¿Por qué aparecen sentimientos de culpa después de comer?
Los sentimientos de culpa después de comer pueden conformar, en algunos casos, las bases de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA). Bien es cierto que la mayoría hemos experimentado esa sensación de «no debería comerme esto, porque no es sano y tiene un exceso de calorías», pero a pesar de ello, uno lo hace porque toda dieta variada nos permite licencias.
Sin embargo, hay quien lleva esto mismo al extremo. En ocasiones, la alimentación se transforma en un comportamiento compulsivo (y destructivo). Así, tras ese breve subidón de endorfinas y serotonina, asoman los sentimientos de malestar emocional y de autorrechazo luego de comer en exceso.
De pronto, la culpa filtra cada aspecto de la vida de esa persona. Cuando el acto de comer genera un elevado sufrimiento, se crea con frecuencia una dinámica que deriva en una conducta alimentaria deficiente y problemática. Sin darse cuenta, se cae en un círculo vicioso peligroso. Analizamos todo lo que debes saber al respecto.
En ocasiones, el sentimiento de culpa puede hacer que nos esforcemos en consumir alimentos más saludables, pero si esta percepción se convierte en una constante y dejamos de tener el control sobre ese sentimiento, se convierte en un problema.
Sentimientos de culpa después de comer: qué es y cuándo se convierte en algo patológico
Los sentimientos de culpa después de comer pueden aparecer en niños, adolescentes y adultos. Es importante saber que la alimentación no es solo un acto de supervivencia, ni un comportamiento que cumple, en exclusiva, fines nutricionales. Para el ser humano comer es una conducta social en la que se integran aspectos culturales, educativos y hasta mediáticos.
Tal y como nos explican estudios como los realizados en la Universidad Estatal de Kansas la sensación de culpabilidad afecta de muchas maneras a la conducta alimentaria. Se trata de un sentimiento de malestar emocional producido justo después de la propia ingesta alimenticia. Asimismo, puede aparecer de muy diversas formas. Las analizamos:
- Sentirnos mal tras haber consumido ciertos productos que consideramos como no saludables. Así lo advierte un trabajo divulgado en Sustainability en 2021, el cual informa además que el sentimiento de culpa es mucho menor frente a alimentos más nutritivos.
- La sensación de culpa puede aparecer por comer fuera de horas.
- Por saltarse una dieta.
- Por comer en exceso o valorar que «se ha comido más de lo permisible».
- Asimismo, esta percepción puede aparecer tras cada comida y de forma continuada. Algo que, sin duda, ya sería problemático.
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¿En qué momento sentir culpa por comer puede ser algo preocupante?
El sentimiento de culpa es una experiencia habitual en la alimentación. Ahora bien, en el momento en que esta emoción negativa nos impida disfrutar del acto de comer, ya sería un problema. Investigaciones como las publicadas en Journal of eating disorders destacan que esta sensación aparece por primera vez en la adolescencia y, por término medio, se acompaña además de las siguientes características.
- Pérdida de control sobre la conducta alimentaria. En ocasiones, se restringe; en otras, la persona cae en atracones y en comer de forma compulsiva. Esto incentiva de forma intensa el sentimiento de culpa.
- La comida se convierte en el eje de todo pensamiento y preocupación.
- Aparecen también los sentimientos de vergüenza.
- Hay una preocupación por el peso.
- Se desarrolla una alteración de la imagen corporal.
- Los sentimientos de culpa después de comer pueden afectar la manera en que nos vemos (autoconcepto negativo).
Sentir culpa después de comer es algo muy común, pero es una percepción que debemos controlar y, sobre todo, saber cuál es su origen.
¿Qué origina este sentimiento de culpa?
La culpa en materia de alimentación puede servirnos en ocasiones para propiciar patrones de alimentación más saludables. Esta percepción, tendría, por tanto, un sentido útil. Sin embargo, en la mayoría de los casos, esta emoción de valencia negativa asociada a la comida tiene orígenes sociales muy concretos que conviene analizar.
1. La educación y las dinámicas familiares
Un trabajo divulgado en Nutrients en 2021 informó que una de las prácticas alimenticias de los padres que más influyen en los hijos es la restricción moderada de alimentos. Los investigadores encontraron que las comidas familiares en grupo son las que más contribuyen a modelar los hábitos alimenticios de los niños. Si los mayores tienen un tendencia a comer muy sano o rechazar la comida poco nutritiva, los pequeños asimilarán esto.
Así, algo que pueden transmitirles desde bien temprano es la necesidad de consumir únicamente productos saludables, logrando que el simple hecho de comer pizza o un donuts de manera ocasional sea algo sancionable. Esto puede inocular en el niño un temprano sentimiento de culpa. Por otro lado, también puede suceder otro hecho.
Es posible que, durante una parte de la vida, y debido a la influencia familiar, se mantengan unos hábitos alimenticios poco saludables. Al llegar a la edad adulta, la persona procura ser estricta y seguir una dieta saludable. Sin embargo, de vez en cuando asoma el deseo de consumir algo que se sale de esas pautas y, al hacerlo, emerge el peso de la culpa.
