tiene realmente alguna utilidad que nos digan o que pensemos esto mismo?
Más allá de si sirve de algo o no, hay una evidencia. Es muy común que tendamos a comparar nuestras situaciones con las de otros: las utilizamos como una referencia. En ocasiones, saber que hay quien pasa por una realidad algo más complicada nos puede generar cierto alivio. Es como si nuestra mente buscara a la desesperada un hecho lo que aferrarse para decirse aquello de «bueno, pues dentro de lo que cabe… aún no estoy tan mal».
Ahora bien, por curioso que nos resulte este tipo de recurso ha sido estudiado por el campo de la psicología. Sabemos que es un tipo de estrategia de adaptación a la que recurrimos de manera frecuente. No obstante, este «salvavidas» al uso tiene matices y es importante tenerlos en cuenta.
«Podría ser peor», podría llover
Vamos de camino a casa después del trabajo y el coche se estropea. Bajamos de él, ponemos la señalización, llamamos a la grúa y esperamos. Al poco, nos decimos que podría ser aún peor. Podría llover. Y con eso, nos consolamos. Otro ejemplo, vamos a la cita que tenemos con nuestro médico y este nos informa de que tenemos diabetes; nos asustamos y el doctor sonríe diciéndonos que «eso no es nada, podría ser peor, porque hay enfermedades mucho más graves».
En estos dos ejemplos nos vemos en dos situaciones muy distintas. En la primera, efectivamente, pensar que esa situación no va a complicarse más nos genera alivio. Sin embargo, en el segundo ejemplo muestra ese tipo de situación en la que caemos en muchas ocasiones, esa en la que lo que se consigue es infravalorar una situación al compararla con otra.
El hecho de que nos digan que hay personas en situaciones más complicadas y duras que la nuestra no ayuda. Lo que se logra en realidad con esa estrategia es invalidar la realidad particular de alguien y, a su vez, generarle cierto remordimiento ante el hecho de que pueda sentir alivio con la idea de que hay quien está peor. Por tanto, no es lógico ni ético recurrir a este tipo de comentarios.
«Podría ser peor», la frase que invalida las experiencias de las personas
Si hay una materia en la que solemos fallar las personas es en saber apoyar, acompañar, ser de ayuda a los demás. Cuando atravesamos por un momento de dificultad, no solemos esperar que los que nos rodean terminen con el problema o con el duelo por la pérdida sufrida. Solo deseamos y esperamos comprensión y cercanía.
Sin embargo, abundan los que hacen uso de esos comentarios poco acertados, esos en lo que siempre está presente el latiguillo de no te preocupes «podría ser peor». Si he tenido un accidente con el coche y solo me ha quedado un dolor de cuello el hecho de que me digan que las cosas podrían haber salido peor, me puede generar mayor angustia y un temor posterior a volver a coger el volante.
Si me han despedido del trabajo, no me consuela tampoco pensar que podía verme en circunstancias más difíciles, con más carencias. Porque lo que hacen esos comentarios es restar trascendencia a lo que estoy viviendo ahora. Es invalidar mis emociones y mi realidad al compararlo con algo que no me atañe y que, además, no puede ni debe generarme alivio. No porque otros estén peor yo voy a sentirme mejor.
El peligro de la victimización
En un estudio llevado a cabo por las doctoras Shelley Taylor y Joan Wood, en la Universidad de Texas, demostraron algo interesante al respecto de este tema. En nuestro día a día hay algo más común que el hecho de que otros nos digan aquello de «podría ser peor». Lo más habitual es que nos lo digamos nosotros mismos.
Lo que pudieron ver en esta investigación es que usar esta estrategia de adaptación psicológica a las dificultades no siempre ayuda. Es más, si aquello por lo que estamos pasando es grave, lo que origina es una cronificación del papel de víctima. Para entenderlo mejor pondremos un ejemplo. Imaginemos a un adolescente que ha sufrido bullying durante toda secundaria.
Este joven se consuela pensando que las cosas podrían haber ido peor: a él nunca le agredieron físicamente. Siente alivio incluso al pensar que nadie ha descubierto lo que le ocurría, ni sus padres ni sus profesores. Ahora bien, lejos de generar un beneficio real, el hecho de que no haya sucedido lo que para él era lo peor, la evidencia es otra.
Con este mecanismo invalida su realidad personal. No afronta su sufrimiento porque lo infravalora y al infravalorarlo está aplicando un mecanismo de defensa con que evadir el trauma. Con esta estrategia mental, lo que se consigue es cronificar la victimización, no resolverla.
Para concluir, en pocas circunstancias llegará a ser verdaderamente útil el comentario de «podría ser peor». No eludamos el sufrimiento presente ni la realidad singular de cada persona, por nimia que nos parezca.
Toda preocupación y toda situación personal merece ser reconocida y respetada. En este sentido, si no entendemos que la situación que vive el otro es capaz de generar en él un sufrimiento y una angustia reales, será muy complicado que le ayudemos.
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- Taylor Shelley, Wood Joan (2002) It Could Be Worse: Selective Evaluation as a Response to Victimization. Journal os social issues. https://doi.org/10.1111/j.1540-4560.1983.tb00139.x