“El príncipe y la golondrina”, un cuento sobre el apego en la pareja

“El príncipe y la golondrina”, un cuento sobre el apego en la pareja
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 23 octubre, 2021

Con este cuento sobre el papel que juega el apego en la pareja me gustaría que reflexionáramos sobre cuáles son los mecanismos del apego inseguro, cómo nos causan sufrimiento y nos afectan cuando pretendemos controlar y dominar al otro, poniendo como excusa al amor.

Pensemos, ¿qué diferencias existen entre amor y apego?, ¿por qué los confundimos?, ¿cómo puede el apego dependiente influir de forma negativa en nuestras relaciones?

“Cuando estamos apegados a algo siempre hay miedo, miedo de perder esa cosa; siempre existe esa sensación de inseguridad”

Jiddu Krishnamurti-

El príncipe pasaba los días mirando por la ventana a la espera de que algo sucediera. Solamente le quedaba un sirviente que se encargaba de hacer las compras y mantener limpio el castillo. “Qué vida más aburrida”, suspiraba.

Una mañana de abril, una golondrina se posó en el alféizar de su ventana. “Oh”, exclamó, “qué pequeña y delicada criatura”. La golondrina le dedicó una breve melodía y se fue. Él quedó maravillado: su canto le pareció el más hermoso del mundo y su plumaje el más original. ¡Un ser único!

La golondrina volvió

A partir de entonces, el príncipe aguardaba impaciente su regreso. Llegó el esperado día y la golondrina volvió a cantarle otra canción. Se sintió realmente afortunado. “¿Tendrá frío?”, se preguntó justo antes de que echara a volar de nuevo.

La tercera vez que el pájaro regresó, el príncipe se preocupó por si pasaba hambre. Los días siguientes, se dedicó a construir una casita para la golondrina. Mandó a su sirviente a comprar maderas y clavos y cazar insectos. Finalmente, tras varios torpes intentos, terminó por exigirle que construyera también la casa. “Maldito pájaro”, murmuraba el sirviente.

Príncipe con una golondrina en su nariz

Dentro le puso los insectos y agua, además de unas telas de seda a modo de cama. Cuando vio como se posaba sobre el alféizar le acercó su habitáculo y disfrutó viendo como bebía agua y daba buen provecho de la comida que le había preparado. “¿Te gustan estos insectos, mi dulce golondrina?”, le preguntó. “Los cacé para ti”, añadió. Con un breve trino la golondrina pareció asentir antes de retomar su vuelo.

El príncipe tiene que negociar con la incertidumbre

Entonces le invadió la ansiedad, ¿Y si no regresaba nunca? ¿Y si encontraba otra morada mejor en la que cobijarse? Quizá otros príncipes construyeran mejores casas o cazaran ellos mismos los insectos. No podía permitirlo. ¡No existía una golondrina igual en el mundo!

El príncipe pasó dos días sin dormir ni pensar en otra cosa hasta que decidió emplear el tiempo de espera fabricando una puerta con candado para la diminuta casa. La golondrina -como siempre- volvió y cuando entró para probar la comida, el principe la encerró. “Te amo“, le confesó, “conmigo no te faltará nunca más comida ni agua, ni tendrás frío”.

Un poco confundida, la golondrina se dejó llevar al principio por la comodidad. Disfrutaba del calor de su hogar y de disponer de comida a su alcance sin tener que husmear entre las plantaciones hasta conseguirla.

El príncipe colocó la jaula en su mesita de noche para saludarla cada mañana acariciándole la cabeza. “Eres mi golondrina, cántame una canción, linda”, le pedía. “No está tan mal esta vida”, pensaba la golondrina. Y cantaba. Pero con el tiempo su música se fue apagando, hasta que enmudeció.

La golondrina pierde su canto

-¿Ya no cantas? -le preguntó el príncipe, extrañado.- Me hacías feliz cuando cantabas.

-Mi canto estaba inspirado en el fluir del río, el sonido del viento en los árboles, el reflejo de la luna en las rocas de la montaña. Yo alegre te lo traía, pero ahora en esta jaula no encuentro nada sobre lo que cantar.

Lo hago porque te quiero -decía el príncipe.- Es peligroso que vueles por ahí tú sola. ¿Y si tienes un accidente?, ¿y si no encuentras comida?, ¿y si te dispara un cazador?

-¿Quién?, ¿qué es un cazador? -cuestionaba ella.

-Yo te cuido y protejo, aquí estás a salvo de todo peligro.

Un día el príncipe se despertó sobresaltado. Fue a acariciar a la golondrina y la encontró muerta.

Presa de la ira buscó a su sirviente y le despidió porque, sin duda, alguno de los insectos que él había cazado la había matado. El hecho de haber encontrado un culpable no reconfortó al príncipe, que se sintió aún más solo y desvalido que antes de que apareciera la golondrina. Hasta que otra se posó en la ventana y le cantó una canción: la más bonita que jamás había escuchado.

Mano con pajarito

Las casas con candado que terminan con el amor

Este cuento habla de cómo funciona el apego en las relaciones de pareja y nos muestra cómo muchas veces nuestros miedos y temores se imponen a los deseos y los derechos del otro. Nos relata un hecho: trasformando a las personas que conocemos las alejamos muchas veces de su esencia, de su felicidad. Todo por ellas y sin darnos cuenta.

Ante una situación de soledad o vacío, podemos hacernos responsables para salir de ella por nosotros mismos o hacer responsable a la pareja estableciendo una relación de dependencia.

El apego puede confundirnos exagerando las cualidades del ser amado y convertirlo a nuestros ojos en un ser único e irremplazable, aumentando así la ansiedad al imaginar su posible pérdida. Con la excusa de su protección o bienestar, podemos llegar a privar al otro de su libertad.

Este es un cuento sobre el apego, pero es también un cuento sobre el amor. Amor es aceptar y respetar la forma de ser del otro, desear su felicidad antes que la satisfacción de nuestras necesidades y dejarle volar cuando lo necesite, si es lo que -como a las golondrinas- le hace feliz.

*Cuento original de Mar Pastor.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.