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2. La comida tiene significados que van más allá de lo nutricional
Los sentimientos de culpa después de comer son también el resultado de las influencias culturales. Así, algo que todos sabemos es que los alimentos tienen significados que trascienden en el ideario colectivo. Las golosinas, los dulces, los pasteles o el chocolate «son malos». Las bebidas azucaradas y gaseosas «son nocivas». Las pizzas, hamburguesas o las patatas fritas son alimentos que consumen solo las «personas obesas».
Todos crecemos con estas ciertas ideas a modo de etiquetas que, si bien algunas integran ciertas verdades, hay matices importantes que considerar. El consumo ocasional de estos productos no es pernicioso ni nocivo; solo la alimentación exclusiva o frecuente de estos alimentos es lo que nos ocasiona problemas de salud.
Los alimentos no son buenos o malos. La comida solo es comida y la clave está en saber comer de manera equilibrada sin prohibirnos nada. La moderación es la regla.
3. Una sociedad que premia la delgadez
Este es quizá el motivo que orbita en buena parte de los problemas de alimentación: el culto a la delgadez. Vivir en un mundo en el cual la belleza y los cuerpos esculturales son sinónimo de éxito, e incluso de aceptación social, atenta contra el equilibrio psicológico de cualquier persona.
Son muchos los jóvenes que odian su cuerpo y que ansían lograr uno más normativo. Para alcanzar esa meta distorsionada solo hay un medio: restringir o limitar la alimentación. Los sentimientos de culpa después de comer asoman en este caso no solo tras consumir alimentos poco saludables.
Aparecen ante cualquier producto porque el simple hecho de alimentarse genera malestar. De este modo, desde Current Psychological , destacan cómo los sentimientos de culpa asociados en concreto a la comida (y no a otros ámbitos de la vida) son precursores de los trastornos de la conducta alimentaria.
4. El estrés, la ansiedad y los sentimientos de culpa después de comer
Las personas no siempre comemos por hambre fisiológica. El hambre emocional es la que media en buena parte de nuestras conductas alimentarias. Lo hace hasta el punto de ser un canalizador absoluto del estrés y la ansiedad.
Son muchos los que llegan a su casa tras un día complicado en el trabajo y solo ansían una cosa: comer productos con los que liberar su estrés y ansiedad. Buscan algo rápido, estimulante y lo bastante gratificante para actuar como catarsis del malestar. Sin embargo, la sensación de placer al consumir esa bolsa de patatas fritas o esa pizza es breve, casi efímera, y al poco asoma el demonio de la culpabilidad.
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¿Qué efectos tiene sentirse culpable después de comer?
Los sentimientos de culpa después de comer cursan con estados emocionales de gran negatividad que pueden impactar en diferentes áreas psicosociales. Además de la culpabilidad, puede aparecer la sensación de vergüenza y de angustia. La persona se siente mal consigo misma y poco a poco, se desarrolla un lento autorrechazo.
Esas experiencias de malestar se traducen con frecuencia en conductas de compensación —debo hacer algo para sofocar esa sensación de negatividad—. Así, y por lo general, se recurren a las siguientes dinámicas:
- Restringir la comida para no sentir culpa.
- Recurrir a conductas de purga para eliminar ese exceso de comida ingerida (por ejemplo, vómitos).
- Hacer mucho deporte para reducir esas calorías.
Todas estas características edifican poco a poco, las bases de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA).
Estrategias para abordar el sentimiento de culpa asociado a la alimentación
Cuando llevamos varios meses experimentando esa sensación de culpabilidad asociada a la alimentación, es recomendable consultar con un psicólogo especializado en este área. Tengámoslo claro, es muy fácil caer en condiciones como la alimentación compulsiva, los atracones nocturnos, la bulimia o la anorexia. Vivir con culpa, como comer con culpa, conforma una base de sufrimiento absoluto.
Indicaciones sobre la alimentación
Tengamos siempre en cuenta un dato: no hay comidas buenas o malas. Todo es permisible mientras se consuma con equilibrio y moderación.
- Aprendamos a comer por hambre fisiológica y no por hambre emocional.
- Comprendamos de dónde viene ese sentimiento de culpa: ¿nos la transmitió nuestra educación? ¿Es influencia de nuestro entorno social o de los medios?
- Disfrutemos de la alimentación, con calma, sin prisas, deleitándonos de una dieta variada en la cual podemos incluir lo que deseemos siempre de manera moderada.
- Integremos en el día a día adecuadas estrategias para manejar el estrés y la ansiedad. La comida no debe ser un canal para ahogar las emociones complicadas.
Creemos una experiencia en torno a la comida que nos permita disfrutarla, deleitarnos con ella sabiendo que una dieta equilibrada nos permite comer de todo sin culpa.
Tratamientos psicológicos
Si la sensación de culpa es una constante y nuestra relación con la comida es problemática, debemos solicitar ayuda especializada. Las terapias para tratar los trastornos de la conducta alimentaria son muy eficaces y tienen en cuenta las posibles comorbilidades asociadas.
Investigaciones como las realizadas en el Hospital Universitario de Heidelberg destacan que detrás de estas condiciones clínicas suelen estar las depresiones y los trastornos de ansiedad. Es necesario, por tanto, un abordaje clínico, teniendo en cuenta además que estas realidades son muy habituales entre los jóvenes.
Para concluir, comer bien es sinónimo de vivir bien. Dejemos a un lado los determinismos sociales, los cánones de belleza, la publicidad… La culpa es un tormento del que no merece la pena ser cautivos.
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